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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

A favor del calentamiento global

Venecia se hunde. / Por dsearls@flickr

Pablo Echenique-Robba

Mi enfermedad es neuromuscular y uno de sus síntomas es la atrofia de los músculos. Además de hacer que mi apariencia sea de “señor pequeñito” (como he oído exclamar a varios niños), además de impedirme levantar un vaso de agua –bueno, y caminar también, pero lo del vaso me jode más–, este hecho fisiológico hace que mi relación con las bajas temperaturas no sea muy cordial.

No sé si lo sabéis pero, cuando tienes tan poca masa muscular como yo, en cuanto se te enfría algún músculo de los que tienes más débiles, no lo puedes mover. No me ocurre con el cuello, o la mandíbula, o el diafragma –menos mal–, pero sí me ocurre con los dedos de las manos y las muñecas (ya sé que estoy confundiendo articulaciones ¡y hasta extremidades! con músculos, pero creo que me entendéis igual; sé que tengo lectores con permisividad conceptual y con ligereza categórica). Esta inmovilización por congelación es algo que ocurre bastante rápido –pongamos, a 10º sin viento, en media hora; a 10º con viento, en 15 minutos– y no es que suela usar mis músculos mucho, la verdad, pero las manos, sí. En concreto, uso la derecha para conducir la silla... Lo cual resulta bastante importante, como es obvio.

¿Por qué no usas guantes? –estaréis pensando–. La respuesta es sencilla: tienen que ser muy finos para que me permitan conducir con finura y talento (no querréis que vaya matando bípedos por la calle, ¿verdad?) y, siendo así, sólo retrasan la congelación unos minutos. Con un agravante: una vez ésta se ha producido, los guantes hacen que sea aún más difícil mover la mano, empeorando bastante la situación.

No os voy a contar cómo he solucionado el asunto después de varios intentos (eso lo dejamos para otro post), pero ya podéis comprender que este hecho, sumado a que, si llevo más de dos capas de tela encima, me cuesta mucho mover los brazos, hace que el invierno no me guste demasiado.

Como vivo en Zaragoza, donde el invierno no es muy suave que digamos y el viento huracanado (y normalmente helado) conocido como “cierzo” tampoco ayuda, a veces me descubro a mí mismo con ganas de que sigamos violando el Protocolo de Kyoto y que la temperatura del planeta no suba 2º, sino 5º o 6º. ¿Que se hunde Venecia? Pues, oye, que se hunda. No se puede hacer una tortilla sin romper algunos huevos (además, tengo entendido que Venecia, con sus canales y puentes, es bastante inaccesible..., así que incluso mataríamos dos pájaros de un tiro).

Mientras el deseado calentamiento global llega a todos los retrones congelados, no entiendo por qué absurdo motivo la humanidad ha construido ciudades fuera de la franja intertropical. En serio, ¿por qué lo hemos hecho? Ahora que Londres ya está montado, pues sí, entiendo que uno pueda querer vivir allí. El clima es para pegarse un tiro en la boca, pero tiene otras cosas que pueden llegar a compensar según la idiosincrasia personal de cada uno. Museos, musicales, vida cultural, buenas universidades. Esto lo comprendo, pero, antes de que existiese, ¿por qué construirla allí en vez de en Canarias? No lo pillo. Al menos llenemos Canarias hasta los topes antes de seguir creando asentamientos permanentes en regiones de clima asqueroso, ¿no? ¡Que aún cabe gente en las islas!

Alguno puede tachar mi visión de inocente, y no lo niego. Tampoco niego que me divierta haceros pensar durante medio artículo que soy imbécil, pero no me diréis que mi chiste sobre las ciudades extratropicales tiene algo de cierto. Nueva York, Londres, París, Boston, Berlín son sin duda ciudades maravillosas en lo cultural, en lo científico, en lo arquitectónico, pero en cuanto a sus condiciones climáticas dan bastante asquito. Esto que digo es obvio, y es tanto más importante cuanto más minusválido, o enfermo, o viejo, es uno.

Con 20 años y toda la salud del mundo, uno vive donde haga falta. Pero si tenemos algún problemilla, más vale pensárselo dos veces.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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