Un año después del asesinato de Almudena: cuando el morbo tapa la violencia de género
Tenía 13 años. Iba al instituto. Vivía en El Salobral, un pequeño pueblo de Albacete de solo unas pocas calles. Se llamaba Almudena. Hace justo un año, Juan Carlos Alfaro, un hombre de 39 años que había intentado mantener una relación sentimental con ella, la abatió a tiros en una calle del pueblo, mató a otro vecino y disparó al abuelo de la menor. Almudena murió en el acto y se convirtió así en una de las víctimas mortales de violencia machista más jóvenes. Su caso no es una excepción: asociaciones y expertas alertan de que la violencia de género campa a sus anchas entre los jóvenes y, lo que es peor, nadie parece estar haciendo nada para remediarlo, al menos no a gran escala.
“Cuando ocurre un caso como el asesinato de esta chica, la sociedad se mueve, pero al final se queda en nada y ese impulso desaparece. No se está haciendo nada por frenar la violencia de género entre adolescentes. No hay programas, ni proyectos, ni herramientas específicas para, por ejemplo, intervenir en los institutos. Y si los hay, son mínimos”, denuncia la presidenta de la Federación de Mujeres Jóvenes, María Jesús Girona.
En el caso de Almudena, la movilización social fue, cuanto menos, ambivalente. Detrás de la alarma social surgió con fuerza el morbo, la culpabilización de la niña y la incomprensiónsurgió con fuerza el morbo, la culpabilización de la niña y la incomprensión. “Se está recalcando la edad y que la relación era consentida. No he escuchado a nadie hablar de una relación desigual, como no puede ser de otra manera entre una niña de 13 y un hombre de 39, en la que estaban presentes todos los componentes de dominio”, criticaba entonces Mónica Di Nuba, miembro de la Coordinadora de las Asociación de Mujeres Abogadas.
La familia de la niña se quejó en varias ocasiones de que la Guardia Civil había ignorado sus advertencias sobre la relación que mantenían y el acoso al que el asesino llego a someter a Almudena. La Guardia Civil, por el contrario, asegura que recogió todas sus denuncias, en las que la familia alertaba de la relación desigual que existía, aunque admite que también hubo llamadas de la madre quejándose de lo que sucedía. “No tomamos medidas cautelares porque no consideramos que en ese momento hicieran falta, no había indicios de delito”, asegura el capitán de la Guardia Civil Juan Manuel Burgos, que dirigió el dispositivo de búsqueda de Juan Carlos, quien permaneció escondido durante casi 48 horas y acabó suicidándose. El asesino tenía licencia de armas en regla y varias de ellas en su poder, algo que la Guardia Civil tampoco consideró un factor de riesgo. “Si no hay delito, no hay que adoptar este tipo de medidas cautelares”, insiste Burgos, que explica que las denuncias no hablaban de maltrato.
La madre de Almudena, Adela, no se imaginaba que casi un año después del peor día de su vida estaría sentada como acusada en un juzgado de Albacete. El asesino de su hija la denunció pocos días antes de cometer el crimen: la acusó de patear su coche. A pesar de que la familia de Juan Carlos había renunciado a las acciones legales, el juicio siguió adelante. Adela temblaba mientras esperaba junto a su abogado a que la funcionaria de turno dijera su nombre: la idea de sentarse junto a la familia del asesino de su hija la enfermaba. Finalmente, la propia fiscal pidió su absolución. Antes, Adela tuvo que escuchar a la madre de Juan Carlos asegurar que llevaba en el bolso la factura por los daños que ella había causado al coche, aunque renunciaba a pedir responsabilidades.
Durante este año, la familia de Almudena ha recibido atención en el Centro de la Mujer de Albacete. “Necesito tomar medicación para dormir y aun así no lo consigo”, balbuceaba el abuelo de la niña a la salida del juzgado. El abogado de la familia estudia pedir responsabilidad civil a los herederos de Alfaro, si es que su familia acepta finalmente la herencia.
Semanas después del asesinato tuvo lugar una reunión entre todos los organismos que, de alguna forma, habían intervenido en el caso (el Instituto de la Mujer, el Centro de la Mujer de Albacete, la Guardia Civil, la Policía Local y Nacional) para evaluar lo que había sucedido. “Había gente más o menos conforme con que al crimen se le denominara de violencia de género, por la controversia que aún hay sobre el término. Fue necesario insistir en ello. Estaba claro que había una relación absolutamente desigual en la que él tenía muchísima capacidad de influencia y poder sobre ella”, asegura la directora del Centro de la Mujer de Albacete, Charo Navarro.
Navarro confirma que la familia había demandado información y comentado su caso a los servicios sociales: “El caso llegó a través del programa de intervención familiar del ayuntamiento para ver qué mecanismos legales había para proteger a la niña, y se dio información jurídica. La voluntad de la niña era entonces muy fuerte y la insistencia de la familia no fue suficiente. Una vez que la cría fue consciente, planteó la ruptura de la relación”.
