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Las impresoras 3D trabajan a contrarreloj contra el coronavirus

Fotografía facilitada por los voluntarios de Colmenar Viejo. Una docena de vecinos de esta localidad tienen estos días a pleno rendimiento sus impresoras 3D, tras haberse retado a fabricar a contrarreloj 2.000 viseras homologadas que serán repartidas al personal sanitario y de seguridad para protegerse del coronavirus, a falta de suficientes equipos de protección individual (EPI).

EFE

Colmenar Viejo —

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Una docena de vecinos de Colmenar Viejo tienen estos días a pleno rendimiento sus impresoras 3D, tras haberse retado a fabricar a contrarreloj 2.000 viseras homologadas que serán repartidas al personal sanitario y de seguridad para protegerse del coronavirus, a falta de suficientes equipos de protección individual (EPI).

El plan daba sus primeros pasos el pasado viernes, cuando varios miembros de la Asociación Defensora de los Animales Abandonados de Colmenar Viejo (Adaac) que disponen de impresoras 3D escucharon en las noticias que esos aparatos permitían diseñar elementos de seguridad frente al Covid-19.

Rápidamente, los voluntarios decidieron aparcar temporalmente sus tareas y consiguieron los patrones y diseños de unas viseras que, según les han confirmado, están homologadas por Sanidad y pueden ser sustitutos de las tradicionales gafas y mascarillas que los sanitarios usan para escudarse contra el virus.

“En este estado de alarma, y en la lucha contra el coronavirus, nuestro objetivo ahora es imprimir lo máximo en el menor tiempo posible”, asegura a Efe una de las integrantes de Adaac y dueña de unas de estas cotizadas impresoras, Esther Rodríguez.

Conscientes de lo valiosa que podría ser su aportación en estos momentos, estos colmenareños se coordinaron y pasaron todo el fin de semana imprimiendo y montando los aparatos, lo que les ha permitido entregar 55 de estas pantallas-visera de protección.

Además, este lunes están fabricando y repartiendo otras 72, aunque su ambición es mucho mayor: quieren elaborar 2.000 en los próximos días, para lo que animan a que todos los madrileños con impresoras 3D les contacten a través de su web y redes sociales para sumarse a este proyecto.

“Necesitamos más mano de obra e impresoras para poder hacer unas 300 viseras al día, en lugar de las 60 actuales”, clama la voluntaria.

Todo ello tras comprobar que la respuesta de los sanitarios, personal de limpieza y miembros de seguridad ha sido de agradecimiento unánime y, sobre todo, ha llegado en forma de peticiones de más unidades.

“Muchos no tienen protección, solo mascarillas de las que menos protegen, por lo que en muchos casos están desesperados”, lamenta Rodríguez.

Al menos quieren entregar 150 más a los policías de Colmenar, y otras tantas decenas a los profesionales de las residencias y de los centros de salud locales. También desde el Hospital Ramón y Cajal les han llegado peticiones de estos artilugios que suponen una barrera entre los infectados por el Covid-19 y quienes les ayudan.

“Los sanitarios han pasado de cubrirse con bolsas de basura a tener estas viseras homologadas”, lo que supone un motivo suficiente para que estos improvisados ingenieros estén gastando todos sus materiales, y sus fuerzas, en esta tarea que desempeñan de forma altruista.

De hecho, la inversión económica para construir las primeras dotaciones ha corrido del bolsillo de los voluntarios, aunque el Ayuntamiento de Colmenar Viejo ya se ha comprometido a ayudarles en la distribución y a facilitarles los fondos que necesiten para construir las 2.000 viseras propuestas. En total, recibirán alrededor de 1.500 euros.

No es el dinero, sino el tiempo que conlleva construirlas, lo que hace que su trabajo sea especialmente aplaudido. Cada uno de esos aparatos implica alrededor de dos horas de dedicación, entre la impresión y su montaje.

“Pero merece la pena por ayudar a los sanitarios y a quienes están volcándose con los enfermos”, insiste Rodríguez, quien reconoce que las primeras entregas han sido “emotivas”.

Alentados por las fotos y mensajes de agradecimiento que les llegan cada pocas horas, los voluntarios aseguran que en los próximos días entremezclarán sus obligaciones y la impresión de viseras para seguir ayudando a “los que están en la primera línea de esta batalla”, siguiendo la máxima de que “deben ayudar a quienes ayudan”.

Patricia Cristóbal

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