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“Lo hago ahora mismo por la necesidad que tengo”: mujeres que se prostituyen de forma esporádica ante la precariedad

Dos de cada diez hombres pagaron servicios de prostitución el pasado año

Marta Borraz

-“Ayer volví”, cuenta una mujer de 41 años.

-“¿Cómo te sentiste?”, le pregunta la entrevistadora.

-“Lo primero es asco, volver a acostumbrarse (…) Lo mejor para salir de aquí es darnos trabajo”, responde ella.

Después de un año y medio en una empresa de manipulación y preparación de alimentos y, en ocasiones, combinando este trabajo con otro en un restaurante de comida rápida, esta mujer fue despedida y recurrió a la prostitución durante un tiempo. Luego volvió a encontrar trabajo. Ahora cobra una prestación por desempleo, pero ha vuelto a la prostitución para conseguir los ingresos suficientes para enviar a sus hijos y su marido en su país de origen, Ecuador.

Visibilizar la situación que atraviesan las mujeres que, en búsqueda activa de empleo, se prostituyen de forma ocasional como fuente para obtener ingresos es el objetivo del estudio Feminización de la supervivencia y prostitución ocasional, que la Federación de Mujeres Progresistas (FMP) acaba de presentar. Una forma de “violencia” contra las mujeres, según define el estudio, muy invisibilizada y sobre la que apenas existen investigaciones, detalla. ¿Qué tipo de mujeres son más susceptibles de prostituirse de forma esporádica? ¿Por qué lo hacen? ¿Suelen reconocerse como mujeres que ejercen la prostitución?

El informe cuenta con datos obtenidos a partir de entrevistas realizadas a 117 mujeres en búsqueda activa de empleo que acudieron a servicios de orientación laboral de diferentes organizaciones de ciudades como Madrid, Valencia, Zaragoza o Málaga. De ellas, un 1% aseguró haber intercambiado sexo por dinero y un 25% afirmó conocer a otras mujeres de su entorno que, ante la falta de ingresos económicos, recurrieron a la prostitución. Por su parte, fueron también entrevistadas 58 personas técnicas de empleo, de las cuales un 66% declararon haber identificado casos durante las sesiones de orientación.

Pero más allá del enfoque cuantitativo, el informe prefiere centrarse en el análisis de este tipo de prostitución. “Siempre piensas en economía sumergida como limpieza de casas y no piensas que pueda ser prostitución”, afirma una de estas técnicas entrevistadas, en este caso de Zaragoza. Ante este escenario, la investigación, que se posiciona ideológicamente en el abolicionismo de la prostitución, apuesta por visibilizar una realidad que, asegura, afecta más a aquellas mujeres “en riesgo de exclusión social, en especial, migrantes, con personas a cargo y sin una red de apoyo social o material y que acuden a servicios de búsqueda de empleo ante la falta de recursos económicos”.

La investigación de la FMP, que parte de la tesis de que se da una “interiorización de la idea de que el cuerpo de la mujer es una herramienta de supervivencia”, ha puesto el foco en dos formas de este tipo de prostitución esporádica: por un lado, “mujeres que, ante la ausencia de recursos económicos suficientes para garantizar la supervivencia, acuden de forma ocasional a espacios de prostitución (calle, pisos o clubs)” y, por otro, mujeres que “de forma ocasional mantienen sexo pagado a través de dinero o bienes materiales (a veces con hombres de su entorno) sin que este intercambio se produzca necesariamente en espacios de prostitución”. En este último caso, se recogen situaciones en las que aparece el intercambio de sexo por alojamiento.

Los ejes de vulnerabilidad

El informe, elaborado por la investigadora feminista Beatriz Ranea, identifica varios ejes de desigualdad que interseccionan y que, según la tesis inicial, posicionarían a algunas mujeres en situación de mayor vulnerabilidad “de encontrarse en riesgo” de ejercer la prostitución de forma ocasional. Entre ellos, califica el género, el hecho de ser mujeres, como “el principal factor de riesgo para ser prostituibles” y, de hecho, afirma que entre las mujeres demandantes de empleo que no ejercen el trabajo sexual “se observa como la prostitución aparece en sus narrativas como una actividad de supervivencia que se plantean en situación de vulnerabilidad socioeconómica”.

Por otro lado, apunta como factor la clase social y el riesgo de pobreza y concluye que “la situación económica precaria es un elemento común en todas las mujeres en prostitución ocasional”. “La ausencia de recursos económicos es el elemento clave que expulsa a algunas mujeres a la prostitución y por ello, es necesario invertir esfuerzos en la generación de redes de apoyo y medidas de protección social que les permitan no entrar en prostitución”, explica la investigación.

Junto a ello, la migración y la situación administrativa se erigen como factores fundamentales partiendo de la base de que en sociedades en las que los niveles de bienestar social crecen, “son mujeres de contextos más empobrecidos quienes son prostituidas, siendo por tanto, mujeres precarias de otros países”. Con ello, la situación administrativa irregular coloca a las mujeres en una situación de vulnerabilidad, las excluye del mercado laboral y de las medidas de protección social. “Lo hago ahora mismo por la necesidad que tengo, que no tengo trabajo. Tengo un diploma de auxiliar de enfermería pero no puedo trabajar porque no tengo documentación”, cuenta una mujer de 51 años de origen guineano.

Estas mujeres, además, han relatado el “estado de miedo y pánico” que sufren ante las redadas policiales en los espacios en los que se ejerce la prostitución y cuando “han de esconderse” de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

Además, la cuestión racial también influye, analiza el informe, puesto que existe una “jerarquización social que sitúa en una posición de mayor desventaja y vulnerabilidad a las mujeres con características que no se correspondan con la blanquitud de la piel o con el patrón cultural occidental”. “Lo mío no es… Bueno, es ocasional, no es muy seguido. Tengo dos niños a los cuales tengo que dar de comer puesto que estoy sola”, explica una mujer española y racializada de 30 años que asegura que ha dejado de poner su foto en los currículums que envía para conseguir que le llamen para entrevistas de trabajo.

Detección en los servicios de empleo

La ausencia de redes de apoyo, las mujeres en familias monomarentales y en las que no hay una corresponsabilidad de las tareas, la expulsión de las mujeres del mercado laboral una vez que tienen una edad avanzada o el bajo nivel de estudios son otros de los factores “de vulnerabilidad” identificados por la investigación, que pone sobre la mesa estos elementos con el objetivo de que sean utilizados por los servicios de empleo para detectar este tipo de situaciones.

Así, el informe califica de “indispensable” que se pongan en marcha políticas públicas “que contribuyan a prevenir las situaciones de riesgo de entrada en prostitución, y para las mujeres que están siendo prostituidas que se lleven a cabo medidas que garanticen su salida y la atención integral que garantice su recuperación y restitución”. En este sentido, recomienda a los servicios de empleo integrar la perspectiva de género, fomentar una atención integral, diseñar herramientas de diagnóstico o poner en marcha protocolos “para actuar cuando se detecten casos. Siempre con la mirada puesta en la necesidad de ”salir del enfoque de atención al colectivo de mujeres en prostitución“ puesto que, según cita el informe, las mujeres que ejercen prostitución esporádica no suelen acudir a los servicios especializados y no se suelen reconocer como prostitutas.

“Todas las mujeres entrevistadas que se encontraban en situación de prostitución ocasional durante la realización del estudio, manifestaron que abandonarían la prostitución si encontrasen un trabajo que proporcione ingresos”, concluye la investigación.

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