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Las elecciones andaluzas siguen siendo el referente de lo que puede ocurrir el 28 de abril

Pedro Sánchez durante un mitin en Valladolid

Carlos Elordi

Seguimos sin tener la menor idea de lo que puede pasar el 28 de abril. Dadas las muchas variables que decidirán el resultado final -desde la participación al reparto de escaños en las circunscripciones más pequeñas- es probable que tampoco las direcciones de los partidos lo tengan claro. Y las encuestas no ayudan mucho. La que este martes publicó el ABC, realizada por Gad3, daba una amplia victoria a la coalición que apoyó la moción de censura de junio y 134 escaños al PSOE. La que apareció el jueves en este diario concluía que la unión de las tres derechas obtendría la mayoría y que el PSOE, aun siendo el primer partido, se quedaría en el 25,4 %.

Tal disparidad sólo se puede atribuir a las distintas valoraciones subjetivas de los técnicos. Cabe creer que los encargados de elaborar el sondeo de eldiario.es no han recibido consigna manipuladora alguna. Sospechar lo contrario equivaldría a dudar de la veracidad de los principios de esta publicación. Y en sus casi ocho años de existencia no ha habido indicio alguno de transgresión de los mismos. Concluyamos por tanto que los técnicos de Celeste han realizado limpiamente su labor. No se pueden hacer juicios de valor sobre el trabajo de ABC, pero sí recordar que la historia de manipulaciones de la verdad atribuidas a este diario no es precisamente corta.

Pero es que, además, el retrato de las intenciones de voto que pinta la encuesta del eldiario.es coincide bastante con un análisis frío de los posibles movimientos políticos con impacto electoral que se han producido en los últimos meses. Y desde el 2 de diciembre no han sido tantos ni muy drásticos. Por mucho que digan las encuestas, y en particular la del CIS, el gran referente de lo que puede ocurrir sigue siendo el resultado de las elecciones andaluzas de hace tres meses y medio.

En aquella ocasión el PSOE perdió cerca de 400.000 votos respecto de los precedentes comicios regionales. La versión andaluza de Unidos Podemos cosechó 300.000 votos menos. El otro dato crucial de aquella convocatoria fue la fulgurante entrada en escena de Vox, con casi el 10 % de los votos que obtuvo a costa de todos los partidos, pero sobre todo del PP. El hartazgo de 37 años de gestión socialista y la sensación de no pocos de sus anteriores votantes de que Unidos Podemos no es capaz de convertir en acción política concreta sus proclamas programáticas explicaron parte de la caída de los partidos de izquierda.

Pero había otro elemento decisorio, según los expertos: la opinión de amplios sectores del electorado, también del del PSOE y de Unidos Podemos, de que esos partidos no sirven para aplicar la política de dureza sin concesiones contra el independentismo catalán que esos sectores reclaman. Tal crítica también se extendía, cuando menos hasta el 2 de diciembre, al PP, debido a la actuación, según ellos tibia e incierta, del gobierno Rajoy al respecto.

Sí, la situación política andaluza era específica. En ninguna otra región un partido ha estado tanto tiempo seguido en el poder. Pero, por lo demás, no hay demasiadas diferencias, particularmente en lo que se refiere a la actitud de la ciudadanía ante la crisis catalana. Hasta el punto de que es muy posible que ese elemento también vaya a ser decisorio en el resultado de las generales del 28 de abril.

Porque, ¿qué novedades ha habido en la política de estos últimos tres meses y medio para que el asunto catalán pase a un segundo plano en la percepción colectiva, sustituido por otros que interesen más a la gente? Sí, el gobierno, presionado por Unidos Podemos, ha aprobado un salario mínimo de 900 euros y otras medidas sociales, varias de ellas a última hora, aunque no la contrarreforma laboral que exigen los sindicatos.

Pero esas cuestiones y otras iniciativas puntuales del gobierno han tenido poco eco en el debate mediático, que es lo que atrae la atención del público más politizado y también, por vía indirecta, de la opinión pública en general. En ese ámbito lo que ha seguido mandando es Cataluña. Durante un breve tiempo también la crisis de Podemos.

Sobre todo porque tras una semanas en las que parecía que había renunciado a los mismos, el gobierno socialista Sánchez decidió abrir un diálogo con los partidos independentistas a fin de que el Congreso le aprobara los presupuestos. ¿Fue eso un error? A la vista de los resultados seguramente sí. Porque ese diálogo ha fracasado, las cuentas no han sido aprobadas y porque, más allá de las mentiras que Pablo Casado y Albert han vertido sobre las intenciones de Pedro Sánchez en sus tratos con los independentistas, esa iniciativa ha proporcionado a la derecha un material valiosísimo para dar caña al gobierno semana tras semana.

Y los efectos de esas diatribas están ahí, porque no pueden desaparecer por arte de magia. Y el problema catalán sigue siendo el principal motor del voto a la derecha. El 28 de abril se sabrá cuál de las tres que se disputan ese espacio se habrá llevado la mejor parte. Pero hoy por hoy parece claro, como indica el sondeo de eldiario.es, que juntas tienen más posibilidades que sus rivales de hacerse con el gobierno.

Sólo una movilización masiva del electorado potencial del PSOE y de Unidos Podemos podría dar la vuelta a esas perspectivas. No está dicho que algo de eso no pueda producirse. El éxito del 8 M y el ultrancismo cada vez más insensato del PP pueden ayudar. Pero aún falta para que eso vaya a ocurrir.

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