África de Norte a Sur

Los oasis del gran Erg occidental

Hacia los oasis del gran Erg occidental

Carlos Conde

22 de abril de 2022 19:59 h

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Como era de esperar en mí y a pesar de llevar tan solo unos diez años planeando hacer este viaje, dejé todo para el ultimo día, por lo que salí hacia Argelia sin idea de lo que me iba encontrar en varias de las fronteras que me esperan más adelante.  

Aunque yo, como diría Alejandro Magno, la tierra la considero mía, así que no me voy a dejar detener por nada y vagaré por el mundo hasta salirme del mapa.  

El primer objetivo tras llegar con el ferry a Ghazaouet era visitar los oasis del Gran Erg Occidental, y atravesarlo de oeste a este, que aunque así dicho parece fácil, está resultando más complicado de lo esperado. Y el calor, las fiestas del Ramadán y encontrarnos en plena temporada del 'harmattan' y el fuerte viento del desierto, que a todos enloquece, tampoco han ayudado.  

En esta primera etapa me acompaña Jesús, un amigo del alma, con el que iniciar y compartir esta aventura. Yo casi hubiera preferido alguien que supiera algo de mecánica, pero qué remedio, es el único que se animó a venir 😊. 

Queríamos llegar al oasis de Taghit y ya es un objetivo cumplido pues salimos de allí esta mañana, atravesando un desierto azotado por todos los vientos y persiguiendo como alma que lleva el diablo a una patrulla de la ‘gendarmerie’. 

Ahora me encuentro intentando descansar en la habitación de un hotel de El Abiodh de Sidi Sheikh , un lugar que nunca conoció tiempos mejores, desvelado ante la idea de caer dormido y despertar a las pequeñas, y no tan pequeñas criaturas que habitan entre las sábanas, acechantes para devorarme cuando caiga dormido. Así que me dispongo a contaros como fue la ruta hasta Taghit desde que atravesamos Ain Sefra, la puerta de este desierto. 

Por el camino disfrutamos en el ‘marche des betails’ de Ain Sefra paseando entre corderos, comerciantes, cuenta cuentos, médicos ambulantes y sacamuelas. Visitamos las ruinas de la ciudad minera de Kenadsa y el palmeral de la Villa de Moghrar. Sufrimos el ayuno del Ramadán, comimos fuet a escondidas y celebramos el 'iftar' en las casas de los nuevos amigos que nos dio el camino. Escuchamos las historias de Tayeb y Mohamed, nos acompañó el galope de los camellos y la escolta de la 'gendarmerie'. Subimos dunas, cruzamos montañas, nos maravillamos ante paisajes increíbles y sentimos la monotonía del desierto. 

Y mil kilómetros después llegamos al oasis de Taghit, descanso para los cansados, insólito paraíso donde todo allí es asombroso, y más cuando se observa el palmeral que hay bajo la gran duna con una cerveza en la mano y los pies en la piscina del hotel Saoura, que la buena vida nunca ha estado reñida con la aventura.

Mañana llegaremos a Ghardaia una de las perlas de la pentápolis del valle de Mzab, pero eso ya os lo cuento la semana que viene.

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