De Manila a Acapulco: cómo las rutas españolas del Pacífico anticiparon la globalización
En 1609, el galeón español San Francisco naufragó frente a las costas de Japón tras enfrentarse a una sucesión de tormentas y huracanes. Más de cuatro siglos después, aquel suceso se ha convertido en la chispa de un proyecto internacional de investigación financiado por la Unión Europea que busca desentrañar el impacto de tres siglos de comercio trans-Pacífico. Los investigadores quieren mostrar cómo aquellas travesías no solo movieron plata, seda y especias, sino también saberes médicos, técnicas navales y una incipiente globalización que aún resuena en la actualidad.
Así se llama el proyecto
El proyecto, denominado TRANSPACIFIC, parte de una idea central: comprender qué significó, en la práctica, mantener un flujo constante de intercambios entre Asia y América desde el siglo XVI hasta principios del XIX. Durante ese tiempo, los llamados galeones de Manila unieron puertos como Acapulco y Filipinas en una red que transportaba porcelanas, seda o especias, a cambio de plata, cacao, vinos y productos medicinales procedentes del Nuevo Mundo.
Más allá de la riqueza material, los investigadores exploran cómo circularon enfermedades, remedios y técnicas sanitarias en un espacio de contacto que, aunque peligroso, se mantuvo activo durante más de 250 años. “Es importante mostrar cómo surgió la globalización y quién contribuyó a la transferencia de conocimiento”, explica la historiadora Angela Schottenhammer, de la Universidad KU Leuven y coordinadora del proyecto.
Bálsamo para heridas
Entre los hallazgos más llamativos figura el bálsamo del Perú, una resina del árbol Myroxylon balsamum utilizada como antiséptico. Tras viajar en los galeones, llegó a China, donde fue adoptada incluso por el ejército de la dinastía Qing como remedio para heridas de guerra. Otro ejemplo es el uso de plantas americanas como el tabaco azteca (picietl), empleado en recetas que mezclaban hierbas, ajo y cal para curar enfermedades o alejar malos espíritus. La investigación también señala la importancia de sustancias asiáticas, como el alcanfor, que circularon en sentido contrario.
El equipo ha reconstruido inventarios médicos de cirujanos navales y examinado manuscritos y mapas de archivos de todo el mundo. También se ha planteado una hipótesis inesperada: el cacao pudo ser clave para la supervivencia de las tripulaciones. Rico en flavonoides, habría potenciado la absorción de vitamina C presente en frutas y verduras, contribuyendo a reducir los efectos del escorbuto en las largas travesías.
Otro de los aspectos analizados es la logística de los viajes. Los galeones contaban con un “alguacil de aguas” encargado de garantizar el suministro de agua potable. En muchas islas del Pacífico, el recurso se convirtió en objeto de trueque con las poblaciones locales, en un ejemplo temprano de economía de intercambio entre comunidades distantes.
Una lección contemporánea
Los investigadores insisten en que estos episodios muestran cómo los europeos aprendieron y adaptaron conocimientos indígenas a nuevos contextos. “Parece que realmente entendieron la importancia del saber local”, destaca Mariana Sánchez, especialista en historia de la medicina hispana. La interacción entre culturas permitió crear tratamientos más eficaces en climas tropicales y resolver problemas prácticos como la alimentación o el aprovisionamiento de recursos básicos.
El proyecto TRANSPACIFIC, que concluirá en 2026, trabaja en la creación de una base de datos digital que trace los flujos de bienes, personas e ideas a lo largo de tres siglos de comercio oceánico. Para sus responsables, estos hallazgos ofrecen una lección contemporánea: el mundo estuvo profundamente conectado mucho antes de la era moderna, y aquellas rutas marítimas sentaron las bases de la globalización que conocemos hoy.
0