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El inglés es para jóvenes y rentas altas: “El neoliberalismo ha cambiado la forma de ver las lenguas, ahora son una inversión”

El inglés es cosa, sobre todo, de jóvenes y gente acomodada.

Daniel Sánchez Caballero / Victòria Oliveres

1 de enero de 2023 21:29 h

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En España el inglés es (sobre todo) para jóvenes y/o gente acomodada. Obviando todos los problemas que tiene generalizar, esta es la fotografía que devuelve la Encuesta de Características Esenciales de la Población y las Viviendas (ECEPOV) de 2021, publicada recientemente por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en cuanto al uso del idioma, quizás con una excepción: su mayor uso es el profesional y por tanto también se habla más en las zonas turísticas.



Como se ve en el gráfico de abajo, uno de cada cuatro ciudadanos declara hablar inglés, sin calificar su grado de habilidad. Los porcentajes son ligeramente mejores en las competencias pasivas de la lengua –escuchar y leer– frente a las activas –hablar y escribir– y caen ligeramente cuando se les aplica un filtro de nivel: menos de uno de cada cinco españoles (20%) dice que domina el idioma “bien”; el resto lo usa “con dificultad”.



Y la brecha es doble, exponen los datos del INE y argumentan los expertos. Por un lado está la generacional, muy marcada y que explica el impulso que viene mostrando el inglés por abajo –en cuanto a juventud–. Por otro está la de renta: aunque el autoaprendizaje está cogiendo fuerza gracias a las tecnologías –y a ese mensaje neoliberal de que uno puede solo–, dominar el idioma es posible, pero se hace más complicado sin un refuerzo extra a las clases del sistema reglado.



Se corrige la tendencia

Los jóvenes españoles van corrigiendo poco a poco el desfase histórico de España en el uso del inglés. En porcentajes que no superan en ningún caso el 50% todavía, el dominio del idioma entre los menores de 40 duplica al de su padres, según el INE: las franjas de edad entre 10 y 39 años están entre un 33% y un 45% de uso del idioma de Shakespeare, sea “bien” o “con dificultad” (ver el gráfico de arriba), mientras en las generaciones más mayores el dato cae con rapidez: un 18% entre 50 y 59, un 11% hasta los 69 años y un 7% hasta los 76.

La también tradicional (en España) brecha de género en el uso del idioma se está invirtiendo en las nuevas generaciones, como muestra la siguiente infografía.



Aunque de media aún son más los varones que hablan el idioma (25% frente al 24,1% entre las mujeres), la tendencia por grupos etarios es clara y puede establecerse un punto de inflexión: mientras los hombres que hablan inglés son más numerosos en los grupos de edad más altos, a partir de los 50 años y hacia abajo –las generaciones que se criaron ya en democracia– se invierte la tendencia y las mujeres son mayoría.

Enmendando errores pasados

Luisa Martín Rojo, catedrática de Lingüística y directora del centro Multilingüismo, Discurso y Comunicación (MIRCo) en la Universidad Autónoma de Madrid, cree que buena parte del entusiasmo que hay en España con el inglés entre la juventud se explica precisamente por el deber que sus padres sienten que tienen con el idioma.

“Suelo preguntar a mis estudiantes por qué estudian inglés y siempre aparece la idea de que empezaron por el empeño de sus padres. El fracaso de la generación anterior, que no logró un buen dominio de lenguas –que han necesitado a lo largo de su vida– por el aislamiento de España y la falta de cultura lo ha convertido en una obsesión: que sus hijos no repitieran la misma situación”, argumenta.

Su tocaya Luisa Martín, profesora de inglés en el IES Ortega y Rubio, en Mola (Murcia), también observa este fenómeno, en su caso con un matiz: “En ciertas zonas más acomodadas hay mucha obsesión de los padres por que sus hijos hablen inglés y los meten desde jóvenes en academias o les ponen profesores particulares, pero en las zonas rurales todavía queda esa visión de 'para qué quiero saber yo inglés, que aprendan español los extranjeros'”, sostiene con un argumento que anticipa el siguiente debate.

Porque, explica la catedrática Martín Rojo, también hay un cambio cultural que ayuda a entender tanto la brecha etaria como la de clase en el uso del inglés. “El capitalismo global y el neoliberalismo han cambiado la visión que tenemos de las lenguas. Las personas empiezan a verlas más que como un instrumento de comunicación o cultural como una inversión que permite acceder al mercado laboral, ser rentable, emprendedor de uno mismo... Es una inversión que las familias hacen en sí mismas y en las industrias de la lengua (hay academias, certificados, cursos), y esto provoca cambios en la enseñanza y el aprendizaje”, reflexiona.

El antiguo método de enseñanza –estudiar en base a la gramática– hace tiempo que se sabe ineficaz y ha sido sustituido por la creación de atmósferas inmersivas en las que se simulan entornos en los que se habla esa lengua, desgrana Luisa Rojo. El avance tecnológico ha permitido ahora recrear esto a nivel individual. “Se ven películas en inglés, se juega [con las consolas a través de Internet] con personas de otros países, se aprenden muchas canciones... Las tecnologías permiten este contacto más habitual con la lengua y eso encaja con estas tendencias de autoayuda o autoaprendizaje”, sostiene.

