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La extrema derecha agita un bulo contra la boxeadora olímpica Imane Khelif, a la que acusa de ser un hombre

Imane Khelif y la italiana Angela Carini tras el combate.

Marta Borraz

1 de agosto de 2024 20:45 h

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Últimamente no hay Juegos Olímpicos sin escrutinio público sobre qué mujeres pueden o no competir en ellos. La última polémica se ha desatado en París este jueves, cuando la boxeadora italiana Angela Carini decidió retirarse del ring a los 46 segundos de empezar el combate contra la argelina Imane Khelif tras recibir un fuerte golpe. “Esto no es jugar en igualdad de condiciones”, declaró la deportista. El asunto ya sobrevolaba desde hace días, pero en las últimas horas ha explotado llenando las redes sociales de comentarios que se refieren a Khelif como persona trans y la acusan de hacer trampas por “ser un hombre participando entre mujeres”.

Los mensajes, que fundamentalmente vienen de voces de la extrema derecha y del feminismo contrario a la autodeterminación de género, van en la misma línea: aseguran que Khelif es “un hombre biológico” o “un varón XY, diga lo que diga su pasaporte” y que Carini ha sido “obligada a luchar contra un hombre”. Lo que critican duramente es que el Comité Olímpico Internacional (COI) deje competir en la categoría femenina tanto a Khelif como a la también boxeadora taiwanesa Lin Yu-ting –que peleará este viernes en peso pluma– después de que la Asociación Internacional de Boxeo (IBA, en inglés) las expulsara del Mundial de 2023 por no superar sus pruebas de elegibilidad de sexo.

Más allá de los prejuicios contra las personas trans que dejan entrever los comentarios, la cuestión es que Khelif no lo es. El COI ha apuntado en un comunicado este jueves a que se están publicando “informaciones engañosas” sobre “ambas deportistas mujeres” que compiten “desde hace muchos años en la categoría femenina”. La cuenta de noticias Algérie Football Média, ha informado de que la boxeadora tiene hiperandrogenismo, una condición que implica tener niveles de testosterona naturales superiores a la media. Esto “la llevó a ser descalificada” en el Mundial, pero desde entonces la deportista “está en tratamiento”, publicó la cuenta en X (antes Twitter) acompañando el comentario de una foto de ella cuando era pequeña.

Esta condición se engloba en lo que habitualmente se conoce como casos de “variaciones de las características sexuales”, un término que hace referencia a quienes han nacido con un nivel cromosómico, hormonal o de anatomía sexual que no se ajusta a los cánones médicos y sociales para los cuerpos femeninos y masculinos. Históricamente, estas mujeres han sido objeto de “pruebas de verificación de sexo” por parte de los organismos deportivos y han atravesado escrutinios públicos sobre su identidad de género, apariencia e incluso comportamiento.

“A veces nos olvidamos de que detrás de los y las deportistas hay seres humanos. En el momento en que perdemos esa perspectiva, se pierde la esencia del deporte. Estas cosas pueden hacer mucho daño y a quienes lo sufren ya les supone un obstáculo para la competición”. Son las palabras de María José Martínez Patiño, que sabe bien de qué habla. La exatleta fue apartada de las pistas en los años 80, en la cúspide de su carrera, tras conocerse que en una de las pruebas de verificación de sexo a la que le sometieron portaba cromosomas XY. Tras el calvario al que fue sometida, ganó el caso y volvió a competir.

Patiño, que hoy es investigadora de la Universidad de Vigo y asesora del Comité Olímpico Internacional, acaba precisamente de volver de París, pero se muestra indignada con los comentarios que se refieren a Khelif como hombre por “ser XY” y lo que defienden que, por ello, debería no poder competir en la categoría femenina. “Estamos en el siglo XXI, en el año 2024, los cromosomas no son ningún argumento para no dejar competir a una mujer. Eso es algo de hace décadas, del pasado. Las opiniones son libres, pero por favor, tengamos rigor científico”, esgrime la atleta.

Aún así, la polémica ha tomado tintes globales y a las acusaciones se han sumado representantes como el presidente de Argentina Javier Milei o el director ejecutivo de Tesla, Elon Musk, quien ha dicho: “Los hombres no pertenecen a los deportes femeninos”. También la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se ha referido al asunto comentando que “la abolición de la mujer es injusta y perversa”. Ya el miércoles, la ministra italiana de Familia y Natalidad, Eugenia Roccella, había mostrado su disconformidad al decir de ellas que son “dos transexuales, hombres que se identifican como mujeres”.

Por su parte, organizaciones feministas agrupadas en el Consorcio Internacional del Deporte Femenino, del que forma parte la española Alianza Contra el Borrado de las Mujeres, han suscrito una carta dirigida al presidente del COI, Thomas Bach, asegurando que Khelif y Lin Yu-ting “son hombres”. También deportistas como la extenista Martina Navratilova o la nadadora Sharron Davies se han unido a la petición y le han reclamado que el organismo no les permita participar con contrincantes mujeres.

