ENTREVISTA
Farnaz Ohadi, cantaora iraní: “Ahora miran a las mujeres de mi país, pero siempre han estado ahí, luchando por sus derechos”

FARNAZ

Alejandro Luque

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Aunque nació en Irán, ha vivido en Canadá y ahora reside en Sevilla, Farnaz Ohadi recuerda haber tenido contacto con el flamenco desde muy niña: “Mi padre era un gran aficionado y le encantaba poner música en casa. Y mi madre era fan de la música tradicional persa, de modo que crecí entre una y otra”. No es de extrañar, pues, que esta artista haya descollado como pionera de un estilo personal, que ha bautizado como flamenco iraní, en el que ejerce como cantaora sin alejarse de los territorios sonoros de su tierra natal. Buena prueba de ello es Yar, el tema que ha lanzado recientemente, con un innegable aroma flamenco y un fuerte aliento feminista.

Para Ohadi, el flamenco está de hecho relacionado con el grito reivindicativo: “Mi padre se identificaba con el cante porque sentía que tenía muchos puntos en común con los gitanos que, como los iraníes, habían vivido situaciones opresivas. Luego, cuando con 13 años viajé con mi familia durante todo un mes por Andalucía, asistiendo a recitales de todo tipo, entendí de veras lo que significaba. Y cuando volví a Irán, sabía ya que aquella música estaba en mi sangre, en mi ser”.     

Mucho se ha discutido sobre las similitudes entre el flamenco y la música oriental. Para Ohadi no hay duda. “Hay más de las que yo pensaba cuando empecé a estudiar. Hay dos partes ahí: la técnica, que es realmente similar a la música iraní en base y ritmos, hasta el punto de que existen los mismos palos con otras palabras. Y luego está ese concepto de árbol con sus raíces y sus ramas, una familia que se mantiene conectada a través de los siglos”, explica.

Baile y tatuajes

“Sin embargo, lo que les diferencia es el hecho de que los persas han dado quizá más importancia a la letra”, matiza Ohadi, quien empezó a estudiar seriamente las bases del flamenco tradicional en Canadá, para continuar bajo la disciplina de la Fundación Cristina Heeren de Sevilla. “Empecé bailando, con 18 años, y luego aprendí a cantar. En la Fundación pude acceder a los fundamentos históricos, a los detalles, a las razones por las cuales se elige una cosa u otra”, relata.

Con el tiempo, la artista estaba preparada para dar el salto a los escenarios. Quienes la ven ahora, con sus tatuajes, sus piercings y su cráneo parcialmente rapado, a primera vista no piensan que se trate precisamente de una flamenca. “Al principio tenía una estampa más tradicional de bailaora clásica”, evoca. “No fue hasta que empecé a hacer mi propia música que me planteé un cambio. Empecé a cantar en español, pero cuando empecé a hacer mi propia música me di cuenta de que no hablaba solo de flamenco, sino que también hablaba al flamenco. Vi claro que se trata de un lenguaje universal, que no se queda limitado a las fronteras de Andalucía”, cuenta.

Cuando se le pregunta cuáles han sido las mayores barreras que ha encontrado en ese camino, responde que “ser mujer iraní, criada en Irán, ya es suficiente barrera. Estoy a punto de cumplir 50 años y mis primeros tatuajes me los hice a los 30, cuando supe quién era, aprendí a quererme y decidí que este era mi cuerpo y que haría lo que quisiera con él”.

“Me sentía alejada de la comunidad iraní de Canadá”, prosigue Ohadi, “no encajaba en el modelo de madre y esposa. Y, en cambio, me sentía atraída por la figura de la mujer flamenca, valiente, llena de coraje, que no pide perdón a nadie por ser ella misma, y eso tiene mucho que ver con la imagen que adopté. Yo no canto para romper roles o demostrar nada. Canto porque he llegado al final de mi camino y siento que debo transmitirlo”.

Madre de dos niños, Ohadi siente que es importante enseñar “desde una edad temprana que hay que respetar a todo el mundo, independientemente de su apariencia física. Que hay que ser libres para tomar decisiones, y que esa apariencia exterior no tiene por qué corresponderse con la interior. Ah, y nunca me he tatuado de forma impulsiva: cada palabra escrita en mi cuerpo tiene un significado especial, un motivo”.

La lucha de las mujeres

De manera inevitable, la conversación se desliza hacia las protestas de las mujeres en Irán, en las que la cantaora está “involucrada desde el principio, he dedicado mi vida a esta lucha. Sé cómo funciona este régimen y, aunque llevo 30 años fuera, sigo conectada con mi país. Todo lo que he hecho siempre ha sido en defensa de los derechos fundamentales. Ahora hay una atención global sobre las mujeres iraníes, pero ellas siempre han estado ahí, llevan 44 años luchando por sus derechos”.      

Esta es más que una lucha feminista. Hombres y mujeres están de acuerdo en que ese régimen se tiene que acabar, porque ya no pueden más con la pobreza, la carestía, la corrupción… Algo privado e íntimo como la religión se ha convertido en lo principal

“Desde mi primer álbum, publicado en 2015, escribía sobre estos temas. Creo que los artistas son necesarios para una revolución; los pintores, los cantaores… Y muchos hemos seguido luchando desde la seguridad que nos dan los países en los que estamos, cada parte importa”, agrega. “Por otro lado, debo decir que esta es más que una lucha feminista. Hombres y mujeres están de acuerdo en que ese régimen se tiene que acabar, porque ya no pueden más con la pobreza, la carestía de vida, la corrupción… Algo privado e íntimo como la religión se ha convertido en lo principal”, asegura.

Ohadi reconoce, no obstante: “No soy política, pero evidentemente leo mucho sobre el tema. Lo que significa todo esto es que el Gobierno de Irán está desesperado por encontrar algún tipo de estabilidad. Pero mucha gente ha muerto esperando un cambio, y mucha más sigue enfadada. El hecho de que la posición de nuestros gobernantes es que para que haya paz tendríamos que pasar por encima de sus cadáveres solo muestra lo desesperados que están. Y las revueltas siguen. Es una lucha agotadora, pero da resultado”.

A la hora de volcar estas inquietudes sobre su música, la artista asegura que tuvo dudas. “¿Quién era yo para hacer algo así?”, se preguntaba. Pero las despejó pensando que “tenía que enfocarlo todo desde mi propia experiencia, de modo que un proyecto muy personal acabó convirtiéndose en otra cosa”.

En cuanto al flamenco, sigue siendo parte de su vida: “Anoche estuve en una fiesta, había un guitarrista y canté unas alegrías muy clásicas, ¡y fui ovacionada al final! Pero lo que más me apetece es añadirle una hoja más al gran árbol del flamenco. No estoy aquí para romper esquemas, insisto, ni para reemplazar a artistas reconocidos. Solo quiero empujar los límites para encontrar mi sitio”.

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