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Un paseo por la Catalunya romana: el esplendor de Tarraco y más allá

El anfiteatro romano de Tarragona

Roberto Ruiz

Los veinte siglos que han pasado no han podido borrar la huella de una de las mayores civilizaciones que han pisado la península ibérica. Como en muchos otros lugares de la actual geografía española el Imperio Romano tuvo una importante presencia en el que hoy es el territorio catalán, por lo que si nos llama la arqueología no es difícil apreciar muchos de sus restos.

Tarragona es indiscutiblemente el corazón del legado romano en Catalunya, fue capital de la Hispania Citerior, una de las provincias en la que fue dividida la península ibérica, y en el siglo II d.C. vivió un verdadero apogeo que la convirtió en una rica y próspera ciudad. Comenzando en ella, en la que fue la ciudad de Tarraco, y continuando por el resto de Catalunya, damos un paseo que nos lleva por termas, templos, foros, circos, viviendas, calzadas, necrópolis e incluso anfiteatros de 2.000 años de antigüedad.

Tarragona, donde la antigua Tarraco sigue viva

Es imposible hablar de la huella romana en Catalunya y no empezar haciéndolo deteniéndonos en Tarragona. En el siglo I a. C. la antigua Tarraco se convirtió en capital de la Hispania Citerior y por tanto no es de extrañar que sea aquí donde encontremos el mayor tesoro arqueológico romano de Catalunya, declarado además Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000. 

Un buena manera de comenzar a hacerse una idea del esplendor que tuvo en el siglo II d.C. es recurriendo a la maqueta de Tarraco que encontrarás en la Antigua Audiencia, en la plaza de Pallol, donde en 21 m2 queda representada al detalle toda la ciudad. Al salir no tendrás que irte muy lejos para empezar a recorrer la muralla romana que antes protegían el perímetro urbano y de la que aún queda 1,1 km en pie, un 30% de la original, y en la que destacan las torres del Arzobispo y de Minerva.

Para ir entrando en materia tus pasos te deben llevar hacia el circo, construido en el siglo I d. C. y que tuvo capacidad para 25.000 espectadores. Es curioso ver cómo sus restos se han integrado en las fachadas de las casas centenarias de la calle Enrajolat. El principal templo de la ciudad estuvo ubicado en la actual Pla de la Seu y en el claustro de la catedral aún se pueden ver restos de un pórtico. Hay que distinguir también dos foros, el provincial y el local. El primero en la parte alta y el segundo, en la parte baja, era el centro de la vida ciudadana, donde se conservan restos de la basílica y algunas columnas.

Pero sin duda en Tarraco la guinda del pastel la pone su anfiteatro, donde había capacidad para 14.000 personas y que junto al circo y al teatro completaba el conjunto de edificios dedicados al ocio. Aquí, donde se juntaban fieras y gladiadores, sería imperdonable no detenerse a conocer bien su pasado. Por su lado, el Museo Arqueológico puede ser un excelente aliado para comprender el contexto de todo lo que encuentras por las calles de Tarragona. 

Si salimos un poco de la ciudad y llegamos hasta el río Francolí encontraremos el Museo y Necrópolis Paleocristiana y el Conjunto Paleocristiano del Francolí. Y si salimos del todo, unos pocos kilómetros hacia el norte, el punto final de esta ruta romana por Tarragona la ha de poner el acueducto de las Ferreres (o puente del Diablo), originario del siglo l a. C. y uno de los que mejor se conservan hoy día.

El legado romano por el resto de Catalunya

Pero sí, aunque Tarraco fuera capital de la provincia que iba de los Pirineos hasta Cartagena hay muchos otros enclaves repartidos por Catalunya que bien merece la pena visitar. Sin ir más lejos la propia Barcelona, la que fue la antigua Barcino. Para conocer su pasado romano siempre es interesante visitar el Museo de Historia de la Ciudad, una buena antesala para conocer el templo de Augusto, la antigua necrópolis y la domus de la calle Sant Honorat, para después continuar recorriendo los restos de su muralla del siglo III d.C. y las termas de Pati Llimona. No muy lejos, en Badalona (Baetulo), también es interesante hacer una visita a la Casa de los Delfines, el Jardín de Quinto Licinio o las termas de la ciudad. Y lo mismo pasa en La Garriga, donde en la villa romana de Can Terrers podemos visitar sus termas y los restos de varias edificaciones.

Viajamos ahora hasta Vic. Allí nos espera su majestuoso templo romano, construido a principios del siglo II d.C. y ubicado hoy día en la calle Pare Xifrer. Una pieza básica de la ciudad de la que no se supo hasta finales del siglo XIX pues desde el siglo XI estuvo cubierta por el Castillo de los Moncada. Eso sí, tuvo que ser reconstruido tomando como referencia un capitel, parte del fuste de una columna y elementos del frontón.

En la provincia de Lleida la ruta la marca Guissona, la antigua Iesso, donde su parque arqueológico nos deja ver las murallas, las termas, la puerta de entrada, la necrópolis y una magnífica domus señorial, a la vez que el Museo Eduard Camps nos muestra el proceso de romanización en el interior de Catalunya. 

En Girona, la Gerunda romana, también encontramos restos de muralla defensiva, pero muchos de sus atractivos están repartidos por la provincia, como las termas de Caldas de Malavella o las villas romanas de Vilauba, en Banyoles, y d’Els Ametllers, en Tossa de Mar. Este viaje arqueológico por Catalunya no debería acabar aquí y si nos acercamos a la costa gerundense podemos retroceder aún más en el tiempo y conocer el lugar donde los griegos levantaron sus colonias de Rhode (Rosas) y Emporion (L’Escala) en el siglo VI a.C. En Ampurias, además, es posible ver cómo junto a la ciudad griega surgió una romana, perfectamente delimitadas en los numerosos y llamativos restos que quedan hoy día.

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