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Quinientas cincuenta mil leguas de cable submarino

Submarine Cable Map 2013

Marta Peirano / Marta Peirano

La información querrá ser libre pero su grado de autonomía es muy limitado. El complejo entramado de telecomunicaciones que llamamos Internet depende de antenas, grandes centros de procesamiento de datos y, sobre todo, dos millones y medio de kilómetros de fibra óptica cuya fragilidad se pudo apreciar en toda su extensión cuando la guardia costera egipcia descubrió a tres buceadores cortando cables cerca de la costa de Alejandría el pasado mes de marzo.

La red de autopistas submarinas que conecta artificialmente lo que ha separado el mar tiene 200 cables que tienden a uno y otro lado de los continentes, concentrándose en puntos estratégicos. Egipto es uno de esos puntos y la línea atacada (SEA-ME-WE 4), es uno de los cuatro cables que conecta Europa, Oriente Medio y el continente asiático. Aparentemente, los saboteadores no eran aficionados ni acababan de llegar: ya habían causado graves daños en otros tres nodos importantes (I-ME-WE, TE-North, EIG y SEA-ME-WE-3) ralentizando las comunicaciones en Pakistán hasta un 60% y las globales un 30%. Sin embargo, la patrulla que les descubrió no les estaba buscando. ¿Por qué no se descubrió antes del sabotaje?

Lo cierto es que los cables submarinos llevan una existencia llena de callados peligros en la oscuridad del suelo oceánico. Cuando no hay desastres naturales, la infraestructura sufre accidentes constantes con anclas de buques, submarinos, barcos de pesca, marañas de redes abandonadas llenas de basura. Cuando las redes se ralentizan, se asume que ha habido un problema y que la teleco correspondiente irá a solucionarlo. “Ha habido un fallo en la línea de cable submarina a Pakistan a través de Alejandría, Egipto- declaró Wateen Telecom. –El cable de fibra óptica ha sido dañado por motivos desconocidos”. El sabotaje coincidió además con el famoso ataque a Spamhaus, cuyo responsable fue detenido hace unas semanas en Barcelona. Los expertos dijeron entonces que el bombardeo de 300.000 millones de bits por segundo que habían sufrido los servidores de la compañía suiza podrían haber congestionado la Red a nivel global. Lo más probable es que fuera el cable.

Ya había ocurrido antes: en 2007, un barco pirata robó unos trozos de cable en la costa de Vietnam pensando que contenían cobre (los piratas son gente muy anticuada) y unos terroristas atacaron las líneas de la cosa de Cagayan de Oro en Filipinas en 2010. La escala de los últimos ataques no tiene precedentes pero mucho más impacto.

Colgar de un hilo

Colgar de un hilo

El bonito mapa de TeleGeography muestra nuestras comunicaciones intercontinentales combinando cartografía victoriana con las estructuras de los mapas de metro y ferrocarril. Está lleno de datos interesantes, como quién consume más ancho de banda (EEUU), un histórico de la capacidad y consumo creciente de las redes y una media del tiempo que tarda la información en llegar de un lado a otro (el ping).

Pero lo más importante se entiende sin explicaciones: hay países que cuelgan de un hilo, cuya destrucción sería un apagón o una nueva clase de embargo. En este otro mapa, menos bonito, vemos que la conexión de millones de personas dependen de una sola compañía que opera a miles de kilómetros de su país.

A la contingencia del fondo marino, nuestra infraestructura global es vulnerable a los problemas derivados de la relación entre vecinos que están conectados tecnológicamente, pero no social, política y económicamente. La red de cables submarinos está regulada desde 1982 por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar y ésta prescribe que, en aguas internacionales, “todos los estados tienen derecho a tirar cable submarino y a mantenerlo y repararlo como sea conveniente”. Los estados costeros, sin embargo, podrán ejercerán su soberanía en un cinturón náutico de 12 millas en la costa adyacente a su territorio nacional.

Teóricamente, para denegar el desembarco de cables cerca de su costa, un país debe alegar un motivo razonable, normalmente relacionado con la protección medioambiental (bancos de pesca, corales, etc), pero la soberanía es problemática cuando está en juego una infraestructura que nos afecta a todos. El cable que enlaza Singapur con Australia SEAMEWE-3 lleva meses caído, porque el operador no consigue permiso del Gobierno de Indonesia para meter máquinas en sus aguas. Y, aunque el presidente sirio Bashar al-Asad asegura que los “apagones” en su país son ataques terroristas, las organizaciones de internautas y medios aseguran que él mismo ha “apagado” la Red para tener controlada la “insurrección”.

Tener dos cables tampoco garantiza nada: en 2008, dos cables de dos compañías distintas fallaron a la vez, dejando completamente incomunicados a Egipto, Pakistán, Kuwait y la India, y parcialmente incomunicados a Líbano y Algeria. El famoso hilo que describió Neil Stephenson en 1996 colapsó durante el terremoto de Taiwán en 2006, cortando todas las comunicaciones en Hong Kong, China y el sudeste asiático.

La Gran Red Victoriana

La Gran Red VictorianaLa información sólo tiene tres maneras de moverse: en brazos (libros, disco duro, vecinas), por ondas de radio (satélites, antenas) y por cable electrificado. Parece poca cosa pero, antes de que Samuel Morse lanzara el primer cable entre Washington y Baltimore en 1844, la información iba siempre en brazos.

El primer cable submarino internacional unió la Gran Bretaña con Francia a través del estrecho de Dover con gran esfuerzo y dinero de los hermanos John Watkins y Jacob Brett en 1850, pero fue a morir inmediatamente en el ancla de un solo pescador. Tras una instalación accidentada, el primer cable transatlántico submarino consiguió conectar Irlanda con Terranova (agosto de 1858) pero sólo tres semanas, antes de que los cables cedieran a las inclemencias del suelo marino. La mayor parte de los inversores huyeron, pero el gran proyecto de conectividad global consiguió estabilizarse 10 años más tarde gracias al apoyo gubernamental y a una fabulosa resina de las colonias asiáticas llamada gutapercha.

Entonces Internet era la Atlantic Telegraph Company, la misma AT&T Corp. que llevó el primer cable transoceánico de fibra óptica de Nueva Jersey a Inglaterra en 1988. La leyenda asegura que podía soportar hasta 40.000 conversaciones telefónicas al mismo tiempo.

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