De dónde viene el caso

Ambas boxeadoras fueron expulsadas del Mundial de boxeo de 2023, disputado en India, tras aplicar a las deportistas las llamadas “pruebas de verificación de sexo”, que han sido aplicadas desde hace décadas a las mujeres y que ahora se debaten fundamentalmente por la inclusión de las mujeres trans en el mundo del deporte. En el pasado, este tipo de pruebas llegaron a basarse incluso en obligar a las atletas a posar desnudas para un examen visual mientras que actualmente es habitual que se imponga un límite de testosterona en el cuerpo y deban reducirla si no lo cumplen aduciendo una ventaja competitiva sobre sus compañeras.

En el caso del Mundial de boxeo del año pasado, la Asociación Internacional de Boxeo (IBA) ha declarado en un comunicado este jueves que no sometió a las atletas a un examen de testosterona, sino a una prueba “separada y reconocida” cuyos detalles “siguen siendo confidenciales” y que indicó “de manera concluyente que ambas no cumplían con los criterios de elegibilidad necesarios”. Según aseguró en su momento su presidente, Umar Kremlev, a la agencia rusa de noticias TASS, a Khelif y Lin Yu-ting se les habían realizado “pruebas de ADN” que dieron como resultado que “tienen cromosomas XY”, dijo acusándoles de “estar tratando de engañar a sus compañeras haciéndose pasar por mujeres”.

La cuestión no tuvo más recorrido y, de hecho, ambas ya habían competido en los Juegos Olímpicos de Tokio en 2021 sin polémica y sin obtener medalla. Tras ser expulsadas por la IBA, siguieron compitiendo hasta lograr su pase a París, sin embargo, en los juegos actuales no es la Asociación Internacional de Boxeo la que está regulando la competición, sino la Unidad de Boxeo de París del COI. Esto es así porque el organismo dejó de reconocer a la IBA por sus casos de corrupción.

En este contexto, el Comité ha decidido permitir que las dos boxeadoras participen sin ahondar ni detallar qué criterios ha utilizado para llegar a esta conclusión. En un comunicado emitido este mismo jueves, el organismo asegura que ambas cumplen los requisitos, para los que se han usado “las reglas de boxeo” aplicadas en Japón hace tres años “en base” a las de Río 2016. “Todas las atletas que compiten en categoría femenina cumplen con las reglas de elegibilidad de la competencia”, afirmó el portavoz del COI Mark Adams.

El organismo asegura que se ha publicado “información engañosa” sobre las dos boxeadoras y que ambas “han estado compitiendo en competiciones internacionales durante muchos años en la categoría femenina”. El COI cree que lo que llama “agresión actual” contra ambas “se basa” en una decisión, dice en referencia a su expulsión por parte de la Asociación Internacional de Boxeo, “que se tomó sin ningún procedimiento adecuado”. “Fueron víctimas de una decisión repentina y arbitraria de la IBA”, afirma. “Las reglas no deben cambiarse durante la competición y cualquier debe seguir procesos apropiados y basarse en evidencia científica”, añade.

“Hay muchas deportistas XY”

Los casos de Khelif y Lin Yu-ting no son los primeros. Es muy sonado el de la atleta sudafricana Caster Semenya, que tiene hiperandrogenismo y que batalla en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos después de que la World Athletics decidiera impedirle competir si no reduce el nivel de testosterona que produce su cuerpo naturalmente. Ella se niega, argumenta que ha nacido así y que es una mujer.

Para Patiño, es importante diferenciar estas situaciones de las que atraviesan las personas trans, cuya participación en competiciones deportivas se ha convertido también en un debate internacional. “Esta es una cuestión médica y genética”, remacha la experta.

De hecho, la variabilidad es enorme y hay mujeres con cromosomas XY que tienen insensibilidad completa a los andrógenos, es decir, tienen una respuesta nula a la testosterona, por lo que no tendrían la ventaja competitiva que supuestamente se asocia a ella. “Hay muchísimas deportistas con cromosomas XY que están participando, afortunadamente en los juegos de París y no lo sabemos”, apunta Patiño, que cree que el COI “hace muy bien” en no dar más detalles sobre los casos de Khelif y Lin Yu-ting: “Nos olvidamos de que estamos hablando de un tema médico confidencial que forma parte de su intimidad. Es ajustado que se diga que pueden competir y punto”.

La experta se pregunta, además, qué hubiera pasado si las boxeadoras fueran de países occidentales o respondieran a determinados cánones estéticos. “Me lo pregunto porque quizá si fueran alemanas o estadounidenses ni nos hubiéramos enterado”, concluye.

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