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Andrés Trapiello: “Los verdaderos restos de Cervantes son sus libros”

El escritor y ensayista Andrés Trapiello / Foto: Julio López Espeso

Alicia Avilés Pozo

Para Andrés Trapiello (Manzaneda de Torío, León, 1953), El Quijote “es un viaje de ida y vuelta”. Es difícil que alguien lo sepa mejor que él, dedicado durante buena parte de su vida al estudio de la vida y obra de Miguel de Cervantes y de su personaje más universal. Escritor, poeta y ensayista, Trapiello es una de las personalidades literarias más elogiadas por la crítica y el público del país. Resulta casi imposible catalogar sus obras en un solo género, que van desde los 18 volúmenes que comprenden hasta ahora su ‘Salon de pasos perdidos’ hasta la fabulosa mirada a la literatura española durante la Guerra Civil que publicó en ‘Las armas y las letras’. Tras biografiar ‘Las vidas de Miguel de Cervantes’ y adentrarse en el caballero de la triste figura con ‘Al morir Don Quijote’ y ‘El final de Sancho Panza y otras suertes’, el escritor disfruta ahora del enorme éxito de ventas de la traducción al castellano actual que ha realizado de las aventuras del famoso hidalgo manchego, sobre la edición “canónica” de Francisco Rico. Recibe a eldiario.es/clm para comentar esta nueva vuelta a su trabajo quijotesco.

¿Cómo están respondiendo los lectores a este nuevo ‘Don Quijote de La Mancha’?

La gente esta reaccionando muy bien, y además la experiencia de la Feria del Libro ha sido magnífica porque cientos de personas me han dado las gracias por tener la posibilidad de poder leer un libro que han empezado y no podían terminar por falta de paciencia o porque se han dado cuenta del esfuerzo que tienen que hacer para leer El Quijote en un castellano del siglo XVII, que es una lengua que hoy no hablamos y que además no entendemos a menudo. Incluso ha habido gente mayor dando las gracias, diciendo “era mi ultima oportunidad de leerlo”. Es un libro arduo, pero no tanto por razones léxicas o refranes antiguos, que también, sino por una cuestión de hipérbaton y de formas verbales que ya no existen en la escritura ni en el habla.

¿Se podría considerar este libro un Quijote popular?

Yo no diría popular. Es un Quijote en toda regla, como otros que existen, solo que está traducido, y a una lengua que se parece mucho a la de Cervantes, y que en algunos aspectos es la misma.

¿Ese el objetivo que te marcaste tras tantos años de trabajo en esta traducción?

Sin duda. Han sido 14 años muy laboriosos pero muy divertidos. Me lo he pasado muy bien. He aprendido muchísimo, me he fijado en cosas en las que normalmente un lector muy atento no se hubiera fijado. Traducir te permite observar dentro del libro cosas mínimas en las que no han reparado otros y creo que aporta nuevos elementos. El Quijote siempre es un viaje de ida y vuelta: vas, vuelves, miras, encuentras…

Has dejado intacta la frase inicial ¿Es algo simbólico?

Es que la frase inicial no se puede tocar porque la conocen de memoria incluso los que no han leído El Quijote. Pero la siguiente ya la he tocado y el haber traducido “de los de lanza en astillero” ya ha levantado un poco de revuelo. En este caso concreto, nadie sabe lo que era entonces un astillero. Podría ser una percha para colgar las lanzas, pero tampoco es exactamente así, ni se puede traducir por perchero. Así que la labor de traductor es elegir algo que, si no es exacto, por lo menos que refleje la intención de lo que el autor ha querido decir.

¿Has recibido muchas críticas negativas por haber ‘tocado’ la obra original?

He recibido grandes alabanzas pero también críticas contrarias. Por ejemplo, tuve una crítica muy divertida diciendo que esta traducción era completamente innecesaria porque El Quijote era un libro perfectamente inteligible por todo el mundo, y que la culpa de que tuviera tan poca lectura no era del libro sino de los lectores. Pues muy bien. A partir de ahora que vendan con El Quijote una fusta para hacer que lo lean. También hay gente que se rasga las vestiduras porque he traducido “las más noches” por “casi todas las noches”. Como digo en el prólogo, no se puede hacer una tortilla sin romper los huevos. Eso es traducir: te olvidas de la lengua en la que está, aunque creas entenderla, y la traduces a otra, que se parece pero que no es la misma.

A continuación, la traducción que Andrés Trapiello ha realizado de las primeras frases del libro. En negro, la versión original, y en cursiva y en azul, la traducida:

Entonces, ¿no es cierto que la gente se ha olvidado un poco de El Quijote?

Yo creo que en todas las casas hay un Quijote porque ha habido ediciones para dar y tomar. El Estado ha invertido muchísimo en hacer que esté en todas partes. Eso no quiere decir que se lo hayan leído, y un libro que no se ha leído no sirve para nada. Lo importante es que se lea, que se disfrute, y a ser posible de la misma manera que Cervantes querría para ese libro. Lo escribió no solo para los filológos y la gente como yo, sino para toda la gente, para que se riera, como él dice por boca del bachiller Sansón Carrasco: “es tan clara, que no hay cosa que dificultar en ella: los niños la manosean, los mozos la leen, los hombres la entienden y los viejos la celebran”. Eso es para lo que se escribió y eso no estaba ocurriendo.

