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TIDAL, el Spotify del 1%

Alicia Keys presenta Tidal

Marta Peirano

Cuando Charlie Chaplin, Mary Pickford, Douglas Fairbanks y D.W. Griffith se juntaron para crear su proipio estudio (United Artists) en 1919, la industria dijo: los lunáticos se han puesto a dirigir el manicomio. El pasado enero, Jay Z le compró a la compañía sueca Aspiro una plataforma de música por streamming llamada Tidal, y se ha buscado a sus 17 accionsitas en el 1% del negocio: Beyoncé, Madonna, Rihanna, Kanye West, Jack White, Chris Martin, Calvin Harris, Jason Aldean, J Cole, Alicia Keys, Daft Punk, Arcade Fire, Deadmau5, Nicky Minaj y Usher. Estos son los lunáticos que quieren quedarse con un manicomio que, según la Asociación de la Industria de Grabación de Estados Unidos, vale 1.800 millones de dólares. Lo han llamado “La primera plataforma global de música y entretenimiento dirigida enteramente por artistas”.

NO sería la primera vez que este negocio cambia de manos. El trono al que aspiran hoy se reparte entre las dos empresas que se lo arrebataron en su día a la industria del disco: Apple y Spotify. Spotify tiene más de 60 millones de usuarios, 15 de los cuales son suscriptores de pago, Apple está preparando su propio servicio de música en “streaming” para este año. Jay-Z ha pagado 56 millones por Tidal, los rumores que circulan esta semana sobre un misterioso comprador de Spotify son de 14 mil millones de dólares.

“Nuestra meta es simple: queremos ofrecer un mejor servicio y una mejor experiencia tanto para artistas como para el público”, dijo Alicia Keys el pasado lunes en un evento cuyo hashtag era #TIDALforALL.“Buscamos la salud y la sostenibilidad de nuestra industria en todo el mundo”. “Es interés de todos preservar el valor de la música”.

Las cuentas y los artistas

De momento, Tidal tiene alrededor de 35.000 usuarios y un catálogo de 25 millones de canciones, 75.000 vídeos musicales, identificador de melodías, listas de reproducción, y una revista a lo Pitchfork con recomendaciones de críticos y expertos. Antes de la adquisición, su única estrategia de venta era su calidad de sonido, cuatro veces superior a la de Spotify con música a 44 kHz, 16 bits y bitrate de 1411 kbps. El pequeño catálogo es un handicap que los nuevos dueños podrá solucionar, a medida que otros artistas superventas se vayan mudando a la nueva plataforma y desapareciendo de las otras.

Jay Z ha abierto una primera ventana de oportunidad para los primeros artistas en incorporarse, cuyas condiciones serán especialmente fabulosas. En ese sentido, resulta sospechosa la ausencia de Taylor Swift, que se marchó de la plataforma porque “no estoy dispuesta a aportar mi trabajo de toda una vida a un experimento que creo que no compensa de forma justa a compositores, productores, artistas y creadores de música”. O de Radiohead, que en su momento prefirieron liberar su disco a cambio de la voluntad que ponerlo en el popular servicio de streamming. Dicen que Jimmy lovine ha estado tratando de recuperar a algunos de los primeros colonos con contratos más generosos, pero nadie ha confirmado o desmentido este probable rumor.

De momento, su principal problema sigue siendo el precio. Tidal costaba hasta cuatro veces más que sus competidores, 19.99 euros de tarifa Hi-Fi sin anuncios ni cortes ni posibilidad de ser usuario sin ser suscriptor. La nuava Tidal post-Jay Z incluye una tarifa lowcost de 9,99 -llamada, extrañamente, Tidal Premium- para aquellos que prefieren pagar menos por un sonido de calidad convencional. Parece un golpe de estado y nadie ha aclarado cuál es la participación de las discográficas de cada uno de estos músicos en la operación. Pero Jay Z le dijo a Billboard que no tiene intención de competir con los grandes sellos. “Creo que las discográficas tenían la sospecha de que estábamos montando nuestro propio sello -observó el cantante y emprendedor- No es un sello discográfico. De ser algo, sería una tienda de discos. Yo ya tengo un sello, no necesito otro.”

Keys acabó su presentación con una cita de Nietzsche: Sin música, la vida sería un error“. De momento, se trata de un servicio para sibaritas del audio que tienen debilidad por los superventas, una combinación poco habitual. Los que vayan en turista no notarán ninguna diferencia entre escuchar Crazy in Love en Spotify, Pandora o la radio, pero vivirán con la satisfacción de saber el dinero estará destinado a alimentar el patrimonio Jay-Z-Knowles.

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