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Educación sexual: la clave para la igualdad que muchos proyectos se esfuerzan por llevar a las aulas en España

Al Sex Education Film Festival celebrado este enero en Terassa han acudido 2.300 adolescentes de 14 institutos de la localidad.

Ana Requena Aguilar

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Mucho ruido y pocas nueces es una frase hecha que bien podría servir para describir lo que sucede en España con la educación sexual. A pesar de los diagnósticos que la señalan como una pieza clave para prevenir el machismo, las relaciones violentas, la violencia sexual o los problemas de autoestima de la gente joven, la realidad es que la educación sexual sigue siendo la asignatura pendiente: ni su implantación es general ni su calidad está asegurada. Con pocos recursos y en un contexto en el que las reacciones ultra han puesto a la educación sexual en el punto de mira, muchos profesionales buscan la manera de acercar enfoques interesantes y positivos a los adolescentes, desde talleres en las aulas a la divulgación en redes sociales, los libros o el cine.

La subdirectora de la Federación de Planificación Familiar-SEDRA, Raquel Hurtado, cree que sí existe una conciencia de que la educación sexual es importante pero de manera muy “abstracta”. “No se tiene muy claro qué es, y eso hace que el imaginario social lleve a la idea de la prevención de riesgos, embarazos no planificados, saber poner un condón… y obviando algo muy importante que tiene que ver con el bienestar, con la salud entendida en su sentido amplio, con la igualdad, con la transformación social…”, explica. Hurtado percibe que es, precisamente, cuando estos temas se introducen en los talleres cuando disminuye el apoyo a la educación sexual “y aparece el rechazo y la sospecha”.

Desde SEDRA organizan talleres para los centros escolares, tanto para alumnado como para familias: “La demanda de los centros suele ser hablar de riesgos y prevención, pero eso no permite que la gente joven adquiera habilidades específicas ni que cambie su idea respecto algunas cuestiones, por eso, ampliamos el foco para hablar de la identidad, de la orientación del deseo, de cómo nos enamoramos, de la atracción, del encuentro erótico, de la comunicación con los demás, de las redes sociales y su efecto en los modelos de belleza… Buscamos apartarnos de un enfoque en el que solo aparezca el riesgo”, explica Hurtado.

Roberto Sanz es psicólogo y sexólogo de la Fundación Sexpol y también se dedica a llevar la educación sexual a las aulas. “Hacemos talleres de tres sesiones, a veces son dos y a veces nos piden que lo hagamos en una. A eso ya nos negamos porque es imposible hacer nada en ese tiempo”, dice. Sanz se queja de que la educación sexual es muy escasa, siempre relegada a horas esporádicas, durante las tutorías e impulsada normalmente solo cuando hay centros o profesoras y profesoras concienciados.

“Esperan que les enseñemos a poner un condón, y a veces lo hacemos y otras no, depende del grupo. Hacemos un planteamiento muy abierto y damos una base sobre la que puedan organizar sus ideas y actitudes. Hablamos de diversidad, de igualdad, de porno, de masturbación, de la comunicación, del placer, de la reproducción. De que todo acercamiento sexual es un acercamiento emocional. Huimos de enfoques culpabilizadores, de ‘bien’ y ‘mal’ sino de valores a trabajar y de conocimiento”, cuenta.

En todos los casos los talleres están adaptados a la edad del alumnado y si bien, tanto Hurtado como Sanz, aseguran que suelen solicitarse para adolescentes a partir de 14 años, lo ideal es empezar mucho antes. “Desde Primaria deberíamos estar hablando del cuerpo, de la relación con los otros, de poner límites, de educación emocional para que puedan expresar mejor lo que les ocurre y lo que quieren, de negociar desacuerdos”, apunta Hurtado. Los dos sexólogos coinciden también en que las resistencias a la educación sexual han empeorado en los últimos años, ligados a discursos que la asocian con “adoctrinamiento” o con “convertir” a niñas y niños “en algo que no son”.

Más allá de las aulas

Empezar pronto esa educación sexual es también la consigna de Anna Salvia, psicóloga, educadora sexual y autora de una colección de tres libros: La regla mola, El semen mola, El porno no mola (Editorial Montena). Los tres están ilustrados por la ilustradora Menstruita, que los llena de imágenes que, como el texto, son claras, explícitas, entretenidas y amables. Están basados en su trabajo diario con familias, alumnado y profesorado y hablan de manera “clara, directa y divertida” para dar información a los menores pero también a los adultos que los acompañan y que pueden no tener esos conocimientos.