Y todos los actos institucionales y oficiales que rodean al Quijote ¿rinden tributo a la figura de Cervantes, a esa ‘llaneza’ con la que tú has catalogado su obra?

Siempre que se habla del Quijote, se mantiene vivo el secreto de un libro, eso de que “algo tendrá cuando todo el mundo habla de él”. Es un libro admirable porque están las principales virtudes por las que un hombre lucha, que son la libertad, la igualdad y la lealtad. Ahí están ya los tres principios de la Revolución Francesa 200 años antes. Trata de hacer hombres libres, trata de hacer hombres iguales y trata de hacer hombres solidarios y fraternos, como la relación de Quijote y Sancho. A la gente eso le suena y con eso se identifica. ¿Que los partidos políticos y las instituciones deberían salir un poco del Quijote y extenderlo? Desde luego, pero eso es también una labor de las escuelas, de la formación, de las instituciones, de no ser tan retóricos. Hay mucho camino por recorrer, pero soy un hombre positivo y parto del hecho de que el mundo que vivimos hoy es algo mejor que el mundo que le tocó vivir a Cervantes.

No sería por tanto necesaria una desmitificación del personaje para entenderlo mejor…

El Quijote está perfectamente donde está. No hay que mitificarlo ni desmitificarlo, lo que hay que hacer es leerlo y cuando lo lees descubres que sus mensajes son muy fáciles de entender por todo el mundo. Su principal virtud, como decíamos, es la llaneza.

¿A quién pertenece El Quijote? ¿A los académicos, al pueblo, a la fantasía…?

A todo el mundo. Lo que pasa es que la gente sabe menos de Cervantes y sabe más del Quijote. Pero es una figura enormemente popular y querida, incluso por la gente que no lo ha leído. Los españoles oyen hablar de él desde que tienen uso de razón, en el colegio, en la televisión, en todas partes. Está en el ambiente y los valores que representa se transparentan. Y el caso de Cervantes es diferente y lo que hace es muy bonito: impregna a sus personajes de una especie de mirada piadosa y compasiva. Eso es muy simpático. Cervantes tuvo muchas vidas, y tenía derecho a ser una persona oscura, amargada, tenebrosa. Sin embargo, hace todo lo contrario, hace una literatura comprensiva, luminosa, jovial, y eso lo advierte el lector y agradece doblemente ese mensaje.

Dijiste hace muchos años que hoy Cervantes hubiera sido un segundo Premio Nobel de Literatura después de Lope de Vega. ¿En 2015 también hubiera sido así?

Sin lugar a duda. Es el sino de Cervantes. Eso no falla. De vivir hoy Cervantes, el Premio Cervantes se lo hubieran dado a (Juan) Goytisolo igualmente. No hubiera cambiado absolutamente nada.

¿Cómo valoras todo el revuelo institucional y mediático en torno a los restos mortales de Cervantes?

Hay una cosa contradictoria. El mismo partido político (el PP) que se empeñó en buscar los restos de Cervantes, quería al mismo tiempo erradicar y quitar de un plumazo la circulación de los mendigos por Madrid. No se entiende que se quiera desenterrar a Cervantes y se quiera enterrar a Don Quijote. Eso por un lado. Por otro lado, lo de los huesos ha quedado en una especie de urna, donde hay 16 personas de las cuales hay algún resto que podría ser de Cervantes y de su mujer. ¿Le hemos querido dar el título de tumba por razones publicitarias o de marketing? Bien, pero los verdaderos restos de Cervantes, los que a nosotros nos importan, son sus obras, que no hay duda de que son de él, y tienen más que ver con la vida del escritor que todas esas necrofilias de gentes que no han hecho nada por la obra de Cervantes, la de verdad.

Nos gusta hablar del Quijote y hacemos continuas referencias al personaje, pero ¿nos podemos considerar una sociedad quijotesca?

Somos poco quijotescos. La figura pública más quijotesca que he visto en la vida política en los últimos años es Rosa Díez (líder de UPyD). Es una política extraordinaria, que ha estado considerada durante seis años como la más valorada y en tres meses, sin que mediara corrupción o irregularidades económicas, la han tirado, siendo una de las personas que más ha hecho por la regeneración democrática, por la cohesión del Estado, por la igualdad ante la Ley y por la lucha contra el terrorismo. Y de pronto la han dejado sola como a Don Quijote, y haciendo creer a los demás que es una loca. Mientras, a otros personajes no solamente no se les quita de en medio sino que se les da más votos en las elecciones para que sigan robando y aprovechándose del dinero publico.

¿Vas a seguir trabajando sobre Cervantes?

Yo creo que ya no, de El Quijote ya no más. Estoy encantado pero con esto es más que suficiente. Ya he hecho una biografía, dos novelas cervantinas y ahora la traducción. Mi pequeño grano de arena con la obra de Miguel de Cervantes creo que ya lo he aportado.

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