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El “engaño” de la enseñanza semipresencial en parte de la Secundaria y el Bachillerato no convence a nadie

Alumnos durante una clase semipresencial.

Daniel Sánchez Caballero

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Todos los días parecen viernes en la Secundaria este curso. La enseñanza semipresencial decretada por las comunidades autónomas con carácter general en toda España para 3º y 4º de la ESO y 1º de Bachillerato –hay excepciones, como Castilla y León o Catalunya hasta esta semana, donde se garantizaba la presencialidad, pero las últimas medidas se la han llevado por delante– ha alterado la organización de los centros, duplicado el trabajo de los profesores y eliminado cualquier atisbo de orden académico para los alumnos, que van a clase un día sí y otro no. “Y piensan que, como al día siguiente no tienen que venir, es viernes. Y los viernes no se hace mucho” porque llega el fin de semana, explica Javier Igual, profesor en un instituto de Madrid. “Y luego llega el viernes real y lo que queda por delante es un puente hasta que tienen que volver”, porque si han ido el viernes hasta el martes no les toca.

Y se da la paradoja, continúa este docente, de que los chicos tienen la opción de trabajar menos, pero a él le toca el doble. Confirma esta impresión Cristina Alquézar, en Teruel. Esta profesora tenía dos cuartos de la ESO a principio de curso. O eso creía. Porque los dos cuartos, cuenta, se subdividieron cada uno en dos grupos, azul y amarillo, que acuden alternativamente a clase: una semana uno va lunes, miércoles y viernes y el otro martes y jueves. La semana siguiente se cambian. Y los grupos se desfasan, unos avanzan más y otros menos. A unos les cae un festivo, a los otros no. “A la semana de empezar concluí que tengo cuatro cuartos, no tengo dos, y eso implica preparar cuatro clases semanales. Y aún no sé qué tipo de examen haré, pero tendré que preparar cuatro en vez de dos”, cuenta.

Unos días después de esta conversación, Alquézar recibirá una buena noticia: la Consejería de Educación de Aragón ha aceptado la petición de su centro y otros de pasar a la presencialidad completa. Es una buena noticia, corrobora esta profesora, pero que sirve también para constatar lo arbitraria que resultó en origen la imposición de la semipresencialidad para todos sin mirar circunstancias concretas. La Consejería no ha explicado a qué se ha debido el cambio de criterio. Ella se ha librado. Para el resto, estos problemas siguen siendo muy reales.

Con carácter general, explica el profesor Mariano Martín Gordillo, que ejerce en Asturias, la enseñanza a distancia se está traduciendo en apostar “por el modelo de clase invertida o por que en el techo de cada aula se instale una cámara para que desde sus casas los alumnos ausentes sigan en directo la clase en modo telepresencial (valga el oxímoron)”. Y ninguna de las dos es adecuada. “Aunque ambas formas de semipresencialidad puedan nombrarse como educación online, apostar por esa pseudotelepresencialidad, con medio grupo en el aula y otro medio en casa en días alternos, supone un modelo centrado en el docente y en su actividad de enseñanza en lugar de un modelo de aprendizaje centrado en los alumnos”, reflexiona.

Para el alumnado, cada uno presenta sus propios problemas. El primer modelo consiste básicamente en mandar tareas a los alumnos, que se autogestionan como les apetezca bajo la atenta mirada de... nadie. En el mejor de los casos, unos padres que se puedan quedar en casa por las mañanas o una academia. En el segundo hay problemas muy terrenales. Una simple conversación por videoconferencia con la alumna Elena, desde su aula, sirvió para demostrar uno muy evidente: la acústica de las clases, grandes espacios sin apenas mobiliario, no es la ideal. Eso cuando todo va bien. Los problemas con las redes, anchos de banda insuficientes, falta de equipos, etc. se sitúan habitualmente, en un parque de centros públicos envejecido y apenas mantenido por la recurrente falta de inversión acumulada durante años (tenemos hoy en España el mismo presupuesto para Educación que hace 10 años), como la primera barrera para la enseñanza a distancia. Tampoco llegó nunca, al menos no de momento, el equipamiento informático prometido por el Ministerio de Educación.

