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De parir solas y atadas a tener acompañante: las cesáreas humanizadas avanzan en España

María Quiroga, ha tenido dos hijos por cesárea, pero solo la segunda ha sido humanizada

David Noriega

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En su segundo parto por cesárea, Sara Moreno pidió que no le atasen las manos. De su primera experiencia, recordaba la angustia de las sujeciones en sus muñecas y un leve roce con el dedo en la cabeza de su bebé antes de que lo separasen de ella, todavía con las extremidades inmovilizadas. Pero “me dijeron que si no estaba atada, no operaban”, recuerda resignada: “En ese momento no te vas a poner a discutir”. En ambos casos, en 2019 y 2022, la mujer entró al quirófano del hospital universitario Río Hortega, en Valladolid, sola, sin su pareja, y no le permitieron realizar el contacto piel con piel con los recién nacidos.

El caso de Sara es cada vez menos habitual en los hospitales españoles, pero algunos centros todavía mantienen reticencias a la hora de implementar las conocidas como cesáreas humanizadas o respetadas. Y eso, a pesar de que la evidencia científica y organismos nacionales e internacionales y diferentes administraciones públicas recomiendan aplicar estas buenas prácticas desde hace más de una década. En Galicia, una de las comunidades más reacias a dejar a las mujeres entrar al quirófano acompañadas, un grupo de madres se unió este verano con el objetivo de presionar para que los hospitales se adapten. En las últimas semanas, varios centros han anunciado cambios en este sentido.

Las cesáreas humanizadas son aquellas en las que se aplican las mismas condiciones que en los vaginales. Principalmente, que las mujeres puedan entrar acompañadas de sus parejas o la persona de su elección, que se les permita realizar el piel con piel con los bebés y no sean separadas de ellos nada más nacer o que se realice el pinzamiento tardío del cordón umbilical. Y unas cosas están relacionadas con las otras. “Generalmente, los hospitales que no dejan al bebé con la madre tampoco dejan pasar al acompañante”, explica la matrona y divulgadora Naza Olivera.

En la Guía de Práctica Clínica sobre la Atención al Parto Normal, publicada en 2010, el Ministerio de Sanidad ya recomendaba “que las mujeres mantengan el contacto piel con piel con sus bebés inmediatamente después del nacimiento”. Y en la Estrategia de atención al parto normal, de 2012, se apuntaba a los beneficios de colocar al recién nacido sobre el pecho o el abdomen de la madre “inmediatamente” después del parto, vaginal o por cesárea, “al menos durante 70 minutos, posponiendo los procedimientos excepto la identificación y el test de Apgar, siempre que el estado de salud de ambos lo permita”. El documento indicaba que, en el caso de las cesáreas, esto solo venía contemplado en el 47,6% de los protocolos, lo que apuntaba “claramente a un aspecto en el que incidir en el futuro” e insistía en la importancia de incluir esta indicación como “derecho básico del nacimiento”.

Aunque no existe un registro sobre los centros que llevan a cabo cesáreas respetadas, las expertas consultadas admiten que las cosas han cambiado, mucho y a mejor, en estos diez años. “Los hospitales van a ritmo diferente”, reconoce la presidenta de la sección de medicina perinatal de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia, Anna Suy. “En general, se empieza con las programadas; después con las que se realizan en curso de parto; y luego, con las urgentes. Para hacerlo, tiene que haber voluntad por parte de algún sanitario, que convenza a los demás, que sepan que no hay más problemas y que todo es más agradable para la madre, pero también para los profesionales”, desarrolla. En España, alrededor de uno de cada cuatro partos se produce por cesárea.

Beneficios para la madre y para el bebé

“En Madrid, Barcelona, Valencia, Baleares, la mayoría de hospitales realizan cesáreas humanizadas, pero en hospitales pequeños de provincias menos pobladas hay más reticencias”, estima Olivera. “En los centros donde no se realizan es porque no están 100% convencidos de todas las ventajas que ofrecen, porque no han sabido transmitírselas a todo el equipo o porque no cuentan con el personal o los medios suficientes para realizar ese esfuerzo extra, por eso hay que persuadir también a los gestores”, señala la coordinadora del área de urgencias en los paritorios del 12 de Octubre de Madrid, Patricia Barbera. Este hospital es pionero en la puesta en marcha de estos procedimiento.

