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España pone a punto la nueva forma de medir la pandemia: será más importante controlar las “cadenas de transmisión” que los contagios

El Paseo de la Castellana de Madrid, el pasado fin de semana.

Belén Remacha / Marta Borraz

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Con la curva de contagios de esta primera ola de coronavirus ya aplanada, la pandemia en España entró hace unas semanas en otra etapa. En este momento la detección precoz cobra toda la relevancia para evitar repuntes y los medidores principales del ritmo que sigue el virus también han cambiado. El principal ya no son los fallecidos diarios ni los ingresos; para observar la evolución y controlar los rebrotes habrá que fijarse en cuántos nuevos casos diarios hay pero, sobre todo, en la capacidad de diagnóstico y de control de su entorno. Así lo refleja la nueva Estrategia de Diagnóstico y Vigilancia que el Ministerio de Sanidad envió a las comunidades el 4 de mayo, para que la pusieran a punto estas semanas.

El objetivo lo ha definido Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias este jueves tras conocerse que solo un 5% de la población española ha creado anticuerpos: eliminar las cadenas de transmisión “residuales” que aún quedan. Asumiendo que –por las características del coronavirus– será muy difícil llegar y mantenerse en 0 contagios, el trabajo durante mucho tiempo será evitar que esas cadenas se conviertan en una segunda ola grave. “Hubo un momento en el que la urgencia era tener UCI y respiradores disponibles. Ahora es otro: tenemos que tener capacidad de diagnóstico PCR, de rastreo de casos y de supervisión”, explica Pere Godoy, presidente de la Sociedad Española de Epidemiología.

El cambio será visible en una cosa: con la nueva información que mandan las comunidades, las ruedas de prensa de Simón pasarán a ser por la tarde y no a media mañana, como venían celebrándose desde febrero. Sanidad ya explicó esta semana que las comunidades autónomas están “progresivamente” adaptando sus sistemas “para poder informar de todos los datos que nos permitan valorar la capacidad de detección precoz”. Según Simón, los informes diarios que elabora su equipo cambiarán y contarán con nuevos parámetros “para estar seguros de que estamos detectando todo y a tiempo”. Y se modificarán “en cuanto la calidad de la información y exhaustividad sea adecuada” y acorde con lo que ahora el Gobierno pide a las comunidades. La clave estará en los sospechosos, las pruebas PCR, las nuevas detecciones, el rastreo de los contactos y la capacidad de poner en cuarentena a quien lo requiera.

Cómo se traducirá esto en los informes que cada día elabora el CCAES es aún una incógnita, pero el BOE ya publicó esta semana la orden que obliga a los servicios de salud pública a remitir estos datos a Sanidad: el número de sospechosos diarios –a los que habrá que hacer prueba en 24 horas– y a cuántos se les diagnostica, el número de contactos “estrechos” identificados desde las 48 horas antes de iniciar síntomas y, semanalmente, los profesionales de los servicios de vigilancia epidemiológica en relación a los casos detectados y la población. Así constaba también en la estrategia de detección pactada entre el Gobierno central y las comunidades la semana pasada.

La cantidad de recursos puede variar en función del territorio, uno de los motivos por los que el Ministerio no pone indicadores fijos, aunque en esto difieren los expertos. Godoy sí cree que tiene un sentido: “No es lo mismo una gran concentración urbana que una población dispersa. Extremadura tiene menos habitantes que Madrid y ha habido menos transmisión comunitaria, pero a lo mejor lo que necesita son equipos móviles para confirmar o no a todos los contactos que presenten síntomas y que vivan en diferentes sitios. El riesgo es distinto por zonas, pero también la logística”. Otros expertos, sin embargo, apuntan a que establecer umbrales claros ayudaría a la cogoberananza y a que las regiones supieran mejor a qué atenerse.

En todo caso, explican los especialistas, el momento ha cambiado. “Hemos pasado una fase en la que los casos diarios servían para vigilar la curva epidémica, pero ahora cuando empezamos a desescalar, el sistema de notificación diaria tiene que ayudar a monitorizar muy rápido lo que ocurre”, comparte Pedro Gullón,  epidemiólogo y experto en Medicina Preventiva y Salud Pública. Un ejemplo es lo que ha ocurrido en La Rioja, uno de los lugares donde estalló primero la pandemia. Ha llegado a ser el territorio con mayor incidencia de casos por cada 100.000 habitantes, pero el estudio de seroprevalencia revela una cifra de población con anticuerpos alejada de las más altas (3,3%). Lo que implica que “los sistemas de detección han funcionado muy bien”, ha dicho Simón. Con un 52% de casos identificados es la comunidad que más ha detectado, muy por encima del resto.



La importancia de los tiempos

Milagros García Barbero, doctora en Salud Pública y exdirectora de Servicios Integrados de Salud de la OMS, también lo traduce en que “tenemos que tener tests suficientes y la Atención Primaria preparada para detectar los primeros casos. Un fallo en el rastreo puede ser el mayor problema”. A la espera de la decisión de Sanidad sobre los territorios que se quedaron sin pasar a fase 1 el pasado lunes, en gran parte los motivos de la negativa se debieron a esto: en Madrid no había ni protocolo en la Atención Primaria y el territorio valenciano solo realizó PCR a un 23% de los sospechosos.

La importancia de contar con un sistema robusto es crucial. Así lo está demostrando lo que ha ocurrido en Alemania o en Corea del Sur, esta última ejemplo para muchos de gestión, pero que actualmente está lidiando con un brote muy complicado de investigar, recuerda Barbero: “Ahí abrieron el confinamiento y un solo caso ha provocado 1.500”.

En este sentido, el tiempo “es esencial”, dice Ildefonso Hernández, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y exdirector General de Salud Pública del Ministerio (2008-2011). “Los tiempos se marcan desde que comienzan los síntomas de sospecha y ahí está la clave del manejo de la desescalada: la capacidad sanitaria de contención y, si fallase, la respuesta hospitalaria”. Por eso, Sanidad pide a las comunidades información pormenorizada de los días que pasan desde el inicio de síntomas hasta la consulta y el diagnóstico en casos confirmados; entre la fecha del inicio de síntomas y el aislamiento y entre la primera consulta y el aislamiento. 

En todo caso, y sobre los nuevos informes, la cuestión no es tanto que Fernando Simón pase a relatar cada mañana cuántos sospechosos de coronavirus hay en España, sino que si hay un contagio se sepa frenar la cadena de transmisión antes de que sea demasiado tarde.

De alguna manera, resume Milagros García Barbero, se trata de volver en el tiempo a la primera fase de la epidemia, cuando en febrero se repetía que estábamos en un escenario 'de contención’: en ese momento se consideraba controlado el coronavirus en España mientras los brotes se identificasen en grupos concretos, como se creía que ocurría en algunas residencias y zonas de Euskadi y la Comunidad de Madrid. “Hasta que la segunda semana de marzo se fue de las manos y era imposible seguir a toda la gente que se había contagiado”. Y eso justo fue el punto de inflexión.

Ahora, “la capacidad hospitalaria es importante, pero tenemos a los profesionales sanitarios agotados y exhaustos. Tenemos que solucionar un posible rebrote antes de que llegue ahí, reaccionando rápido”, señala la especialista, consejera de la OMS. Y por eso “tenemos tanto miedo a liberar el confinamiento. Esto no es Alemania ni Suecia, no tenemos aún aplicaciones, y ahí ya han tenido problemas. Es un peligro grave. La economía es importante y se tiene que recuperar, pero despacito y asegurando buenos resultados. No podemos volver a la espiral del confinamiento”.

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