El clamor se va extendiendo. Por toda España se suceden las denuncias para que se acabe con esta práctica: las familias de Murcia, reunidas en torno a la FAPA, han acudido a los tribunales; su homóloga madrileña ha decidido hacer lo propio ante el Defensor del Pueblo; a escala de centro los casos se multiplican por el territorio. “Vulnera el derecho universal a la educación y a la equidad, regulados en la Constitución y se está favoreciendo también la precarización porque no todas las familias tienen los medios para ayudar a sus hijos en la formación virtual”, cuentan desde la FAPA murciana, que agrupa a 450 colegios de la región. Su caso es especialmente sangrante: es la única comunidad de España que ha implantado la semipresencialidad desde Infantil. “Todo lo que no sea presencial al final no es efectivo. La asistencia a clase es fundamental, el contacto con los maestros, el convivir, el socializar. Al final esto provoca una desmotivación que puede terminar en un absentismo”, cuenta Mariola Sanz, presidenta de la Asociación de Directores de Educación Primaria. La mala noticia es que, con la segunda ola desbocándose por España, todo apunta, como ha sucedido en Catalunya, que si hay algún movimiento será en la dirección contraria a la deseada.

“Es un engaño”

Javier Igual cree que la situación es “un engaño para las familias”. “Les han dicho que todo está resuelto porque los chicos tienen semipresencialidad. Pero el engaño es que el alumnado la tiene, pero los profesores no. No hay nadie al otro lado cuando están en casa porque nosotros estamos en clase”, expone. Los alumnos están solos en sus casas, asistidos por sus padres en el mejor de los casos. Otros, cuenta Alquézar, han optado por apuntar a sus hijos a academias por las mañanas los días que no tienen clase presencial. “Están contratando personas para que hagan de guía de lo que en principio tendría que estar haciéndose en el aula. Es una barbaridad y una desigualdad, se lo paga quién puede”, valora.

El resto se apaña como puede. Y muchos no están preparados (académicamente) para ello. “Está siendo complicado”, admite Elena, estudiante de 4º de la ESO de 14 años. “No estamos acostumbradas a estudiar así en casa, es algo nuevo y nos está costando adaptarnos. A todos. Antes no habíamos estado nunca trabajando con el ordenador. Y de la nada pasamos a estar de nueve de la mañana a tres de la tarde”, cuenta.

A su lado, en el otro extremo de la videoconferencia, su profesora Alquézar lo explica: “Esta supuesta autonomía que les estamos pidiendo no se tiene en el instituto. Es el problema más grande que vemos. Es en el instituto donde poco a poco se va adquiriendo esa autonomía, esa capacidad de organización para trabajar uno solo. También es una cuestión de edad. La responsabilidad se está adquiriendo ahora, pero es en el primer y segundo año de Universidad cuando la autonomía se asienta”, comenta.

Y mientras... cada uno, como puede. “Si tienes dificultades académicas, todo esto se hace un mundo. Si a un alumno le cuesta la comprensión escrita, y esto pasa en 3º y 4º, y muchas de las tareas que les mandamos son por escrito ya parten de que ni siquiera entienden qué tienen que hacer”, explica Alquézar.

El mayor reproche que hacen profesores y familias, además del hecho en sí, es que esta vez ni siquiera se puede achacar la decisión a la necesidad de improvisar que sí hubo en marzo. Y que, con carácter general, se ha aplicado por igual a todos los alumnos, aunque tuvieran conocidas dificultades de aprendizaje. “Se sabía, tuvimos dos meses y medio de confinamiento desde marzo y se comprobó que este tipo de alumnado es incapaz de trabajar por sí solo. No hacen nada, y encima ahora los padres no están en casa y hacen aún menos”, lamenta la profesora de Teruel.

La queja se repite en Madrid. “El consejero de Educación, Enrique Ossorio, recalcó en la Comisión de Educación del pasado 16 de septiembre, que 'la presencialidad es esencial', y pese a ello, no se han puesto los medios necesarios para que esto sea una realidad”, cuentan desde la FAPA Giner de los Ríos. Más aún, entrado ya el curso, el consejero defiende que todo va estupendamente, según afirmó la semana pasada en la Asamblea. Palabra de consejero.

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Este artículo se ha editado a las 13.10 para añadir que en Castilla y León las clases son presenciales.

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