Salvia defiende que es clave explicar las cosas “antes de les que pasen” para que puedan llegar con información, preparados y sin miedos. “La educación sexual no es una conversación de un momento, sino muchas y desde muchos ángulos. Hay temas que han sido tabú durante mucho tiempo y aunque hay gente con ganas de romperlos no tienen la información que ahora les gustaría trasladar. De hecho, el pilar principal de la educación sexual debería estar en la familia, que es la transmisora de los valores. El sistema educativo es el que debe garantizar que, independientemente de lo que hayas tenido en tu casa, accedas a una serie de conocimientos”, afirma la autora.

Leer los libros con niños y adolescentes es una manera de “abrir una puerta”, de mostrar que el adulto está abierto a la conversación y de combatir lo que Salvia cree ha sido una característica de la poca educación sexual que ha habido hasta ahora: la soledad.

La mitad de los y las jóvenes de entre 16 y 29 años que viven en España asegura que no han recibido educación sexual de calidad, según una encuesta de la Fundación FAD. Otro estudio, en este caso de Instituto de las Mujeres sobre la sexualidad de las jóvenes de entre 18 y 25 años, mostraba que un tercio de ellas ni siquiera habían accedido a programas de educación de sexual en sus lugares de estudio. El 50,7% de las que sí habían recibido alguna formación sexual le daba una nota inferior al aprobado.

El Sex Education Film Festival ha celebrado este enero de 2024 su cuarta edición en la ciudad de Terrassa (Barcelona). Durante varios días proyectan 45 documentales en un cine al que en total han acudido unos 2.300 adolescentes de 14 institutos de la ciudad y alrededores. “No todos están dirigidos a adolescentes pero sí una gran parte. Los que hemos seleccionado hablan de descubrirse a uno mismo, de la aceptación, de género, de las primeras relaciones de pareja, de la diversidad sexual, de problemas que pueden aparecer y de infecciones de transmisión sexual”, relata uno de los directores del Festival, Iván Albacete. El feminismo y el enfoque de derechos LGTB están muy presentes en los contenidos, añade.

Hay dos tipos de sesiones para adolescentes: unas dirigidas a alumnos de primero y segundo de ESO, y otras para quienes ya están en tercero y cuarto y también en Bachillerato. Después del visionado, el Festival organiza un espacio de reflexión y preguntas junto con una sexóloga y con organizaciones asociadas. Saben, eso sí, que no todas las dudas salen cuando hay público, por eso en esta edición han inaugurado los cuestionarios anónimos. A partir de las preguntas que chicas y chicos dejen en ellos, grabarán vídeos de un minuto que distribuirán después en los centros.

“Siempre tenemos muy buen feedback. Lo pusimos en marcha precisamente porque queríamos hacer un proyecto social y vimos claro que esto era una necesidad, que las charlas son escasas”, cuenta Albacete. Cada año contactan con las direcciones de todos los centros para ofrecerles acudir. No todos responden. A pesar de que la mitad de los institutos de Terrassa son concertados, solo uno de ellos ha participado alguna vez.

Isabel Duque, también conocida como la Psicowoman, no solo va a las aulas; también lleva la educación sexual a las redes desde su canal de YouTube y su cuenta de Instagram. Allí responde preguntas que le envían, hace directos y va sugiriendo contenidos de calidad. “Es también una manera de dar continuidad a los talleres que doy en las aulas, en los que muchas veces no da tiempo a responder a todo o en los que no se pueden abrir ciertos melones. Las generaciones de hoy buscan información de calidad, crítica, inclusiva. Yo creé mi canal para generar un espacio de contrainformación en un momento en el que había un discurso muy homogeneizado”, dice. Duque critica que a veces los talleres que se ofrecen están muy centrados en el miedo o las enfermedades o son impartidos incluso por personal que no está formado en sexología.

“Lo bueno es que ahora hay mucha conciencia y se está solicitando mucho. Pero hay que diferenciar entre hablar de violencia sexual y hablar de educación sexual, que es hablar de escuchar, de comunicación, de deseo, de cuidados… aunque por supuesto también hablo de consentimiento. La primera parte siempre la hago con cosas que me hubiera gustado que me contaran a mí a su edad y recojo también sus preguntas anónimas”, explica la sexóloga que, no obstante, alerta también de un miedo creciente en los centros a las reacciones de las familias.

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