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Cambio de marco, cambio de resultado

Jordi Corominas i Julián

La tranquilidad de esta mañana de domingo casi navideño contrastaba con la del 27S y la tensión palpable de esa jornada crispada donde la idea plebiscitaria flotaba en el ambiente hasta hacerse insoportable para muchos. Los resultados dividieron Catalunya desde la perspectiva que interesaba a los mismos convocantes de las elecciones, pero los resultados de esta noche indican otras posibilidades muy interesantes.

La primera marca una diferencia fundamental porque los comicios no son los mismos. El cambio en España se ha construido a lo largo de los últimos cuatro años, del 15M a las manifestaciones independentistas, de la PAH a las mareas de todo tipo, del silencio cómplice con la revuelta de muchos ciudadanos a la aceptación del bipartidismo por tantos otros. Todas esas propuestas ahora confluirán en un Congreso verdaderamente plural donde dos bloques antagónicos empatan en escaños y nuevos protagonistas asoman la cabeza con una fuerza que apunta al futuro desde propuestas, algo sorprendente no hace tanto. El discurso de Pablo Iglesias huele a reforma constitucional y bien harían los partidos del turno y Ciudadanos en escuchar para conseguir grandes pactos de Estado que llevaran a una nueva situación en la que gobernar adquiera la dimensión reclamada por los ciudadanos.

Que eso sea posible dependerá de muchos factores. Quizá la política de pactos no logre su objetivo o fuerzas europeas presionen para una improbable gran coalición al estilo alemán. Hace años, cuando la crisis sacudía con más fuerza, contemplar un compromiso histórico a la italiana hubiese tenido sentido, ahora mismo resultaría una gran burla que con toda probabilidad debilitaría aún más al mermado PSOE de Pedro Sánchez, quien pese a sacar el resultado más bajo de su historia reciente hasta puede aspirar a ser presidente.

Si viramos hacia Catalunya la situación puede interpretarse con mayor facilidad. EL 27S el marco de la campaña fue la independencia y los resultados se ajustaron a esa premisa. Junts pel Sí arrasó y Ciutadans quedó segunda con un gran crecimiento a todas luces insuficiente para postularse como verdadera alternativa. El gran batacazo fue de Catalunya Sí que es pot. Sus errores se debieron a un candidato con escaso carisma y a su decisión de centrar su mensaje en el derecho a decidir, demasiado blando en unas elecciones que no admitían un color intermedio.

En cambio el 20D el cambio de marco referencial y la dispersión independentista les han favorecido hasta darles la victoria sin paliativos. Han cambiado su nombre, han recibido el inestimable apoyo de Ada Colau, a partir de ahora mismo la figura referencial de la política catalana, y han mantenido su postura al interpretar con acierto que en unos comicios en clave española tenía mucho más sentido apostar por el derecho a decidir que por posturas maximalistas, las mismas que, con pésimos candidatos, han adoptado formaciones como Democràcia i Llibertat o ERC.

El triunfo de En Comú Podem responde a la necesidad de una nueva izquierda que, poco a poco, aprende de sus errores y mediante la experiencia avanza sin freno. A diferencia de los partidos soberanistas no ha usado ningún decálogo repleto de victimismo y ha ido a por todas con una serie de mensajes diáfanos que, además, encajaban con el pensamiento del resto de coaliciones unidas a Podemos, partido que con mucha valentía y contra gran parte de los medios dominantes ha lanzado la idea de un Estado plurinacional.

Hace meses escribimos en esta página que la tercera vía no estaba muerta, sólo debía encauzarse y esperar a las legislativas españolas, el resto era humo, propaganda y un discurso dominante que sólo los votantes podrían derribar. La ocasión ha llegado y ha abierto su propia puerta desplazando tanto a las formaciones líderes del Procés y a los dos partidos tradicionales, incapaces de salir de su obsceno enroque, los socialistas presentándose con la candidata que de 25 escaños ha pasado a ocho y los populares con su empecinamiento hacia la marginalidad. Entre unos y otros han conseguido que Catalunya ya no sea esencial para decidir el resultado de las urnas, lo que por otra parte es interesante porque podemos volver a leer el escrutinio en el Principado desde una clave nacional que sabe de la urgencia de negociar en Madrid, algo negado por Junqueras ante los micrófonos y contemplado por Mas para seguir la senda propuesta por Pablo Iglesias. Al saber el secretario general de ERC la opinión de su socio de CDC se ha quedado lívido. Esas discrepancias dicen muchas cosas, son silencios de una unión forzada y apuntan, por mucho que en breve tengamos la decisión sobre el gobierno de la Generalitat, a una pérdida de iniciativa más que significativa.

El futuro se presenta apasionante y, desde mi punto de vista, con un horizonte complicado aunque más despejado. Esta es una mera lectura de los hechos. Vendrán muchas más. Negociar y pactar sólo puede mejorar los mecanismos democráticos, tanto en Madrid como en Barcelona y es impresionante que para introducir estas palabras en el vocabulario político hayan debido irrumpir actores insólitos en el escenario. Los viejos estaban sordos.

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