“Comenzamos a realizar las primeras cesáreas humanizadas en 2009, cuando una de las ginecólogas, el jefe de paritorio y el equipo de neonatología vieron que se estaba haciendo en otros países, que era seguro y que había evidencia de beneficios para la madre y los bebés. Anestesiología se sumó enseguida y, aunque al principio había dudas, enseguida comprobamos que éramos capaces”, explica Barbera, que en aquel momento estaba realizando la especialidad de ginecología. “Al principio lo hicimos con las programadas, porque requiere que el equipo se adapte a una serie de cambios, como que haya una persona en quirófano ajena al medio hospitalario, hay que hacer un protocolo para se lleve a cabo en condiciones de seguridad, los neonatólogos tienen que comprobar que el bebé se adapta en piel con piel y el anestesista tiene que cambiar el lugar en el que trabaja, porque es donde se coloca el acompañante, pero todas las excusas para no hacerlo tienen solución”, apunta.

Lola García tuvo a su tercer hijo el 24 de junio de 2009 y, tras dos cesáreas sin su pareja al lado, fue una de las primeras mujeres en entrar junto a su pareja al quirófano para una de estas intervenciones en el hospital madrileño. “Es una diferencia importante”, asegura en conversación con elDiario.es. “Lo primero que me dio tranquilidad fue saber que mi marido podía entrar”, indica. Pero hay otros factores que convirtieron la experiencia en “una gozada”. Normalmente, las madres a las que todavía se les impide realizar el contacto piel con piel tienen que esperar a que se les pase el efecto de la epidural para estar con sus bebés. “Con Jaime y Diego estaba deseando que se me pasara la anestesia para verlos, pero con Pablo estuve tranquila, tumbada con él encima. Me daba igual si no se iba en días”, recuerda.

Hay gente que cree que el piel con piel es muy bonito y romántico, pero es científico

Naza Olivera Matrona

En el documento Contacto piel con piel en las cesáreas, de la Asociación Española de Pediatría, se indica que esta práctica “tiene grandes beneficios ampliamente demostrados” para la madre y el bebé. “Permite una adecuada transición del recién nacido, favoreciendo la adaptación fisiológica a la vida extrauterina con rápida mejoría de la oxigenación, regulación de su temperatura corporal y disminución del gasto energético. Confiere una mayor posibilidad de éxito de la lactancia materna. Aumenta el nivel de oxitocina con efecto antiestrés en la madre y mejora la contractilidad uterina y la eyección de calostro. Mejora el vínculo afectivo madre/hijo. Facilita el desarrollo de un comportamiento de protección y un sentimiento de capacidad de la madre para cuidar de su hijo”, enumera.

“Hay muchas mujeres a las que el hecho de parir por cesárea no les genera ningún problema, pero la separación aumenta la posibilidad de determinados problemas que se pueden evitar. Hay gente que cree que el contacto piel con piel es muy bonito y muy romántico, pero es ciencia”, indica Olivera.

María Quiroga está todavía acostumbrándose al torbellino que supone un nuevo miembro en la familia. Su segunda hija nació el 17 de septiembre en el hospital Universitario de Torrejón. “Mi hijo nació en julio de 2020, en plena pandemia. Los dos casos fueron similares en cuanto al resultado final: los niños eran muy grandes, no podían bajar por el canal de parto y acabaron en cesárea”, recuerda. La experiencia, sin embargo, fue muy diferente. “Con el niño, mi marido no pudo estar presente y me lo quitaron durante dos o tres horas, hasta que me recuperé, aunque me encontraba bien. Su padre recuerda estar fuera del quirófano, oír llorar a un bebé y que se lo dieran a los cinco minutos, sin decirle qué hacer con él. Estuvieron dos horas solos en la habitación. A veces el niño lloraba, a veces dormía, a veces buscaba teta. Con la niña, él estuvo desde el principio, la matrona le iba guiando y nos iba explicando desde el segundo cero qué estaba pasando en cada momento. Pudimos vivir los dos el nacimiento de una manera mucho más tranquila”.

