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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Un paseo por los últimos interrogantes sin resolver que plantea Itálica

Itálica fue fundada en el año 206 antes de Cristo en lo que hoy es término de Santiponce.

Antonio Morente

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“Itálica es de esos sitios arqueológicos cuyo solo nombre tiene fuerte poder de evocación”. La afirmación lleva la firma de la arqueóloga Pilar León-Castro, que ha hecho una síntesis de las últimas investigaciones en una urbe romana “en la que no se termina de trabajar” en su última publicación, Itálica, la ciudad de Trajano y Adriano, “un punto de partida en el que se lanzan nuevas preguntas, nuevas respuestas y nuevas hipótesis”. De esta manera, por aquí desfilan interrogantes como las claves de cómo nació la que fue primera fundación romana en Hispania, cómo fue su relación con el Guadalquivir, qué función tenían ciertos espacios, cómo se cosieron la ciudad nueva y la vieja, cómo fueron las relaciones con la vecina Híspalis, cómo eran las casas italicenses…

“Muchas preguntas y pocas respuestas”, por lo pronto porque “la evolución del pensamiento arqueológico evoluciona más deprisa que la obtención de datos objetivos”, admite León-Castro, catedrática emérita de Arqueología de la Universidad de Sevilla y miembro de la Real Academia de la Historia. Una cosa es un hallazgo y otra saber qué era, y ahí pone el ejemplo de una de las incógnitas que más le intrigan, la del edificio descubierto en la parte superior del teatro, “por un lado hay que definir qué es y por otro adscribirle una función”.

Hablamos de un monumento “de grandes dimensiones y gran representatividad en la ciudad”, sobre el que se ha aventurado que pudiese ser una réplica levantada en la parte antigua (Vetus Urbs) de lo que se ha dado en llamar Traianeum, un recinto de culto imperial. Un Traianeum, dicho sea de paso, levantado por la figura principal en la historia de Itálica, Adriano, en una especie de “homenaje a sí mismo” porque es “un complejo religioso dedicado al culto al emperador a través de la figura de su padre adoptivo”.

La fachada de la ciudad que miraba al río

Las últimas evidencias, continúa León-Castro, ponen también las bases para que la investigación se plantee la importancia de la fachada este de Itálica, la de levante, “que tiene mucha fuerza”. “Estamos acostumbrados a llegar a Itálica por el sur, desde Sevilla, y creemos que siempre ha sido así, cuando probablemente el verdadero elemento principal es esta fachada de levante que mira hacia el río”.

Otra cuestión que desfila por el libro es la de “cómo fue la sutura” entre la ciudad vieja y la nueva, entre la fundada por Escipión en el 206 antes de Cristo y la impulsada por Adriano (Nova Urbs) a partir del 117 después de Cristo, cuando se triplica el perímetro urbano. “Existió siempre una frontera, una cicatriz que se tardó siglos en solucionar y que probablemente se resolvió con elementos fáciles de mover, como plazas y jardines”, señala al respecto.

“Se ve que no hay una continuidad porque hubo un cambio de orientación en el nuevo modelo urbanístico”, pero lo que tiene claro es que, aunque no queden evidencias, “seguro que hubo una buena solución porque aquí estuvieron los mejores arquitectos e ingenieros” gracias a un Adriano no reparó en gastos. “Itálica fue una improvisación muy pensada” por este emperador, que plantea una ciudad al estilo de las orientales y para ello “aporta las fuentes financieras, las canteras, los artesanos…”. De hecho, al fallecer en 138 “se viene abajo la estructura financiera” que alimentaba la urbe.

Unas casas que dejaron huella

Menciona también los trabajos que se desarrollan en la conocida como Casa de Demetrio, “un trabajo decisivo para comprender la arquitectura privada que se instala en Itálica”. Hablamos de un inmueble que se articula en torno a un patio central y en el que se adivinan ecos de las tradicionales casas señoriales de Sevilla, “eso de que derivan de las casas morunas es una idea romántica inventada porque en realidad son una continuidad del modelo de casa mediterránea”.

La Casa de la Cañada Honda o las termas mayores son otros enclaves que poco a poco van desvelando sus secretos, aunque la falta de financiación y de medios obliga a un ritmo que, lamenta, no está a la altura de un enclave como Itálica, “cuyos monumentos y cuyo subsuelo son venero inagotable para la investigación”. “Es un yacimiento de primerísima categoría” pero con una endémica falta de recursos que ejemplifica en que “el georradar se ha utilizado muy poco”.

Una fundación más parecida a lo que se creía

Y entre tantas cuestiones por resolver, ¿cuál sería la que a Pilar León-Castro le gustaría ver desvelada? “El momento de la fundación, saber qué pasó realmente”, apunta, porque por lo pronto está convencida de que al papel de Publio Cornelio Escipión como fundador “le hemos quitado mucha altisonancia”. “Los últimos trabajos ofrecen un escenario arqueológico que demuestra lo que dice el texto de Apiano, que Escipión puso en un poblado turdetano un núcleo de soldados itálicos”, y de ahí surgió el nombre de Itálica.

“Escipión puso los cimientos del proyecto, la urdimbre, y se fue a Roma” culminando una estancia muy breve por estos lares tras la batalla de Ilipa, al final de la II Guerra Púnica. “Era un gran estratega que comprendió que no podía dejar escapar aquel pequeño reducto turdetano como núcleo central de sus actividades en la Bética”, a medio camino entre Ilipa Magna (Alcalá del Río) e Híspalis (Sevilla). 

¿Y cómo fueron las relaciones entre Itálica e Híspalis? “Sevilla es mucho más antigua, es una fundación fenicia de la segunda mitad del siglo VIII antes de Cristo, y no hubo conflicto nunca”. Entre las causas que explicarían el auge de una y el olvido de otra apunta a que “Itálica al final se desentendió del río y Sevilla fortaleció más su relación” con el Guadalquivir, lo que se tradujo en una pujanza comercial clave. Eso sí, “fue el enfrentamiento entre Leovigildo y Hermenegildo el que determinó que Sevilla acabara imponiéndose”, allá a finales del siglo VI de nuestra era.

De villa provinciana a urbe de relumbrón

León-Castro centra también su interés en la transformación de Itálica, “un municipio provincial catapultado a la dimensión insospechada de urbe esplendorosa” y que mantuvo unas relaciones “latentes y activas” con Trajano y Adriano, lejos de esa “visión tradicional que presenta a los dos emperadores distantes y olvidadizos de su ciudad de origen”. Por ello, el objetivo de su trabajo ha sido “lanzar una llamada de atención ante la necesidad imperiosa de introducir a Itálica en el siglo XXI” y asumir que cualquier problema arqueológico es susceptible de relectura, “empezando por mi libro. Es un momento de revisión de hipótesis”.

Itálica, que lleva unos años embarcada en la carrera para ser declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad, “es una ciudad antigua pero llena de futuro” que en los últimos años ha tenido un tirón de popularidad por aquello de contarse entre los escenarios de Juego de tronos. “No deja de ponerme triste que la serie haya despertado más curiosidad por Itálica que la arqueología”, reflexiona, y es que hablamos de un enclave que “lo tiene todo para ser un sitio arqueológico de referencia con proyección científica, atractivo socio-cultural y peso patrimonial, y es necesario que lo haga valer”. Una urbe “cuyo artífice fue Adriano y el principal benefactor fue también él, por lo que la ciudad tomó su nombre”: Colonia Aelia Augusta Italicensium.

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