En busca del frescor veraniego: Luarca-Valdés y los encantos de Asturias

Luarca salva los acantilados para llegar a tocar el mar.

Roberto Ruiz

El concejo de Valdés es uno de los referentes paisajísticos y culturales de la Asturias occidental. En julio de 2020 lideró la ocupación hotelera en todo el Principado y este año, de nuevo, vuelve a demostrar que es uno de los destinos preferidos de quienes buscan un verano diferente, donde impera el verde, las noches son frescas y todo tiene olor y sabor a mar.

El Cantábrico, los ríos, los valles y las montañas dan la bienvenida a los que buscan un rincón de desconexión. Un lugar de costumbres ancestrales, de paisajes que contrastan y de importantes puertos pesqueros como el de Luarca, capital del concejo. Viajamos al norte de la península ibérica para estirar las piernas en el monte, pasear entre barcos y relajarnos en playas rodeadas de vegetación. Sin duda la mejor manera para ver y comprobar por qué Luarca-Valdés puede convertirse en el lugar idóneo de tus próximas vacaciones.

Luarca, una villa blanca surcada por un río Negro

Llegamos a una costa verde, con una villa blanca, atravesada por un río Negro y a orillas de un mar azul. Muy azul. Con un recibimiento así no es difícil imaginar que nos espera una visita llena de colores. Dicen que Luarca es la población más blanca de toda la costa asturiana y eso lo podremos comprobar tal y como nos asomemos a alguno de los miradores que la vigilan desde lo alto: el de la Atalaya y el del Chano, uno a cada lado.

Luarca es un pueblo pesquero, lo ha sido tradicionalmente y lo sigue siendo. El Cambaral, la Pescadería y la Carril son sus barrios de origen medieval, de pequeñas casas y calles asimétricas que envuelven la dársena donde descansa una de las flotas pesqueras más importantes de Asturias. Fuera, en la zona de Villar, el contrapunto lo ponen las imponentes casas indianas que recuerdan a los asturianos que emigraron a las Indias y regresaron con fortuna.

Luarca vio nacer a Severo Ochoa, Premio Nobel de Medicina en 1959, y siguiendo sus pasos ofrece toda una ruta turística para conocerle mejor. Desde su casa natal al cementerio donde está enterrado, tan bonito que no te lo puedes perder, pasando por el Palacio de los Marqueses de Ferrera, la exposición permanente de la Oficina de Turismo, la casa familiar de Villar y la playa de Portizuelo, tan frecuentada en su niñez. 

El río Negro atraviesa Luarca y eso la llena de puentes. Uno de ellos, el puente del Beso en las proximidades de La Pescadería, cuenta con su propia leyenda medieval que nos habla del amor entre un temible pirata y una joven, de trágico pero romántico final. Al igual que no lo puedes pasar por alto, tampoco deberías dejar de visitar la Mesa de Mareantes y Navegantes en la que los antiguos marineros decidían sobre la conveniencia de salir al mar en función de las condiciones meteorológicas.

Y por último, y tras recorrer la playa de Luarca, el Bosque-Jardín de la Fonte Baxa puede hacer las delicias de los amantes de la naturaleza con sus cedros de Líbano, helechos de Australia, pinos de Canadá y secuoyas de Estados Unidos. Todo entre sus 500 variedades de camelias y otras especies autóctonas que nos sumergen en un auténtico jardín botánico. 

Valdés, un concejo para desconectar

Luarca es la capital de Valdés y es donde primero nos han de llevar nuestros pies, pero es solo una pequeña parte de todo lo que podemos ver en el concejo. Alrededor de Luarca nos esperan espacios verdes, de costa y de montaña, que se adentran en el mar o que se asoman desde las alturas. El cabo Busto es uno de esos lugares especiales, un promontorio que junto a Peñes y Video se convierte en una de las puntas más salientes de todo el litoral asturiano. Puedes hacer una ruta circular por él para ver enormes acantilados, playas y, cómo no, su afamado faro.

La costa de Luarca-Valdés es una zona protegida denominada Paisaje Protegido de la Costa Occidental de Asturias. Si queremos caminar, el sendero GR-204 nos permitirá recorrer buena parte de su extensión y entre la Reserva Natural de Barayo y el pueblo de Cadavedo encontraremos cortados rocosos de 80 metros de altura sobre el mar, cabos, bahías e islotes huérfanos a merced del Cantábrico.

Si nos adentramos en el interior, el Esva es el mayor río que atraviesa este territorio. Podemos seguir su valle aguas arriba desde que parte en el estuario que se forma en la playa de la Cueva, para más adelante llegar a los pueblos de Canero y Trevías y después al de Brieves. El valle forma un reducto etnográfico de referencia en Asturias, conocido por sus pasos elevados formados por arcos de pizarra. Y si quieres más, siempre puedes adentrarte en el Monumento Natural de las Hoces del Esva.

Cuando prefiramos alejarnos del mar, aunque solo sea un poco, tenemos los montes de los vaqueiros de alzada, que ponen el contraste justo a la tradición marinera de Luarca. En las montañas de interior es donde la ganadería trashumante marcaba la vida del grupo ético de los vaqueiros de alzada desde el siglo XV, y aunque ya desaparecieron hace décadas dejaron un legado aún tangible en forma de costumbres, bailes, vestimentas y un amplio folklore que se conserva aún hoy las tierras altas del concejo de Luarca-Valdés.

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