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Cuando las condiciones son favorables

Íñigo Errejón y Rita Maestre durante la presentación de su candidatura para las elecciones del 10N.

José Miguel Contreras

La irrupción de Más País a las puertas de una nueva convocatoria electoral supone un enredo añadido a la intrincada oferta de alternativas ideológicas. Una perspectiva interesante tiene que ver con los cambios que la aparición de este nuevo partido ha provocado en el campo de la comunicación política, particularmente en el de los argumentos en los que los candidatos apoyan la fuerza de su discurso público. Los líderes expresan lo que pueden y no lo que les gustaría. Los condicionantes que les rodean suelen limitarles el campo de actuación mucho más de lo que cabe imaginar. Al final, cada uno aborda la realidad sin excesiva libertad de movimientos, debido a las múltiples ataduras en las que se convierten los problemas que van surgiendo. Este tipo de estrategias condicionadas tienen que ver tanto con aspectos puramente operativos como con valores intangibles.

Un ejemplo: en el primer apartado, el de las ataduras operativas, podemos observar cómo el salto a la batalla electoral nacional de Íñigo Errejón ha estado marcado por la peculiar coyuntura en la que estamos inmersos. Parece claro que Más País no cuenta con una estructura suficientemente sólida como para abordar la batalla en condiciones similares a otras fuerzas ya asentadas. Ha resultado imposible organizar candidaturas en todas las provincias con un mínimo de control. Ante este imponderable, observamos cómo Errejón intenta transformar la limitación en un valor político. Según su discurso, el partido renuncia a presentarse en aquellas circunscripciones en las que una mayor fragmentación en las fuerzas progresistas provocaría la inutilidad de un buen número de votos. Añade que podrían ser absolutamente necesarios en una contienda tan igualada como la actual, en términos de bloques.

Con este planteamiento, basado en un evidente problema operativo, se intenta además contrarrestar uno de los posibles ataques que podría surgir. La llamada al voto útil de los grandes partidos siempre arrastra a un tipo de elector preocupado por la eficacia de su acción. Ante el temor de que el apoyo a fuerzas minoritarias carezca de la más mínima relevancia, hay ciudadanos que optan por sostener a las únicas candidaturas que tienen capacidad real de ganar las elecciones. En el caso de Más País, han explicado que solo estarán presentes en demarcaciones en las que tienen serias posibilidades de obtener algún escaño. Al final, en lugar de aparecer ante el electorado como una fuerza demasiado incipiente y pobre, sin implantación suficiente en el territorio nacional, el defecto se intenta transformar en una virtud. Esta opción política se presenta para servir a los intereses colectivos de la izquierda y, por ello, renuncia a presentarse en las provincias donde la fragmentación es perniciosa. El problema se transforma así en una solución argumental.

En otras ocasiones, como comentábamos, la coyuntura no se refiere a buscar cómo afrontar dificultades materiales. Hay situaciones que crean entornos emocionales y políticos que pueden tener una importancia extraordinaria. Por ejemplo, el nuevo partido de Errejón aparece con un valor adherido a su propio nacimiento. Representa la novedad. Lo trascendente es que ese atributo lo disfruta en exclusiva, en un particular momento en el que hay un acentuado descontento en algunos sectores sociales frente a la clase política que nos ha traído hasta aquí.

Ver a Errejón investido como candidato nacional aboca inevitablemente a lo que el filósofo francés Vladimir Jankélèvitz llamó la primultimidad. Se trata de esa situación que inevitablemente se vive de forma simultánea por primera y última vez. Representar lo nuevo y lo diferente cuando lo existente aparece desgastado es siempre bien recibido. Los valores representativos de lo actual frente a lo viejo han sido copados estos últimos tiempos por las formaciones englobadas precisamente en la llamada nueva política“. La llegada abrupta de Más País rompe ese esquema y se apropia temporalmente del valioso atributo. Además de encarnar lo nuevo, desplaza al espacio de lo viejo a los demás.

Este cambio accidental del posicionamiento de los partidos dirige su discurso hacia caminos no siempre deseados. El fracaso que ha supuesto la imposibilidad de formar un gobierno progresista obliga estos días a Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias a ir modelando su discurso intentando superar ese lastre. Iglesias pretende sedimentar el argumento de que Sánchez es el único culpable del fracaso. Esa línea le coloca en una posición siempre crítica, enfurruñada y débil, en tanto en cuanto no ha sido capaz de conseguir lo que deseaba.

Por su parte, Sánchez parece haber decidido no aceptar más ese combate cara a cara y proclama que no habrá un solo reproche más en sus manifestaciones sobre el asunto. Su idea parece ser la de presentarse como la única opción segura y coherente de gobierno posible frente a quienes lo intentan bloquear. Desde ese posicionamiento, su discurso parte de una reconocida impotencia para manejar la situación. Además, como centro de todos los envites de sus rivales, se ve obligado permanentemente a confrontar con ellos. La clave de su resultado dependerá de su capacidad para mostrar liderazgo y poder estar por encima de los ataques que le surjan.

Errejón cuenta con la manifiesta ventaja de poder aportar una vía de esperanza frente al bloqueo vivido en la fallida negociación entre PSOE y UP. Puede vivir ajeno al conflicto. Tiene libre el acceso a un territorio fértil y hoy desocupado. Ante las principales disyuntivas que ahora mismo pueden surgir, tiene la posibilidad de acomodarse en el lado que genera mayor simpatía generalizada: frente al enfrentamiento, el diálogo; frente al reproche, la colaboración; frente a la ruptura, el acuerdo. Cualquier actor soñaría siempre con que le ofrecieran un papel así en una película, si quiere convertirse en una estrella. No ocurre muy a menudo.

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