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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

El gobierno protege a las famiglias

La familia y la famiglia

Pablo Echenique-Robba

Una de las cosas con las que los diferentes gobiernos alternantes del reino de España suelen llenarse la boca es con que ellos —y sobre todo ellos— protegen a las familias.

A que sí. A que lo habéis oído.

Desde el punto de vista estratégico, claro está, se trata de una declaración impecable. Proteger a las familias es como proteger el amor, la paz, las mariposas o el algodón de azúcar. ¿Quién va estar en desacuerdo con esto? Posiblemente, sólo aquellos en el (cada vez más amplio) entorno de ETA... y ni siquiera todos. Al fin y al cabo, los terroristas también tienen madre.

Pero el asunto no es si la frase es bonita —es un jartá de bonita, eso es obvio—, el asunto es si es cierta.

Para formarnos una opinión al respecto, podemos acudir, por ejemplo, a las problemáticas interrelacionadas de la discapacidad y la dependencia. Según el INE, en uno de cada cinco hogares reside una persona con discapacidad; así que parece que algo que ver con las familias el tema sí que tiene.

También según el INE, en al menos dos millones de casos (el dato es de 2008, así que serán seguramente más en 2014) la persona con discapacidad necesita asistencia de otra persona para llevar a cabo algunas actividades de la vida diaria como comer, levantarse de la cama, ducharse o mantener relaciones sexuales. De estos dos millones, para al menos 750 mil las necesidades de asistencia superan las 8 horas al día —todos los días del año... claro. Una cuenta aproximada muy sencilla nos dice que estamos hablando de al menos una jornada laboral y media por cada una de estas 750 mil personas. Si tenemos en cuenta el salario medio en España, podemos estimar, por tanto, que el coste de la mencionada asistencia ronda los 3000 euros al mes.

Obviamente, muy pocas familias españolas disponen de 3000 euros extra al mes.

Pero bueno... dado lo muchísimo que dicen proteger a las familias nuestros ilustres gobernantes, es de suponer que existirá una prestación económica adecuada o un servicio asociado que cubra tal contingencia, ¿no? Es de suponer que es a esto, en parte, a lo que se refieren cuando invocan tal protección, ¿no es así?

Pues no.

Aunque la independencia total no existe y cualquier urbanita español se muere en unas horas si lo dejamos sólo en la selva, la limitación para las actividades de la vida diaria que hemos descrito y su consecuente necesidad de asistencia es lo que fue bautizado como “dependencia” por el gobierno de Zapatero. Con grandes fanfarrias y mucho mucho confeti, se anunció en aquellos años que la cobertura de tales “dependencias” constituiría la cuarta pata del estado del bienestar y supondría una revolución socioeconómica de un calado nunca visto desde la invención de la democracia en la península griega.

Lamentablemente, las prestaciones nunca llegaron —ni en los mejores tiempos de la Champions League— a cubrir ni la cuarta parte del coste económico de la “dependencia” y no se dejó, por tanto, más opción a las familias que la de asumir con su propio esfuerzo personal esta jornada laboral y media valorada en 3000 euros mensuales.

No diréis que no es un pelín contradictorio para alguien que dice proteger a las familias causar semejante agravio comparativo brutal a 750 mil de ellas... pero sigamos.

Cuando se produjo la sana alternancia que El Generalísimo nos legó y llegó el otro partido al gobierno, todo fue a peor. ¿Qué esperabais, almas de cántaro? No sólo recortaron sin piedad las ya exíguas prestaciones, sino que intentaron convencernos de que proteger la familia española consiste en expropiar los úteros de las españolas y dárselos a los curas o en prohibir el amor entre personas del mismo sexo. Todo muy edificante (y gratis, por cierto).

Así que no. No parece que ninguno de los dos partidos del régimen protejan a las familias... al menos, a las que nosotros conocemos. Porque, claro, si pensamos que ZP se lío a indultar banqueros y a meter sus artículos en nuestra sacrosanta e intocable constitución justo antes de irse, o si tenemos en cuenta que la financiación del PP, el patrimonio de sus altos cargos y las leyes que imprimen en el BOE se construyen a golpe de sobre... se nos ocurre una nueva interpretación de sus palabras.

Quizás, cuando dicen “familia”, hay una ge —italiana y muda— entre la i y la ele. Quizás no están hablando de los Alcántara, sino de los Soprano.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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