Todo ventajas, ¿no? No. La catedrática advierte. “El problema es que genera la impresión de que se puede aprender [solo] y, si no se hace, las personas se sienten culpables, lo interpretan como un fracaso personal. Pero se está obviando que la clase social sigue desempeñando un papel importante en el aprendizaje de lenguas. Los que tienen más recursos para desde la infancia haber estado en contacto con las lenguas, con clases particulares o escuelas bilingües, o tienen recursos de movilidad, o para completar las becas Erasmus de la universidad (porque son insuficientes para vivir en el extranjero por sí mismas) tienen ventaja”.

Más dinero, más inglés

Casualidad o causalidad –Martín apostaría por esto último– las comunidades autónomas donde más se habla inglés coinciden con las más ricas, aunque en la tabla se cuelan también algunas –Canarias, Baleares– donde hay mucho turismo extranjero.



Los datos parecen corroborar estas ideas. La única ciudad de más de 50.000 habitantes donde más de la mitad de la población habla inglés es Las Rozas, en Madrid, con un 54%. Este municipio tiene una renta media de más de 60.000 euros netos por hogar. Por encima del 40% de habitantes que hablan inglés se encuentran también otras ciudades con renta alta, como Pozuelo de Alarcón, Boadilla del Monte o Sant Cugat del Vallès, en Barcelona. Pero también aparecen entre las mejores núcleos con rentas más bajas pero situados en zonas turísticas, como Calvià (Mallorca) y Arona (Tenerife): “Para el trabajo el inglés es casi un básico, como el carné de conducir. Aunque luego no te vaya a hacer falta, se da por hecho”, apunta Martín.

Esta profesora observa en su día a día en el instituto un componente de interés personal. “Se da una mezcla entre que tus padres lo vean importante y tengan recursos y que tú, estudiante, tengas esa motivación por tu interés, gusto o por labrarte un futuro. Una persona que no quiere aprender es muy difícil que aprenda un idioma, algo que requiere práctica. Hoy en día tenemos muchos recursos gratis”, relativiza sin quitarle importancia al aspecto económico. “Pocas familias no tienen acceso a Internet, y con Internet tienes todos los recursos gratuitos que quieras: aplicaciones con juegos con verbos, la tele en inglés, YouTube, que se puede adaptar a los intereses de cualquier edad...”.

También, se podría pensar, habrán influido los sistemas educativos bilingües, un método introducido en un pasado relativamente reciente y criticado desde ciertos sectores por cómo se ha implementado, aunque con argumentos que denostan más el sistema por segregador o por los efectos que tiene en el aprendizaje del resto de asignaturas que por la enseñanza del inglés en sí.

Lo atestiguaba un informe de la Universidad Carlos III de Madrid: “Hemos encontrado un efecto negativo sobre el nivel de competencias y conocimientos de los alumnos que han seguido este programa bilingüe en aquellas materias que se han enseñado en inglés”, explicaba uno de los investigadores, Jesús Carro, del departamento de Matemáticas de la UC3M. “Estos alumnos y profesores están haciendo un esfuerzo adicional por el hecho de tener que enseñar y aprender las materias en un idioma que no es el suyo. Tienen que dedicar más tiempo y esfuerzo al aprendizaje del inglés, lo que puede afectar al aprendizaje de los contenidos específicos de materias como Ciencia, Historia o Geografía”.

Luisa Rojo concede que en cuanto al idioma “los programas han mejorado el nivel” porque “sabemos que se aprende más haciendo cosas que estudiando la lengua por sí misma”, esto es, se aprende más inglés estudiando historia en inglés que estudiando gramática inglesa, pero “el problema es que quienes enseñan esta lengua deberían tener un nivel altísimo, y no siempre está ahí”.

Y luego están los condicionantes regionales. En Madrid, por ejemplo, hay dos modalidades de bilingüismo con diferente nivel de intensidad en la inmersión. Los colegios que tienen un programa tienen menos horas de inglés y coincide que en ellos acaban los hijos de inmigrantes y de familias más humildes, mientras a los colegios con sección bilingüe van, en general, los estudiantes más aventajados.

Aún así, la profesora Martín cree que se podría aprender inglés a un buen nivel en la escuela si hubiera más medios. “En el sistema educativo el inglés es obligatorio y se mezcla al que le gusta con el que no. Las clases en general son muy grandes, puedes tener hasta 33 alumnos en la ESO, y así el que está por encima del nivel se aburre porque no aprende y el que está por abajo porque no se entera. Con 33 personas en una clase no hay tiempo de que hablen, de escucharlos y corregirlos, y las leyes últimamente apuestan por el uso oral de la lengua, la competencia comunicativa, pero no da tiempo”, lamenta. Y ahí es donde entran en juego esos elementos externos correctores: academias, clases particulares, experiencias inmersivas en países anglosajones....

En estas circunstancias, aprender inglés sin refuerzos externos es factible, pero no es igual. “Ni la rapidez [en aprenderlo] ni el dominio que se alcanza es el mismo, pero posible es”, sostiene la catedrática Luisa Rojo. Su tocaya coincide: “Tener dinero no es imprescindible, pero si lo vas metiendo desde pequeño el crío tendrá más facilidades, a esas edades son muy plásticos”, cierra.

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