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Los niños pasan cada vez más semanas de calor en aulas que no están preparadas

Los centros solo tienen una situación ambiental óptima el 16% del tiempo, según un estudio.

Daniel Sánchez Caballero

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El año pasado elDiario.es publicaba esta noticia en junio: “Los colegios de Córdoba adelantan la salida o dan clase en parques para paliar el calor”. Este 2023 ni siquiera ha acabado abril y la Junta de Andalucía ya está aplicando el mismo plan. “Vamos a pasar de dos o tres semanas de calor extremo a dos meses y medio”, se espanta Jorge Delgado, director del CEIP Blas Infante de Écija (Sevilla). En su centro, en una de las zonas más calurosas del país, han instalado aire acondicionado en todas las aulas, refrigeración que han tenido que pagar con fondos propios y aportaciones del AMPA.

Como en Andalucía, otros Gobiernos autonómicos están adelantando los planes contra el calor ante la subida extraordinaria de las temperaturas o anunciando, como hacen ejecutivos como el catalán y otros, que se va a climatizar los centros. Pero muchos escuelas e institutos no pueden esperar y están instalando –y pagándose con sus propios recursos o a través de las familias– los aparatos de refrigeración. Se vienen unos meses duros en las aulas de todo el país.

Antes esta circunstancia, los centros educativos no están preparados, aseguran sus responsables. La mayor parte de los edificios de colegios e institutos públicos tienen más de 25 años y se construyeron antes de que el Código Técnico de Edificación de 2007 impusiera unos mínimos a las construcciones para asegurar un cierto bienestar térmico, según un estudio elaborado por el movimiento Escuelas Renovadas.

Además, en los centros se da esa mezcolanza de competencias por la que los edificios en sí pertenecen a los gobiernos regionales, pero los suelos suelen ser de los ayuntamientos, a los que solo compete su mantenimiento. Suficiente ambigüedad como para que unas y otras administraciones se pasen la pelota sobre la responsabilidad a la hora de realizar reformas que palíen la situación en periodos de altas temperaturas, explican varias fuentes educativas.

Porque raro es el colegio que no tiene calefacción, pero igual de raro es el que sí tiene algún sistema de refrigeración más allá de ventiladores. Y más todavía el que tiene un buen aislamiento en las fachadas, explica Esteban Álvarez, expresidente de la asociación de directivos de institutos de la Comunidad de Madrid, director de un centro en la región y que se presenta a las elecciones a la Asamblea como número tres del PSOE.

Autogestión en los interiores

Pero arreglar los interiores no es sencillo y en cualquier caso no será rápido. “Hay que buscar soluciones a medio plazo”, sostiene Álvarez, “porque a corto es imposible y no podemos estar así cada año”, opina. Su propuesta pasa por reformar los centros. “Tienen una media de 40 años, no hay medidas de aislamiento ni están habilitados para esta situación”, asegura.

En lo que a él atañe, el Gobierno de la Comunidad de Madrid ha enviado un plan para paliar el calor que “insulta a la inteligencia”, según este director. La Consejería de Educación que dirige Enrique Ossorio (PP) ha enviado una circular de 11 páginas a los centros con la que propone como medidas estrella la ventilación cruzada –abrir puertas y ventanas–, evitar los espacios más calurosos, regar las plantas y los suelos y ventilar los edificios por la noche. Más tarde, tras las críticas recibidas por su protocolo, el Gobierno regional anunció también que invertirá 38 millones de euros en actuaciones sobre 35 colegios e institutos.

En Andalucía, la Junta está implementando un programa para reformar algunos centros mediante la instalación de sistemas de bioclimatización y placas solares fotovoltaicas. Uno de los centros agraciados es el Director Manuel Somoza, en el Campillo, una pedanía de La Luisiana (Sevilla). “La reforma consiste en la instalación de climatización adiabática (se produce el enfriamiento del aire a partir de la evaporación del agua). También lleva un sistema de medición del CO2 en el aula”, explica Pablo Amigo, el director del centro.

La instalación ha costado unos 150.000 euros, cuenta su director, pero no se sabe aún el efecto que tendrá en las aulas porque aún no se ha puesto en marcha, aunque se espera una reducción de entre 5 y 8 grados centígrados. Este centro es de los pocos agraciados con esta reforma, que ha empezado por 34 centros por unos 9,2 millones de euros. Apenas un parche en una comunidad autónoma con 6.147 centros en total, según la estadística del Ministerio de Educación.

