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Una víctima de violencia de género entrará el lunes en prisión por una condena de lesiones a su agresor

"Nos queremos vivas", dice una pancarta del 25N en Madrid. foto: David Conde

Ana Requena Aguilar

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Susana Flores cumple 40 años este domingo y, si nada lo evita, al día siguiente, el lunes, entrará en prisión. Lo hará por su propio pie después de que un juzgado le comunicara el pasado 14 de enero que tenía que cumplir una pena de tres años y seis meses de cárcel por un delito de lesiones a su expareja durante una discusión en la que él la golpeó repetidamente y amenazó con matarla. A pesar de que por esos hechos él fue condenado por un delito de violencia de género por el que nunca entró en la cárcel, ni la sentencia que condenó a la mujer ni su ratificación por parte de la Audiencia Provincial de Madrid, recoge ese aspecto ni considera que las acciones de Susana fueran en defensa propia. Tampoco indaga en la historia anterior a los hechos, en la que figuran atestados y partes médicos de agresiones contra Susana desde 2009.

La activista de derechos humanos y abogada mexicana Griselda Herrera ya ha presentado en su nombre la petición de indulto ante el Ministerio de Justicia y reclama que la sentencia no incluyó enfoque de género ni consideró la historia previa de maltrato. El indulto va acompañado de una carta del hijo de Susana, Joan, que ahora tiene 19 años, en la que relata la violencia a la que fue sometida su madre de forma repetida por su agresor y denuncia que nunca se le llamara a él a declarar, “a nadie le importó porque yo era un niño menor de edad”. “Mi madre lo único que hizo el día de los hechos fue evitar ser asesinada”, subraya Joan. Flores tiene otra hija, de 10 años, fruto de su relación con J.C.

Los hechos sucedieron el 27 de enero de 2014. J.C llegó a la casa de Susana Flores, que compartía con otros compañeros de piso. La declaración y el atestado recogen que ambos bebieron y que, en un momento dado, él, en presencia de los dos menores (de 4 y 13 años entonces), comenzó a ponerse violento. “Eres una zorra, una puta, seguro que en Zaragoza has estado en un prostíbulo”, recoge el informe policial. A pesar de que Susana le pidió que se marchara de la vivienda, el hombre no lo hizo, sino que le quitó y rompió su teléfono, así como el de su hijo.

Según declaró Flores, su expareja comenzó “a empujarla, tirándola contra un mesa y escupirla en la cara. Que de uno de los empujones que la propina cae sobre una mesita, en la cual se encuentra una botella de cristal que se rompe al caer al suelo”. Como su expareja continúa agrediéndola, Susana “coge el mango roto de la botella de cristal para defenderse, ya que J.C se le ha echado encima y al forzar con él le llega a herir en la cara para defenderse”. Él insiste: “Te voy a matar cuando te vea con alguien”, le decía, recoge el atestado, mientras le propinó varios puñetazos en pecho, espalda y patadas.

Los gritos de auxilio de los menores hicieron que los compañeros de piso intervinieran. El atestado policial indica que estas personas entraron al cuarto “pudiendo observar como esta pareja estaba tumbada sobre la cama agrediéndose mutuamente, encontrándose la mujer situada encima del hombre, golpeándole con una botella de cristal” y cómo “ambas personas estaban ensangrentadas y rodeadas de trozos de cristal”. Susana declinó la asistencia médica, aunque más tarde solicitó ser asistida facultativamente. La mujer presentó varios cortes superficiales “en cara, manos y cejas” mientras que el hombre “tenía la camiseta desgarrada, y varios cortes en cara y costado” que necesitaron sutura.

Ambos fueron condenados por esos hechos. J.C a nueve meses y un día de prisión por un delito de violencia doméstica y de género, lesiones y maltrato familiar, según la sentencia. Sin embargo, el 4 de abril de 2017, el juzgado de lo penal número 32 de Madrid suspendió la ejecución de la pena de cárcel a condición de que no delinquiera en los siguientes dos años y se sometiera “a los programas de reeducación en materia de malos tratos que le establezcan”. El 2 de septiembre de 2019 el juzgado constató que había cumplido lo establecido y acordó la remisión de su pena.

En el caso de Susana, el juzgado de lo Penal número 33 de Madrid la condenó por un delito de lesiones de los artículos 147.1 y 148.2 del Código Penal y le aplicó la condición de parentesco, lo que supuso una pena de tres años, seis meses y un día de prisión y prohibición de acercarse a J.C en un radio de 500 metros, además de abonarle una indemnización de 3.550 euros. La sentencia considera probado que Flores “mantuvo una discusión” con su pareja y “obrando con el ánimo de menoscabar la integridad física de su pareja y en presencia de un hijo menor de edad común y otro menor de edad solo descendiente de ella, cogió una botella de vidrio roto y cortó con la misma a su pareja en la cara, cuello, en la región costal izquierda y en el brazo izquierdo”. Como consecuencia, proseguía el tribunal, J.C sufrió heridas de varios centímetros, una de ellas necesitó cuatro puntos de sutura “tardando en sanar de sus lesiones siete días de los cuales cuatro fueron impeditivos para sus ocupaciones habituales”.

