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El año que aprendimos sobre feminismo leyendo las vidas de mujeres fuertes y sabias

Gloria Steinem y Dorothy Pitman Hughes, 1972

Belén Remacha

Decía Gloria Steinem en Revolución desde dentro, su manual sobre la autoestima, que había sido precisamente escuchar y hablar con otras mujeres, a veces mayores y más sabias que ella, lo que le había salvado en numerosas ocasiones. Steinem ha publicado en España en 2016 Mi vida en la carretera, joya del feminismo interseccional injustamente olvidada en muchas de las listas de balance del año.

Kate Bolick, la otra estadounidense que llegó para rompernos los esquemas (y para hacernos leer orgullosas en el metro un libro en cuya portada pone Solterona), encontró en la escritura de “biografías de muertas” una de las maneras con las que construir la vida propia, y también el hilo con el que narrárnosla. Angelika Schrobsdorff, fallecida en 2016, eligió contar la vida de su madre para reconstruir el pasado colectivo e individual.

Ellas han sido tres de los adalides de una suerte de 'boom' de vidas de mujeres extraordinarias de las que hemos podido empaparnos estos últimos meses.  La autobiografía, ese género a veces considerado algo narcisista, se ha revelado paradójicamente como una gran herramienta para lograr empoderarse sin mirarse el ombligo. 

En la librería madrileña Mujeres y Compañía no quieren llamarlo exactamente 'boom'. Sus responsables, especializadas en literatura feminista, opinan que hablar de modas en este caso es “frivolizar el trabajo tanto de estas escritoras, como de editoras, libreras y lectoras inquisitivas”. Proponen cambiar el término por “trabajo de visibilización y reivindicación”.

“En el ámbito del cómic y novela gráfica, por ejemplo, siempre ha sido habitual este tipo de publicaciones de autoras que cuentan experiencias vitales”. Muchas veces sobre violencias y abusos, destacan, como ocurre en Una entre muchas. Describen el género, o el fenómeno (lo que ustedes prefieran), como “una forma de compartir y hacer política partiendo de sí misma (algo profundamente feminista, y que encuentras en casi todos los formatos de creación literaria)”.

“El hecho de que el canon patriarcal rescate a determinadas escritoras no es casualidad, pero sí significa una oportunidad de descubrir autoras invisibilizadas durante siglos”, inciden.

No durante siglos pero sí durante décadas en el caso de Lucia Berlin. Alfaguara ha rescatado desde los lejanos 60 su Manual para mujeres de la limpieza, “la narración de la propia vida, tomada sin modificar apenas la realidad”. También ocurrió con Katharine Graham y su historia personal,  “la mujer más poderosa del mundo” según el diario del que fue editora, The Washington Post. Premio Pulitzer en 1998, nos llegó ahora de la mano de Libros del KO. Y, esta vez sí, tuvieron que pasar cien años desde su nacimiento para poder apreciar la historia familiar de Natalia Ginzburg, editada en Lumen.

El poder de contar tu relato

Hemos tenido ejemplos patrios. Carmen G. de la Cueva tiene apenas 31 años pero con su debut, Mamá, quiero ser feminista ya se ha adentrado en el género. “Escribir sobre tu memoria es una forma de tomar el control de tu vida”, reflexiona. “Históricamente, el poder fue declarado como no femenino y las mujeres se han visto desprovistas de textos, de modelos, que les podrían servir de ejemplos. El poder depende de la capacidad de ocupar un lugar en todo tipo de discursos y que ese lugar cuente para algo”, continúa.

“Escribir autobiografía es una forma de articular una autoconciencia acerca de la identidad de la mujer como hecho cultural y como proceso de construcción social”, continúa De la Cueva. “Las mujeres que han decidido contar su vida, las mujeres que acceden a puestos de poder son criticadas con frecuencia, son juzgadas y cuestionadas. Una piensa que esto es cosa del siglo XVIII o del XIX hasta que se sienta a escribir y se dispone a publicar”.

“Es muy necesario leer, hacer genealogía, dar con ejemplos de escritoras que en su momento fueron tildadas de chillonas y rabiosas y traerlas como ejemplo para tomar el control de nuestra escritura presente y el control del poder en los espacios públicos. La lectura es una herramienta de empoderamiento feminista”, subraya. “Lo que yo quería era romper el silencio, hablar de algunos tabúes y vergüenzas, tomar el control de mi vida contándome a mí misma a través de la historia de otras muchas mujeres que vinieron antes que yo”, expresa sobre su libro.

Otro debut del año que nos ha dejado, Partir, de Lucía Baskaran, también tenía tintes autobiográficos. En su caso, lo ha presentado desde otro ángulo que ha copado el año, la autoficción, esa barrera entre lo real e irreal que a veces cuesta distinguir. “Como lectora, casi siempre he conectado más con las historias narradas en primera persona. Al escribir, veía que la cosa fluía más cuando escribía en primera persona aunque no fuesen experiencias propias, así que decidí tirar por ahí”, dice la autora.

“No creo que la propia experiencia sea la manera más evidente de 'aportar algo', pero sí que pienso que la singularidad de la experiencia individual es un lugar desde donde enunciar experiencias colectivas”, piensa Baskaran. “Mientras escribía Partir no pensaba en si estaba 'contando mi vida', para mí era una especie de gimnasia”, continúa.

¿Y hay algo de 'autoayuda' en querer leer este tipo de novelas? “Creo que normalmente consumimos ficción para tratar de entendernos mejor, para no sentirnos solos. En la autoayuda y la terapia se parte de la premisa de que hay un problema, algo que no va bien. La ficción creo que tiene más que ver con nuestra necesidad de sentirnos parte de una comunidad”, reflexiona la escritora donostiarra.

2017, Gloria o Françoise

No sólo gracias al formato de autobiografía más o menos novelada sobrevivimos un poco mejor al 2016. Con Mala Feminista hemos aprendido a no culparnos o cómo ser amigas de otras mujeres. Con Rebecca Solnit aceptamos que a veces podemos y debemos callar a los hombres (y unas cuantas cosas más). Marta Sanz nos ayudó a entender mejor a nuestras madres (las de los millenials) con el registro testimonial de una generación que es Éramos mujeres jóvenes. Alba Editorial nos regaló los imprescindibles diarios de Sylvia Plath con un precioso envoltorio. Y también reconocimos (ya era hora) a algunas de las Sinsombrero.

2017 comienza con una biografía de Gloria Fuertes editada por Blackie Books y con las memorias de Françoise Hardy a cargo de Expediciones polares. Pero quizá la tendencia no deba continuar, sino que debe dejar de serlo. Desde la librería Mujeres y Compañía piden un deseo tantas veces repetido: “Que, desde los suplementos y plataformas literarias, deje de hablarse de excepcionalidad y se hable de autoras con la misma soltura que se habla de autores”.  

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