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Encerrados con el enemigo dentro

Cumbre sobre emigración en la UE. Foto de familia.  EFE/Horst Wagner

Rosa María Artal

Una antigua amiga solía atrancar cada noche su apartamento con una ceremonia de llaves y pestillos en cuatro cerrojos colocados a distintas alturas de la puerta de acceso a la vivienda. Las ventanas disponían también de cierres de seguridad. Hipocondríaca notable, el máximo riesgo que corría era enclaustrarse con ella misma dentro. Cualquier indisposición de salud la dejaba inaccesible a una posible ayuda que se vería obligada a traspasar un bunker perdiendo un tiempo precioso.

Europa o la América Grande de Trump viven momentos de cerrar fronteras y mirarse el ombligo. El temor lo suscitan centenares de personas tan valientes como para arriesgar su vida por lograr una menos precaria, una con menos dificultades de supervivencia. Puertas adentro se quedan, tranquilos, con los fascismos xenófobos –destaquemos la redundancia- que ya imponen su ley.

La UE ha celebrado una cumbre, el Consejo Europeo, para abordar el tema de la emigración, en una sesión que se prolongó 13 horas consecutivas plagadas de tensiones. Núcleo duro formado por Italia, Polonia, Hungría, la República Checa y Eslovaquia, que sientan extrema derecha en sus gobiernos, y, en línea similar, problemas en Alemania con la CDU de Baviera que podría tumbar la cancillería de Merkel. Sus tesis pesan ya. No es el momento más intenso de llegadas pero sí es el de máximo rechazo político ultra.

De forma que han pensado colocar centros “controlados” para separar a los refugiados “con derecho a permanecer” en la UE, de los que estimen carecen de él y serán devueltos a sus países de origen. Pero ni siquiera va a haber cupos de acogida como testimonialmente existían. “En Europa solo se podrán crear, por los países que quieran, puntos de desembarco, pero de forma voluntaria”, declaró alborozado el primer ministro italiano, Giuseppe Conte. Ningún país ha manifestado intención de añadir alguno a los que tiene.

La UE ha apoyado de forma explícita las maniobras de los guardacostas libios –de quienes se denuncian hasta torturas- y cuentan con la Turquía de Erdogan que acaba de ser reelegido para un mandato de acumulación de poder extraordinario. Pagarán, sin grandes alharacas, dentro del presupuesto ordinario, a quienes carguen con “el problema” de los refugiados o emigrantes económicos. El norte paga al sur. Y poco. El muerto, y a veces literalmente, se lo traspasan al que muestra mayor humanidad, como ha ocurrido recientemente con España. El gobierno de Sánchez acogerá además refugiados llegados a Alemania desde nuestro país. Lo mismo que el griego Tsipras.

Millones de ciudadanos europeos que votan ultraderecha en modo creciente se sentirán ahora más tranquilos. Con sus Salvini, Orban y el resto de la ralea que se está enseñoreando de Europa. Sus votos condicionan políticas de solidaridad y justicia. Pero estos ciudadanos tan poco lúcidos, se sienten más protegidos con las hienas mandando en el interior de las barreras fronterizas.

Hoy han muerto otras cien personas más, ahogadas, prácticamente ejecutadas por la injusticia, frente a las costas de Libia. Italia no ha avisado al Open Arms que recibió tarde, la llamada de socorro. Ni la muerte de seres humanos les importa tanto como esa seguridad que los neofascismos les brindan. Las víctimas no les quitarán el trabajo que sí les restan las políticas de fomento de la desigualdad de sus gobernantes.

Hay mucha gente, cada vez más, que levanta muros a su propia inteligencia, a su sensibilidad. Y optan por tapiarse las salidas, dejando dentro a sus enemigos. En numerosos terrenos.

En España, en estos seis últimos años de gobierno del PP, nos han robado sin freno. Han mentido y trampeado como si tratarán con bebés. Se han deteriorado las condiciones de vida para una multitud de personas, de las que no entran en los cupos privilegiados.

Entre las noticias del día, sin más que de una jornada, tenemos que “39 de los 50 mayores morosos con Hacienda son inmobiliarias y constructoras”. ¿Inmigrantes? Busquen aquí en la lista a ver cuántos encuentran. “El 70% de los parados que llevan más de cuatro años buscando empleo son mayores de 50 años”. Y ya no entran prácticamente en el mercado de trabajo. La Policía ha venido multado a 48 personas al día por “faltas de respeto” a los agentes desde que se aprobó la 'Ley Mordaza'. Miles de personas no tienen tiempo para ocuparse de esto, ni siquiera de ellos mismos.

Prefieren meter en su casa, en sus cabezas, a sus propios agresores. A los sembradores de odio. A los amantes del cuanto peor, mejor. A los que marean la perdiz hasta que se la come el depredador. El mal menor es nefasto, vivir aprisionados por el mal peor, insoportable, insostenible. La ultraderecha también campa entre nosotros, lo ha hecho tranquilamente en este último período como en sus mejores tiempos.

Es la condición humana, teñida de emociones subjetivas. Desde el miedo a la envidia, el egoísmo o la ira violenta. La desolación de no encontrarse más que en el odio. Emociones que no siempre son las mejores consejeras, si excluyen la empatía y el afán constructivo. A veces, el mayor de los enemigos está dentro de las propias personas que no saben ni reconocerlo. Las que se encierran para ahuyentar unos temores que nunca se disipan así. Personas y sociedades que se pliegan hacia adentro, hacia el fondo, hacia el pozo de sí mismos. Pobres diablos tan malignos para todos.

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