Aunque el abogado de oficio de la mujer recurrió, la Audiencia Provincial de Madrid ratificó la sentencia el 16 de junio de 2016. La Audiencia asegura que los testigos constituyen una prueba de cargo directa y desestima la legítima defensa. “Se encuentra en todo caso ausente el requisito de la necesidad de la defensa, que la jurisprudencia considera como esencial (...) No ha resultado probado que la actuación agresiva imputada haya sido una acción necesaria para evitar que la acusada fuera agredida por J.C. Es más, la situación descrita por los testigos (ella encima de él portando un objeto de vidrio en la mano) parece poco compatible con esta necesidad de defensa”.

Una sentencia “sin enfoque de género”

La petición de indulto presentada hace unos días ante el Ministerio de Justicia alega que Susana fue condenada por un delito de lesiones “que causó a su expareja en legítima defensa y en defensa de la vida de su hijo” y lamenta que su sentencia careciera de perspectiva de género e ignore las agresiones previas. “De los hechos narrados se puede deducir que ha venido sufriendo una historia continuada de maltratos, siendo el último episodio especialmente grave y en el cual ella pudo ser asfixiada delante de sus hijos”, dice el escrito. Susana, continúa, va a sufrir una pena de privación de libertad “sin que nade haya tenido en cuenta un enfoque de género, sin que nadie la haya asesorado y arropado en el momento en que debía haber dejado sus temores y denunciado en firme a su agresor. Es sencillamente una víctima que se juzga por unos hechos desgraciados al final de una historia de sufrimiento”.

La petición de indulto razona que sin perspectiva de género se termina juzgando un hecho aislado que termina por criminalizar a una víctima y no tiene en cuenta la existencia de “una relación desequilibrada de poder”. En una carta anexa, su hijo Joan asegura que desde que llegó a España vio como la pareja de su madre la agredía. “Ella por tener una hija en común evitaba denunciar pero mi hermana y yo vivimos situaciones límites de violencia en donde se puso en juego nuestra integridad, nunca se me llamó a declarar, subestimando que yo era menor de edad, pero el entorno que vivíamos era de violencia grave hacia mi madre”, relata. Sobre la noche de los hechos, apunta: “Mi madre lo único que hizo fue evitar ser asesinada”,

Una historia que se remonta a 2005

Susana Flores, de origen ecuatoriano, lleva en España desde 1999. Su historia con su agresor, J.C, también ecuatoriano, se remonta a 2005. Según relata ella misma a eldiario.es, las agresiones verbales y físicas comenzaron aproximadamente año y medio después. A pesar de que durante esos años la Policía acudió a su domicilio en alguna ocasión después de episodios violentos, Flores nunca llegó a formalizar una denuncia. eldiario.es sí ha tenido acceso a atestados, declaraciones e informes médicos en los que se relata la violencia ejercida por J.C. y sus consecuencias sobre Flores. La mujer llegó a sufrir un aborto que, según llegó a relatar a la policía, se produjo después de una paliza.

Susana relata cómo, al principio, pensaba que la violencia pasaría, un mecanismo habitual de las víctimas que sufren violencia machista, cuyos agresores intercalan violencia con periodos 'dulces' en los que piden perdón para prolongar la relación. “Inconscientemente le justificaba, pensaba que se ponía así porque me quería, ahora pienso cómo puede ser posible”, cuenta, y añade que él le pedía que no lo hiciera porque estaba en trámites para obtener la nacionalidad española y eso podía perjudicarle. Finalmente, llegó el miedo. “Me decía que si hacía algo mandaría a matar a mi hijo y mi madre en Ecuador. Mi madre me decía que había visto a su hermano pasear por nuestra casa y yo le decía que tuviera cuidado”. Su hijo, Joan, de su anterior pareja, vivió durante un periodo de tiempo en Ecuador mientras ella estabilizaba su situación en España.

En un atestado de 2009, Susana relató agresiones y amenazas. “Si te alejas de mí yo te voy a hacerte perder lo que más adoras, puta, eres una ramera, te acostaste con bandas de músicos, te acuestas con tu jefe, eres una lesbiana”. Ese mismo día, J.C intentó violarla “pudiendo apartarlo y defendiéndose con un mando de televisión que había a su lado con el que le golpeó para repeler la agresión sin conseguirlo” pues el hombre le lanzó “puñetazos por todo el cuerpo” e incrementó su violencia hasta el punto de tirarla al suelo y golpearle la cabeza. Aunque Susana declaró ante la Policía Nacional y manifestó su intención de interponer una denuncia, finalmente no la ratificó. A Flores se le había hecho entrega del Acta de Información a la Víctima de Violencia de Género y Ofrecimientos de Acciones como Perjudicada de Delitos Violentos o Sexuales.

El lunes, Susana irá por su propio pie a una prisión madrileña. Ha dejado su trabajo como encargada de un restaurante del centro de Madrid, en el que llevaba dos años, para ingresar en prisión y su familia, ni aquí ni en Ecuador, seguirá recibiendo el dinero que, cada mes, les mantenía.

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