En su caso, no le inmovilizaron las manos en ninguna de las dos cesáreas. “Atar los miembros superiores en una mujer que está despierta en una cesárea no está justificado. Si le explicas donde no puede tocar, que va a tener un tensiómetro en el brazo y que tiene que estar estirado, no pasa nada. Donde se sigue haciendo ocurre por un motivo de costumbre, porque siempre se ha hecho y nadie se ha planteado que no es necesario, pese a que la sensación que les supone es de mucha indefensión e inseguridad”, explica Barbero.

Respecto a la lactancia, María también ha notado diferencias. “Con mi hijo tuve problemas desde el principio y nunca pude tener lactancia exclusiva. Eso me generó un estrés añadido durante tres meses por no poder alimentarlo solo con mi leche, lo que hizo el postparto mucho más duro. En cambio, la niña se enganchó mientras estaban cosiéndome y ha cogido peso desde el segundo día del nacimiento, solamente con teta”, explica.

Las cesáreas humanizadas también incluyen retrasar el pinzamiento del cordón umbilical, como sucede en los partos vaginales. “Antes, según salían se cortaba, privando al niño de la sangre de la placenta que, en contra de lo que se puede pensar, es del recién nacido y no de la madre. La evidencia científica ha demostrado que el paso de volumen más importante de esa sangre sucede durante el primer minuto, en el que se recupera el 70%. Es un tiempo que podemos esperar sin aumentar el riesgo de sangrado, porque el útero está abierto”, explica Barbero. Esto facilita la adaptación del bebé a la vida fuera del cuerpo de su madre.

Ampliarlo a más bebés

Mientras algunos hospitales todavía están rezagados, otros trabajan ya para extender las buenas prácticas de las cesáreas humanizadas lo máximo posible. “Tras las programadas, empezamos a hacerlo en partos que iban a ser vaginales, pero que acabaron en cesárea. Siempre que no haya peligro para la madre ni para el niño, el acompañante puede entrar. Si hay una urgencia vital, el piel con piel es secundario, pero si nace en buenas condiciones también lo hacemos y la pareja está preparada para entrar al quirófano en cuanto termina la intervención”, explica la doctora Barbero. Ahora, en el 12 de Octubre están introduciendo esta práctica en bebés prematuros o con algún tipo de patología, como un retraso del crecimiento o un diagnóstico de malformación no grave que no necesite una atención inmediata.

En el hospital Vall d'Hebron de Barcelona, donde Anna Suy es jefa de sección y responsable de Urgencias de Obstetricia y Ginecología, también están a la vanguardia en cesáreas humanizadas. “En algunos centros donde estamos más avanzados incluso se prepara de una manera especial el campo quirúrgico para que la madre y su pareja puedan ver la salida del bebé y que ella colabore a la hora de sacarlo”, explica la doctora.

María, Lola y Sara señalan también la importancia de estos procedimientos para sus parejas. “Siempre hablamos de cómo nos sentimos nosotras, pero esto afecta a los dos”; “el padre estaba encantado, feliz”, recuerdan. “El hecho de que el otro progenitor pueda sentirse parte de ese momento favorece la creación del vínculo, les hace partícipes y suelen presentar un grado de satisfacción bastante mayor. Les ayuda a reducir el estrés, porque es el nacimiento de un hijo, pero también una intervención a la que se somete su pareja y no saber nada crea mucha ansiedad”, indica Barbero.

Sara espera su tercer bebé. Ya sabe que nacerá por cesárea, en enero de 2024. Pese a las experiencias anteriores, no se plantea cambiar de hospital. “Mis hijos son muy pequeños y me pone nerviosa pensar que puede haber alguna complicación y alargarse mi ingreso o el de la niña lejos de casa”, explica. Lo que sí hará es pedir el protocolo en programadas y enviar un escrito solicitando entrar al quirófano acompañada y realizar el contacto piel con piel: “Tengo intención de explicar que hay otros casos donde se hacen los procedimientos de forma respetada”.

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