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Los antibióticos para la gonorrea, sífilis y clamidia pierden eficacia

Bacteria Neisseria gonorrhoeae causante de la gonorrea

Teguayco Pinto

La Organización Mundial de la Salud ha pedido a la comunidad internacional que refuerce la vigilancia y el tratamiento de la clamidia, la gonorrea y la sífilis, enfermedades de transmisión sexual (ETS) en las que se observa un aumento en los casos de resistencia a fármacos.

Estas tres enfermedades infecciosas son provocadas por bacterias y, por lo general, pueden curarse con antibióticos. Sin embargo, cada vez es más difícil tratarlas porque algunos antibióticos están perdiendo eficacia a raíz de su uso indebido o excesivo. Se calcula que cada año 131 millones de personas contraen clamidiasis, 78 millones contraen gonorrea y 5,6 millones contraen sífilis.

“Son infecciones que han sido muy prevalentes a lo largo de la historia, pero que habían bajado su prevalencia precisamente por tener antimicrobioanos efectivos”, explica a eldiario.es Rafael Cantón, jefe de microbiología del Hospital Universitario Ramón y Cajal y presidente de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica.

Este especialista lamenta que la prevalencia de estas enfermedades está aumentando, “no solo porque haya más comportamientos de riesgo, sino precisamente por un aumento de las resistencia antimicrobiana de estos patógenos” y recuerda que “el esfuerzo que se ha hecho durante los últimos 80 ó 90 años con la utilización de antimicrobianos se puede ir al traste en un futuro próximo”.

El objetivo de las nuevas directrices de la OMS apunta a las autoridades sanitarias nacionales, a las que se les pide monitorear la prevalencia de la resistencia a los distintos antibióticos de las distintas cepas que circulan en la población. Una vez identificadas, se deben establecer guías que aconsejen a los médicos recetar el antibiótico que sea más eficaz con arreglo a las pautas de resistencia locales.

Sífilis: resistencia y escasez de penicilina

En el caso de la sífilis, la OMS recomienda una única dosis inyectada de penicilina benzatínica, que es considerado como el tratamiento más eficaz, es más barato que los antibióticos orales y no solo elimina la bacteria, sino que también previene la transmisión de la infección de madres a hijos en mujeres embarazadas. En 2012, la transmisión materno-infantil de la sífilis provocó aproximadamente 143.000 muertes fetales precoces o nacimientos de niños muertos, 62.000 muertes neonatales y 44.000 nacimientos prematuros.

Sin embargo, en la actualidad hasta 30 países están teniendo problemas a la hora de suministrar la vacuna a las mujeres que lo precisan. Un estudio publicado el pasado mes de julio en la revista PLoS One estima en más de 350.000 el número de dosis necesarias para cubrir las cifras de vacunación recomendadas por la propia OMS.

Si no se proporcionan esta vacunas, el estudio estima que más 37.000 niños nacerán muertos y se producirán más de 15.000 muertes neonatales. Además, la enfermedad se propagará con otros 34.000 casos de sífilis congénita, lo que aumentará la propagación de las cepas resistentes.

La 'supergonorrea' llega a Reino Unido

Otra de las bacterias que está ganando mucha resistencia es la Neisseria gonorrhoeae, responsable de una de las enfermedades de transmisión sexual más comunes. Para esta tipo de infecciones, la OMS aconseja estudiar las resistencias locales, pero desaconseja las quinolonas (una clase de antibiótico) debido a la frecuencia elevada de la resistencia.

La alarma ya saltó en abril en Reino Unido, cuando el servicio de salud pública británico anunció que se había detectado una 'supergonorrea' resistente a la azitromicina, un antibiótico de uso habitual para las ETS. Finalmente, los médicos frenaron la infección con otro fármaco, pero, según advirtió el servicio de salud británico, si este último antibiótico no hubiera funcionado se habrían quedado sin alternativas.

Una vez llegado a este caso, “el tratamiento se complica”, explica el doctor Cantón, ya que “la alternativa sería empezar a utilizar asociaciones de varios antibióticos, dando dosis que son más elevadas y que pueden producir efectos secundarios”.

Según este especialista, “el problema de algunas de estas cepas es que no solo son resistentes a la azimtromicina, sino que también pueden llegar a responder peor a otros antimicrobianos”. Esta acumulación de resistencias se debe a un fenómeno denominado efecto multiplicador, que en el ámbito de la microbiología también es conocido como capitalismo genético. “De igual forma que en el capitalismo el que es más rico tiende a acumular más riqueza, en este caso el que tiene más resistencia tiende a acumular más resistencias, volviéndose multirresistente”, explica Cantón.

Un problema global

La resistencia a los antibióticos por parte de algunas bacterias es un problema sobre el que ha incidido la OMS en los últimos años y que ha sido calificado por la directora general del organismo, Margaret Chan, como una “crisis sanitaria global” y “uno de los mayores desafíos para la salud pública”.

Pero no solo los organismos sanitarios están centrando su atención en este problema. El próximo 21 de septiembre tendrá lugar una reunión de alto nivel de Naciones Unidas sobre la resistencia a los antimicrobianos. Es la cuarta vez en la historia de la ONU que se discute en la Asamblea General un tema relacionado con la salud. Los anteriores fueron el VIH, las enfermedades no transmisibles y el ébola.

Solo en EEUU o Europa, las infecciones por bacterias superresistentes provocan la muerte de unas 25.000 personas cada año y algunos estudios sugieren que, si la resistencia sigue creciendo al ritmo actual, en 2050 morirán más de 10 millones de personas en todo el mundo por infecciones que antes se podían tratar, con más 400.000 muertes anuales solo en Europa.

La aparición de estas variedades resistentes es algo natural. Sin embargo, los seres humanos estamos acelerando el proceso y cada vez más bacterias son resistentes a los fármacos que disponemos. El no terminar los tratamientos, la utilización de antibióticos para infecciones víricas, como catarros o gripes, o su uso excesivo, como en el ámbito de la ganadería, son algunos de los principales errores que se cometen.

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