¿Por qué ponemos el Belén en nuestras casas y ciudades? La historia detrás de esta tradición

Imagen de archivo de un Belén.

Andrea Blez

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Con la llegada del adviento, muchas localidades y hogares en España colocan su Belén, ya sea uno básico con un pesebre y los personajes principales, es decir la Virgen, el niño Jesús, San José, un ángel y los tres Reyes Magos, o uno más elaborado, con toda una recreación de una pequeña población con sus pastores, sus artesanos o incluso otra serie de trabajadores o habitantes, donde también entra la creación de puentes, de musgo artificial y recrear agua, así como figuras autóctonas como el Caganer, con amplia tradición en Catalunya.

Todos conocemos lo que es un Belén, ponemos uno en nuestra casa e incluso puede que vayamos a ver alguno de los Belenes vivientes que se hacen a lo largo de nuestro territorio, pero lo que está menos extendido es el conocer la historia detrás de esta tradición arraigada en las fiestas navideñas, y para ello tenemos que viajar hasta Italia.

Así nació lo que conocemos como el Belén

Para conocer el origen del Belén o pesebre nos tenemos que remontar hasta las primeras comunidades cristianas, en las catacumbas romanas, donde se han encontrado las primeras representaciones belenísticas, siendo la más antigua un fresco del siglo II en la Capella Greca, en las catacumbas de Priscila de Roma, donde se muestra a la Virgen María con el niño Jesús en su pecho envuelto en pañales y junto a ellos aparecen los tres Magos de Oriente, que en ese momento aparecen sin manto ni corona.

Pero sería en el siglo V cuando surgieron las primeras representaciones que recreaban el nacimiento de Cristo, en concreto fue en Roma, en la llamada iglesia de Santa Maria ad Preasepe, que hoy es la v, una de las más importantes de la ciudad y que alberga la tumba del Papa Francisco I, fallecido este 2025. Aquí, el Papa Sixto III había traído desde Tierra Santa fragmentos de la ‘santa cuna’ y los había colocado en una capilla habilitada para ello.

De aquí, hay otro germen que daría lugar más tarde a lo que conocemos como Belén, y son las representaciones costumbristas que se comenzaron a hacer en el siglo VIII en diferentes lugares de Italia, en el que se representaba tanto el nacimiento como la resurrección de Jesús, pero que fueron criticadas por el Papa de entonces, Inocencio III, que las tildaba de “vulgares”.

El primer Belén cristiano que se conoce tuvo lugar en el siglo XIII

De aquí nos vamos al siglo XIII, en concreto a 1223, cuando san Francisco de Asís instaló el que fue el primer Belén como lo conocemos actualmente, y que se daría en la población de Greccio, en la región de Lazio, en Italia, donde llegó para evangelizar a la población, cuya mayoría era analfabeta, y por ello, el santo pidió una dispensa al Papa Honorio III para poder crear el primer Belén viviente en una cueva que estaba cerca de la ermita del pueblo.

Presepe di Greccio (12295-12299), la decimotercera pintura del ciclo de frescos de Giotto en la Basílica de Asís, dedicada a la vida de San Francisco.

Lo que se sabe de este episodio es lo que se relata en la Leyenda Mayor de San Francisco de Asís, que asegura que se preparó un pesebre, con heno, paja y animales, y que la figura que sustituía al niño Jesús debido al frío del invierno por la noche, se le vio cobrar vida, según algunas fuentes empezó a llorar, según otras movió los brazos. Pero lo importante de este Belén es la introducción de figuras como el asno y el buey, que no aparecen el relato del nacimiento de los cuatro evangelios, aunque sí se mencionan en el libro de Isaías del Antiguo Testamento.

El Belén se introdujo en España por el rey Carlos III

De la representación del Belén de San Francisco de Asís pasamos a la primera forma moderna con figuras que se atribuye a San Cayetano de Thiene en 1534, y que se fue expandiendo en el Barroco, cuando llegó a las casas tanto señoriales como humildes, ganando fama en el siglo XVIII los belenes napolitanos por su mezcla de escena sagrada con la vida cotidiana. Esta tradición le gustaba especialmente al rey Carlos III, que antes había sido rey en Nápoles, y que, al trasladarse a España, importó esta tradición junto a su esposa, la reina María Amalia de Sajonia.

Los reyes construyeron incluso una sala especial que se conoció como el ‘Belén del Príncipe’, primero en el palacio del Buen Retiro y después en el Palacio Real, que se trataba de un típico pesebre napolitano con costumbres y vestimentas locales, que se encargó a los valencianos José Esteve Bonet y José Ginés Marín, así como al murciano Francisco Salzillo. Esta costumbre se fue extendiendo hasta comenzar a ser habitual en los hogares españoles ya a mediados del siglo XIX.

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