Patricia Guillem, epidemióloga: “La única forma de frenar los contagios es encontrar a posibles infectados sin síntomas”
El Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (CISNS) consensuó ayer un nuevo plan para ampliar la capacidad de detección precoz de cualquier caso de infección activa que pueda transmitir el SARS-COV-2, causante de la actual pandemia de COVID-19.
La estrategia de diagnóstico precoz, vigilancia y control, que explicó en rueda de prensa Salvador Illa, ministro de Sanidad, se incluye dentro del Plan para la Transición hacia una Nueva Normalidad, aprobado por el Consejo de Ministros el pasado 28 de abril.
El objetivo consiste en “dar respuesta a la capacidad de detección precoz, el aislamiento de nuevos casos sospechosos y confirmados, así como la vigilancia y diagnóstico de los contactos estrechos, que constituyen el eje central para poder acometer la fase de transición con las máximas garantías”, según el comunicado.
“Las comunidades autónomas deberán reforzar las capacidades en Atención Primaria y todos los sistemas de información para que podamos tener una adecuada transmisión de datos”, recalcó Illa. Además de mejorar la detección, los centros de salud realizarán la vigilancia e identificación de todos los contactos.
Patricia Guillem, catedrática de Epidemiología y Salud Pública de la Universidad Europea de Valencia, subraya el alcance de estos sistemas de vigilancia epidemiológica para ser capaces de adoptar reacciones rápidas en caso de nuevos brotes. “El plan de rastreo es una medida de gran importancia para ayudar a controlar el avance de la epidemia y, por tanto, conocer la dinámica de evolución que está teniendo el virus en España”, señala Guillem.
De forma indirecta, además, permitirá analizar si las medidas de prevención y contención aplicadas durante cada una de las fases de la desescalada resultan suficientes para no provocar un rebrote de la enfermedad. “Y, en el caso de detectar una posible desviación y crecimiento del número de contagios, dar un paso atrás y volver a unas mayores restricciones”, puntualiza.
¿Cómo se deben controlar los nuevos infectados para evitar que el virus resurja durante la desescalada?
Un elemento clave para la contención de este virus, que entre sus potenciales características perjudiciales cuenta con un elevado poder de transmisión, consiste en la rápida detección y reacción para evitar que los contagios continúen diseminándose por la población.
Para llevar a cabo esta tarea, es necesario disponer de un importante equipo de rastreadores que ayuden a analizar y reportar la situación del virus, en tiempo real, a través no solo de la búsqueda de posibles personas infectadas sino también de averiguar los posibles contactos. La única forma de frenar los contagios es adelantarnos a ellos y encontrar a posibles infectados que estén sanos.
¿Quién debería encargarse de llevar a cabo este control?
De forma habitual, las tareas de rastreo y seguimiento de enfermedades transmisibles se realizan por los servicios de salud pública de las diferentes comunidades autónomas –en coordinación con el Centro Nacional de Epidemiología–, formando una red de vigilancia epidemiológica.
Sin embargo, este funcionamiento se vio desbordado el pasado marzo y muchas comunidades, a día de hoy, todavía parecen tener dificultades para realizarlo de una forma efectiva. Por tanto, se necesita incorporar un equipo de trabajo que no solamente integre a los profesionales de la salud pública, sino también a personal activo de primera línea vinculado a la atención primaria y especializada.
¿Cuál sería la forma más óptima para este rastreo?
El protocolo a seguir debería garantizar una ágil gestión y transmisión de la información dentro de los diferentes departamentos y sectores sanitarios. Así, la Atención Primaria cuenta con un rol relevante en cuanto a la realización de la prueba PCR y el seguimiento de los pacientes con COVID-19, ya que constituye la principal puerta de acceso del usuario al sistema sanitario.
Desde la atención especializada, los facultativos notificarían los posibles casos al Servicio de Medicina Preventiva del hospital para que este realizase el registro y seguimiento de los pacientes. Otro posible sector que podría ayudar sería el de la medicina del trabajo, a través de la identificación de casos presentes o sospechosos que se produjesen durante sus exámenes al personal.
Por supuesto, se podría valorar la ayuda externa de laboratorios y empresas que estén en disposición de hacer las pruebas serológicas a los ciudadanos que así lo soliciten.
¿Hasta dónde habría que llegar en el rastreo para evitar más brotes?
El objetivo debe ser generar una base de datos completa y actualizada. Para ello, durante el rastreo debe de haber una gran conexión informática y contar con los recursos necesarios para que toda la información llegue a ser analizada por los especialistas de salud pública. Por eso es fundamental contar con indicadores epidemiológicos rápidos que permitan vigilar la situación.
Es más, los datos clínicos y epidemiológicos se deberán cruzar con los serológicos que se vayan obteniendo del estudio nacional de seroprevalencia ENE-COVID. La idea es valorar en paralelo cómo se encuentra el avance de la inmunidad colectiva, y comprobar si se están produciendo anticuerpos de recuerdo y en qué cantidades. Como herramientas accesorias se podrían implementar diferentes medidas tecnológicas para el seguimiento de los pacientes diagnosticados.
En otros países ya hay programas para hacer efectivo este rastreo. ¿Cuál es su valoración?
Las estrategias más utilizadas en los distintos países pasan por la detección de los posibles casos (a través de los test masivos), las medidas de rastreo y seguimiento, así como por la rápida reacción en el aislamiento de nuevos casos (confinamiento de los portadores).
Otras herramientas disponibles para hacer rastreo se basan en la utilización de los móviles para determinar con algunas aplicaciones, de forma rápida y automática, quién ha estado en contacto con el enfermo. Países como Singapur, Israel, Corea del Sur y Polonia ya están utilizando los teléfonos de las personas para emitir alertas de contagio de coronavirus. Sin embargo esta herramienta cuenta con un período muy corto de evaluación y con numerosas críticas respecto a la seguridad y a la privacidad de sus usuarios.
Por su parte, en EEUU, Reino Unido y Alemania también se está invirtiendo en formación y, por tanto, se está entrenando a miles de personas para convertirse en 'rastreadores' de la enfermedad. Según el cálculo de la Asociación Nacional de Condados y Ciudades de EEUU, se necesitan aproximadamente 30 rastreadores por cada 100.000 habitantes, lo que para España supondría unos 13.500 rastreadores.
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