Almudena tenía entonces 13 años, la edad a la que comienza el consentimiento sexual. Precisamente, el Gobierno ha propuesto elevar esa edad hasta los 16 años. ¿Hubiera cambiado eso algo? “Si hay una relación entre un menor que tiene 13 años o menos puede ser constitutivo de delito, y se deberían haber investigado los hechos. En este sentido, si la edad de consentimiento hubiera sido más elevada, el caso podría haber sido más claro”, dice la presidenta de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres, Susana Martínez Novo. Esta abogada sostiene, no obstante, que en un caso como el de Almudena podrían haberse adoptado otras medidas, como órdenes de alejamiento o prohibiciones de comunicación. “Depende de lo que hubieran manifestado exactamente los padres en la denuncia. A veces están mal asesorados y no saben que hay recursos que se puede utilizar. También hay una tendencia a ser más reticente con las denuncias que no son dadas por la propia víctima”, apunta.
Jóvenes maltratadas, jóvenes maltratadores
Almudena no ha sido la única: hace apenas dos semanas otra menor de 14 años moría a manos de su exnovio, de 18, en Tàrrega (Lleida). De las 52 mujeres asesinadas por violencia de género en 2012, un 1,9% tenía entre 18 y 20 años y un 25%, entre 21 y 30. El 11,5% de los agresores tenían menos de 30 años. En lo que llevamos de 2013, el porcentaje es similar: un 2,8% de las víctimas mortales tenía entre 18 y 20 años y un 25%, entre 21 y 30 años. Entre los agresores, el 13,9% tenía entre 21 y 30 años.
Las redes sociales y las nuevas formas de comunicación son ahora las herramientas mediante las que se expresan comportamientos de siempre. “Las nuevas tecnologías son el instrumento para ejercer el control, el chantaje, el autoritarismo, los celos o la posesión, es decir, los comportamientos tradicionales. Muchas veces se las chantajea con difundir imágenes suyas en Facebook o Tuenti”, asegura la presidenta de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres, Susana Martínez Novo.
“Las conductas machistas no han desparecido, se han transformado. Muchas veces, la violencia de género entre los jóvenes no es tanto física como psicológica. Hay conductas agresivas y de posesión: acoso, control sobre dónde está la persona, si lleva o no minifalda, si va o no pintada, por qué sale así de casa, si habla con alguien... Al fin y al cabo son los celos, que es algo que en los jóvenes se ha trabajado poco y que va in crescendo”, explica María Jesús Girona, presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Jóvenes.
Tanto Girona como Martínez Novo confirman que a las mujeres y hombres jóvenes les cuesta identificarse como maltratadas y maltratadores. “Mientras a mí no me pegue, yo no estoy en esa categoría, o a mí me quiere porque me pregunta 20 veces al día dónde estoy y qué hago. Es una forma de entender el amor distorsionada, sin respeto a la individualidad y a que cada persona debe tener una esfera privada independiente de su pareja. Pero eso hay que explicárselo y hacérselo saber”, señala Martínez Novo.
La directora del Centro de la Mujer de Albacete, Charo Navarro, confirma que cada vez son más las jóvenes que acuden a los recursos que ofrecen: “Vienen incluso chicas de 13, 14 ó 15 años. Muchas veces, la violencia se ejerce de una forma muy sutil, a través del mito del amor romántico, por ejemplo, que hace que mucha gente piense que si un chico te controla o se muestra posesivo es que es amor”.
La Ley Integral contra la violenca de género incluía una parte de prevención y sensibilización que apenas se ha desarrollado más allá de campañas publicitarias periódicas.
La Federación de Mujeres Jóvenes ha comenzado la campaña 'Grabátelo', para prevenir y atajar la violencia de género entre la juventud. Por un lado, trabajan con profesionales; por otro, hacen talleres con jóvenes. “Se toman como algo natural actitudes que luego hacen difícil que creas que realmente estás sometida a la violencia. Parece que la violencia es física o no lo es. Cuando vemos con ellos vídeos que recrean este tipo de relaciones, les resulta difícil ver que hay conductas que no son normales, hacen suyo el modelo de amor romántico el modelo de amor romántico. A veces dicen: 'Ostras, esto me ha pasado a mí' o a una amiga. El objetivo es precisamente hacerles conscientes de lo que pasa en su entorno”, dice Girona.
Las expertas piden más formación entre los profesionales que trabajan con adolescentes y víctimas, y atajar estas conductas en su origen, con educación. “Las medidas asistenciales se quedan cortas porque se usan cuando el problema ya ha surgido, eso tiene que ir precedido de medidas preventivas, de educación en igualdad en escuelas e institutos”, concluye Martínez Novo.