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La música intensifica en Irán la tensión entre el gobierno y los religiosos

La música intensifica en Irán la tensión entre el gobierno y los religiosos

EFE

Teherán —

La música amansa a las fieras, menos aparentemente en Irán, donde la autorización o no para dar conciertos en la ciudad sagrada de Mashhad ha intensificado las tensiones entre el gobierno del moderado Hasán Rohaní y el clero más conservador.

Rohaní, él mismo un clérigo chiíta embarcado en un tenue camino de liberalización en las rígidas normas sociales de la República Islámica, que incluye una mayor apertura a las artes y la música, se enfrentó duramente esta semana a uno de los ayatolas de mayor rango en el país, Ahmad Alamolhoda, responsable del sermón del viernes en Mashhad y representante directo del líder supremo Alí Jameneí en dicha ciudad, a cuenta de su “permisividad” hacia la música.

Desde la mezquita central de Mashhad, centro religioso y espiritual para los chiítas y que alberga el santuario del muy venerado imán Reza, Alamolhoda afirmó la semana pasada que su ciudad no era lugar para la “orgía” ni para escuchar música en directo y por tanto prohibió su práctica, incluso por encima de decisiones tomadas por “funcionarios de mente estrecha”.

La prohibición y las palabras del clérigo apuntaron a desafiar las propias leyes de la República Islámica, algo que no fue bien recibido por Rohaní, quien inusualmente respondió a su colega religioso indicándole que Irán tiene Parlamento donde se determinan las leyes y que “cualquiera que se despierte por la mañana, cuando consigue una tribuna” no puede legislar como le plazca.

Así, Rohaní recordó que el ministro de Cultura, Ali Yanatí, es el único que puede otorgar permisos para dar o no dar conciertos de música, y le pidió cumplir con la ley y no seguir órdenes de los demás.

El propio Yanatí también entró en la polémica y explicó a la prensa local que en Mashhad no se hacen conciertos de música desde hace once años debido precisamente a que “el clero del rezo del viernes de esa ciudad ni siquiera permite que haya música tradicionales o locales”.

El ministro expresó así su esperanza que a partir de ahora se pueda llevar a cabo conciertos en la localidad “con la colaboración del Poder Judicial”, ya que el objetivo de la música es “crear alegría y una cierta pasión” en la comunidad.

Alamolhoda, por su parte, no se quedó atrás y desde su tribuna como predicador advirtió al gobierno de que la “lascivia” es incompatible con “la sangre de los mártires”, y consideró un fracaso las políticas culturales del gobierno por prestar demasiada atención “a la minoría secular”.

Junto a Alamolhoda también respondió al Gobierno una muchedumbre que se congregó junto a la mezquita, quienes cargaron contra Rohaní y de paso contra varios diputados considerados demasiado liberales.

Otros religiosos responsables del rezo del viernes en diferentes ciudades como Shiraz, Siryan, Orumie o Ramsar, entre otros, se unieron a la polémica y pidieron limitar o prohibir conciertos en sus territorios.

Al calor de la polémica, en estos últimos días varios grupos religiosos intentaron impedir el desarrollo de conciertos en varios lugares del país, con diverso éxito.

Hace unos meses, en la céntrica ciudad de Yazd, el cantante Maziar Falahí, suspendió un concierto debido a la presencia de un grupo de motoristas que con “aspecto amenazante” le esperaban en el aeropuerto, lo que causo el regreso del cantante a Teherán.

También, según informó la prensa local, un músico llamado Vahid Taj, no pudo aparecer en escena para cantar en Yazd mientras sus músicos tocaban en la sala debido a prohibiciones de las autoridades religiosas.

En Irán, tras el triunfo en 1979 de la Revolución Islámica, se establecieron una serie de normas de inspiración religiosa que fueron muy duras con las artes escénicas.

A partir de entonces la música, sobre todo la contemporánea, vivió un periodo complicado en el que muchos músicos y cantantes tuvieron que exiliarse para poder continuar con sus carreras artísticas.

Desde que asumió Rohaní en 2013, la música está siendo paulatinamente autorizada por el Gobierno de Hasán Rohaní, que ganó precisamente las elecciones con la promesa de otorgar mayores libertades públicas a los ciudadanos.

Sin embargo, aún es muy habitual que conciertos o actividades como el teatro sean censurados o directamente prohibidos por organismos que funcionan de forma independiente del Gobierno, como los grupos religiosos o milicias islámicas, cuya misión declarada es mantener la “esencia” de la Revolución Islámica.

Artemis Razmipour y Álvaro Mellizo

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