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Las comunidades rastrean los casos sospechosos a un nivel “muy bajo” en plena oleada de rebrotes, con Catalunya y Madrid a la cola

Raúl Rejón / Belén Remacha / Raúl Sánchez

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El rastreo de las personas que han tenido contacto estrecho con casos sospechosos de COVID-19 en España permanece lastrado. La mediana está en una persona por caso en todo el territorio, según el último informe de situación del Instituto Carlos III fechado el 15 de julio y que llevaba un mes y medio sin publicarse. Eso significa que por cada individuo con probabilidades de estar infectado, lo más habitual es que se localice e investigue a una persona. Teniendo en cuenta que la identificación de positivos y el rastreo de sus contactos están en la base del control de la pandemia, la mediana actual “es muy baja”, según analizan los epidemiólogos con los que ha contactado elDiario.es.

Los contactos identificados por caso es uno de los principales indicadores sobre estado de la pandemia en España, según el análisis del ISCII. Son los servicios epidemiológicos o de salud pública de las comunidades autónomas los encargados de llevar a cabo ese plan de detección y rastreo precoz de la COVID-19. Por eso, el informe refleja diferencias notables entre administraciones regionales. Si a la cabeza están Canarias, Andalucía y la Comunitat Valenciana con una mediana de identificaciones de 6 y 5 contactos por caso, a la cola están Catalunya con 0 y Madrid, Castilla-La Mancha y Asturias, con 1. Las ciudades autónomas tienen una circunstancia peculiar ya que Ceuta está en 6 y Melilla en 13.

Con todo, los números por sí solos no reflejan la situación completa: las circunstancias de cada comunidad también influyen en su cifra final. La mediana es el valor de una serie que deja el mismo número de valores por encima y por debajo. En este caso, de contactos identificados por sospechoso. El uso de la mediana evita una distorsión de cifras por la existencia de algún valor extremo muy exagerado. Por ejemplo, que en una comunidad se hubiera rastreado alguna vez a medio centenar de contactos de un caso a pesar de que lo habitual fuera hacerlo con dos o tres personas.

comparacion de contactos rastreados y efectividad del rastreo



Así, por ejemplo, en las grandes ciudades como Madrid o Barcelona “el rastreo es más difícil”, por razones de población y movilidad, como recordaba este jueves el director del Centro de Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, por lo que en estas zonas podrían necesitarse recursos extra para el seguimiento. En Asturias la circulación del virus cayó a nivel cero: el 29 de junio encadenó dos semanas seguidas sin casos positivos. El 14 de julio el Gobierno asturiano informó de un foco de cinco personas, los primeros desde el final de mes anterior.

Al epidemiólogo Pedro Gullón le llama la atención, precisamente, “la variabilidad entre comunidades”. La achaca, por un lado, a la “mejor preparación” de unos servicios de salud pública sobre otros. Y en segundo lugar a que “es un resultado preliminar”: al estar dando el ISCIII datos desde el 11 de mayo, “se están mezclando situaciones epidemiológicas muy diferentes. No es lo mismo el número de contactos que se tiene ahora que a mediados de mayo, cuando mucha gente solo había visto a una, dos o tres personas”. Con todo, el miembro de la Sociedad Española de Epidemiología entiende que “lo lógico es que cuantos más contactos se rastreen, más casos se identifiquen. Así que es mejor cuantos más casos se investiguen”.

“Lo lógico sería que hubiera un mínimo de dos contactos localizados por caso, al menos, los convivientes”, reflexiona el ex director general de Salud Pública, Ildefonso Hernández, teniendo en cuenta, además, el cambio de perfil en el tipo de contagiados, que son más jóvenes y la idiosincrasia de este grupo: tienden a vivir en la casa familiar y a socializar más. “Y lo razonable sería estar en torno a cuatro” para hacer un rastreo más profundo, añade. Cosa distinta, indica el epidemiólogo, es en los lugares “donde se pueda acotar el brote y llegar tan rápido a los casos sospechosos que estos solo hayan podido contactar con una persona o ninguna”. No parece el caso de Catalunya, donde lidian con dos focos con “cierta transmisión comunitaria”, como definía Fernando Simón sobre el Segrià y el área metropolitana de Barcelona.



El rastreo, clave para la nueva normalidad

Toda la estrategia para convivir con el coronavirus de la COVID-19 al tiempo que se va reactivando la actividad económica y social se basa en cortar de raíz las cadenas de transmisión de la enfermedad. El plan pasa por “realizar un diagnóstico temprano en los contactos estrechos que inicien síntomas y evitar la transmisión en periodo asintomático y paucisintomático [con pocos síntomas]”, según explicaba el plan de detección precoz preparado por el Ministerio de Sanidad antes de comenzar la desescalada del confinamiento. Las comunidades autónomas son las encargadas de aplicarlo.



Ante la mera sospecha de que una persona pueda estar infectada, las comunidades autónomas tienen que disparar el rastreo. De manera inmediata hay que identificar a quienes convivan con ese caso sospechoso para evitar que salgan a la calle y se muevan: son los que más probabilidades tienen de haberse contagiado y, por tanto, extender el virus. La búsqueda de contactos no-convivientes puede esperar a tener la confirmación de si la sospecha se materializa o no, pero el test PCR debe llegar en cualquier caso en 24 o 48 horas. Si los servicios sanitarios se están demorando más tiempo, los rastreadores deberán buscar a esas personas para que inicien una cuarentena hasta saber si han estado cerca de un enfermo de COVID-19. Todos estos grupos deben estar en el radar de los sistemas de salud pública autonómicos. En caso de que la prueba diera negativo, se libera a estar personas de aislarse: no hay cadena de transmisión. Pero en caso contrario, ese control es la manera de impedir que los contactos diseminen la enfermedad.

“Una vez más se pone de relieve que el refuerzo de los servicios de salud pública o no están llegando o todavía se están formando”, resume Ildefonso Hernández. El epidemiólogo incide en que no se trata solo de una cuestión del número de rastreadores sino de su cualificación. “Imagina el caso de este muchacho que se ha contagiado en una discoteca de Córdoba. Ahora hay que contactar con cientos de personas, llamarles, hacerles un cuestionario, citarles para la prueba....¿Quién hace todo eso?”

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