La cuestión de las placas que acompañen la instalación de sistemas de refrigeración es básica, explican los directores, porque de otra manera el consumo se dispara. “Lo más urgente es conseguir que los centros tengan energía solar, que puedan hacer frente con ella al problema de la calefacción. El 100% de los centros tiene caldera de gasoil”, y eso se traduce en un gasto de 40.000 euros al año en gasoil en el caso de su centro, cuando por 30.000 cubrieron “el 80%” de sus necesidades de consumo eléctrico.

Exactamente la misma situación que describe Jorge Delgado unos cientos de kilómetros más al sur y unos cuantos grados más arriba. Ellos se han comprado con sus fondos y las aportaciones del AMPA aparatos de aire acondicionado para las 19 aulas que utiliza el alumnado. Estos aparatos se alimentan de las placas que instalaron en el tejado del edificio del centro hace un par de años. Delgado es consciente de que son unos privilegiados. Porque se pudieron permitir pagar los aparatos, aunque fuera con ayudas, y porque consiguieron, subvenciones mediante, las placas solares. “Pero en los centros donde no hay, en este cuando no había, sobre todo las segundas plantas son un horno”, señala.

En la otra punta del país, Catalunya también anuncia que para el curso que viene se instalará aire acondicionado en algunos centros, según anunció el consejero de Educación, Josep Gonzàlez-Cambray. El objetivo es a largo plazo que todos lo tengan, pero se hará por entregas. En paralelo la Generalitat anuncia “pequeñas intervenciones” consistentes en instalar toldos o persianas: el Govern asegura que invertirá unos 102 millones de euros en actuar sobre 300 centros este año.

La importancia de los patios

Porque el problema no se acaba cuando suena el timbre de las clases. “Los patios en general están mal, son homogéneos, duros, con un dominio hegemónico de la pista deportiva”, explica Patricia Leal, de Pez Arquitectos, una firma que ha estudiado el fenómeno y trabajado en propuestas de remodelación.

“Los patios son salud, además de educación. Pero los alumnos no quieren salir porque se mueren de calor. No hay sombra, no hay porches, muchos no tienen ni agua. Y las comunidades educativas piden la transformación de estos espacios”, cuenta.

Una transformación –explica– que no requiere de grandes inversiones. “Hay pequeñas intervenciones, como priorizar la sombra y la vegetación para quitar dureza, que son transformadoras. También es importante el tema del agua y los suelos permeables, que permiten recuperar más agua y en los que el calor no rebota”, elabora. Pero estos planes deben hacerse, añade, de manera planificada, “con proyectos que partan de las administraciones”, no impulsados desde los centros.

Además, el cambio en los patios de recreo podría suponer un cambio para toda la comunidad. En los últimos años coge fuerza el concepto “refugio climático” aplicado a estos espacios, que no dejan de ser zonas públicas pero que apenas se utilizan durante medio día y solo por la comunidad educativa. Está sucediendo ya en lugares como Barcelona, donde existe un programa que tiene como objetivo “convertir once escuelas que actualmente son vulnerables al calor en refugios climáticos abiertos a toda la ciudadanía implementando soluciones tradicionales contra el calor en los edificios y transformando los patios con vegetación, espacios de sombra y puntos de agua”, en línea con las propuestas que plantea Leal.

También son centros de trabajo

Además, recuerdan los sindicatos educativos, está el aspecto legal y laboral. Colegios e institutos son lugares de trabajo para muchas personas y como tal están sometidos –o deberían– a los requisitos legales que afectan a los espacios laborales. Y eso incluye –o debería– el confort térmico para los empleados.

Dice en ese sentido el Real Decreto 486/1997 que la temperatura de los lugares donde se realicen trabajos sedentarios “propios de oficinas o similares” tiene que ser de entre 17º y 27º grados. Huelga decir que no se cumple. El estudio de Escuelas Renovadas asegura que solo el 16% del tiempo que pasa el alumnado en los colegios –extrapolable a profesorado y personal de servicio– está en condiciones ambientales adecuadas. Dicho de otra manera, el personal que acude a un centro educativo cada día solo pasa en un entorno adecuado (a nivel ambiental) una hora cada jornada laboral.

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