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Vivir en un paraíso... para los ladrones

El Portil y Nuevo Portil (centro) con Cartaya y Punta Umbría en los extremos, donde se centraliza la seguridad de la zona.

Fermín Cabanillas

El Portil y Nuevo Portil. Uno pertenece al Ayuntamiento de Punta Umbría, y el otro a Cartaya, en la costa de Huelva. Ambos son un núcleo único, sin separación física, y coinciden en que son un paraíso turístico, con el matiz de que en temporada baja se convierten en un paraíso para los ladrones. Su población en invierno no pasa de las 3.000 personas, unas 20 veces menos que en verano.

Ello supone que cuenta con multitud de apartamentos, pisos y chalés vacíos, lejos del control policial o de la posibilidad de una intervención urgente en caso de alerta vecinal, y los vecinos ya no aguantan más.

Los robos, algunos a plena luz del día, se sucedieron con excesiva facilidad y proliferación en la temporada baja, antes de llegar el turismo que llena sus calles en verano, y la presión vecinal forzó una reunión entre la Subdelegación del Gobierno en Huelva y los ayuntamientos de Cartaya y Punta Umbría, acordando intensificar la coordinación entre administraciones y reforzar la seguridad en los dos núcleos.

De esta forma, desde poco después de Semana Santa se apreciaba en sus calles una mayor presencia policial, patrullas de vigilancia pasiva de Policía Local o Guardia Civil que patrullan sus calles de forma regular, con la confianza de que cuando termine el verano y vuelvan las calles a estar vacías se vea el resultado.

Entre los robos llamativos sufridos, un vecino de una urbanización sorprendía a un desconocido en su propio salón, que salió huyendo por la misma puerta por la que había entrado, llevándose, entre otras cosas, un sobre con el dinero con el que iba a pagar el bautizo de su hijo, así como varias efectos personales.

Los comerciantes aseguran que la media en temporada baja es de dos robos a la semana, en tiendas o casas particulares, con el matiz de que muchos vecinos puede que hayan sido víctimas de estos robos y no lo hayan sabido hasta llegar a la vivienda que sólo ocupan en verano.

De esta forma, si las medidas adoptadas son suficientes para atajar los robos se verá con el tiempo. De momento, las autoridades hablan de que los sucesos descendieron notablemente con las medidas adoptadas, aunque es cierto que un primer balance coincidió con la Semana Santa, en la que estos dos núcleos turísticos llegan a superar el 50 por ciento de ocupación con respecto al verano, con lo que desciende su atractivo para los ladrones, así que habrá que esperar para ver su efectividad cuando llegue el frío.

La base de todo es, como sucede en muchos puntos de la costa andaluza, la gran cantidad de ciudades que en verano rozan los 100.000 habitantes, pero que cuando se van los turistas se quedan prácticamente desiertas. Sólo en Huelva, sucede en puntos como Isla Canela (Ayamonte), La Antilla e Islantilla (Lepe) o Matalascañas (Almonte), por citar algunos ejemplos.

En el caso de El Portil y Nuevo Portil, su historia arranca en los años sesenta, cuando Punta Umbría se segrega del municipio de Cartaya y se propone como espacio para la dinamización turística. En 1968 se aprobó su primer plan de dinamización, que nunca se aplicó, y hubo que esperar a 1994, cuando se decidió impulsar la zona.

Una inversión de cientos de millones de euros sirvió para convertir una zona de costa sin desarrollo en un lugar turístico de primer orden. A las viviendas de segunda residencia proyectadas se unieron rápidamente un campo de golf y complejos hoteleros de cuatro estrellas, todo ello en conjunción con la naturaleza, porque hasta su misma arena llega casi la Flecha, el monumento natural de arena que crece cada año unos 20 metros por efecto de las mareas.

En ese ambiente, muchas personas decidieron establecerse allí en segunda residencia. Muchas de esas nuevas viviendas colgaron el cartel de 'Se vende' durante la crisis, pero de momento aguanta el tirón.

Muy parecido al de El Portil y Nuevo Portil es el caso de Islantilla. Su proyección turística se planeó a finales de la década de los ochenta. Prácticamente fue una ciudad creada en menos de diez años, con el mayor campo de golf de la provincia.

Matalascañas ha ido creciendo más sosegadamente, pero su caso es el mismo: mucha gente en verano, muchas casas vacías en invierno. Otros lugares, como Costa Esuri, en Ayamonte, tienen debate aparte. Fue la mayor inversión turística del grupo FADESA, con 624 millones de euros, y una de las grandes promesas electorales para el crecimiento de la ciudad del exalcalde socialista Rafael González. Pero nunca ha contado con farmacias, puesto de Policía Local o colegios para sus hipotéticos 20.000 habitantes, cifra que no se ha alcanzado.

La Policía Local de Ayamonte se afana en vigilar este monstruo turístico situado a seis kilómetros del núcleo principal. La ventaja es que poco a poco van aumentando sus habitantes, de forma escalonada, con campañas como la destinada a dar a jóvenes de Ayamonte por precios bajos algunas de sus viviendas. Pero queda mucho por delante en este sentido.

Atracos y robos diversos

Eso sí, los ladrones parecen haberse afanado en amargar la vida a los habitantes de Nuevo Portil y El Portil, mientras que en el resto de los núcleos costeros onubenses parece que los delitos son similares, en número, a los de inviernos pasados.

Atracos a mano armada, con alunizaje o en viviendas vacías se han sucedido en los últimos meses. A las acciones en la calles se suman las políticas, y los alcaldes de Cartaya y Punta Umbría y la subdelegada realizaron un llamamiento a la tranquilidad y mostraron su confianza en la profesionalidad y eficacia de la Guardia Civil y las Policías Locales, “que están actuando de forma coordinada”.

La Guardia Civil mantuvo una reunión con los vecinos de ambos núcleos costeros para recabar sus inquietudes, incidir en las medidas de prevención y trasladarles las actuaciones que están llevando a cabo para velar por la seguridad ciudadana, y la subdelegada resalta “la profesionalidad y eficacia” de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y la importancia de que la Guardia Civil y las Policías Locales trabajen coordinadas para dar respuesta a los vecinos y trasladar a los ciudadanos las herramientas de las que disponen para su seguridad y prevención, como es el teléfono 062 de la Guardia Civil o la aplicación para móviles Alercops.

En el lado contrario, los ladrones saben que por mucha vigilancia que se ponga en las calles siempre hay un tiempo de respuesta demasiado largo desde que se da la voz de alarma, y esos minutos son de oro para ellos.

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