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El sheriff y la diplomacia internacional

Josep L. Barona

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Tras la rendición napoleónica en mayo de 1814, el estadista austriaco Klemens W. von Metternich convocó en Viena un congreso internacional de embajadores de los países europeos para acordar un plan de paz a largo plazo para Europa, tras la revolución francesa y la sangría de las guerras napoleónicas. El objetivo no solo era restaurar viejas fronteras, sino equilibrar el poder de las grandes potencias para conseguir una situación política estable. A pesar del talante conservador de los participantes –todos ellos conservadores contrarios al republicanismo y a la revolución social que amenazaba a Europa-, los líderes participantes compartían una idea central: los conflictos internacionales no deben resolverse mediante la fuerza de las armas, sino por medio del diálogo y la negociación. La historia política considera al Congreso de Viena (1815) como un hito clave que marca el comienzo de la diplomacia internacional como estrategia de resolución de conflictos. Las grandes potencias (Austria, Prusia, Rusia, Francia, Gran Bretaña) establecieron entonces las coordenadas de la política europea durante el siguiente siglo, hasta que la gran crisis que abocó en la Primera Guerra Mundial (1914) dio al traste con aquel plan. Después de la Gran Guerra, el Tratado de Versalles (1919) apenas dio margen a la Sociedad de Naciones para reconstruir espacios de negociación durante un crítico período entreguerras, plagado de radicalidad, crisis y revoluciones, que al menos sirvió para sentar las bases de un marco diplomático internacional tras la Segunda Guerra Mundial, la Organización de las Naciones Unidas.

El espíritu del Congreso de Viena era idéntico al de Thomas Jefferson, aristócrata ilustrado, autor de la “Declaración de Independencia de los Estados Unidos” (1776), tercer presidente de los Estados Unidos y considerado por muchos como el mayor defensor de la expansión de la democracia y el concepto de ciudadanía a todo el mundo. Hasta Pearl Harbor el gobierno de Estados Unidos apenas desempeñó el rol de potencia en la esfera internacional. Solo después asumió estrategias imperialistas en el marco de la Guerra Fría.

La liquidación de los bloques, la globalización financiera y el imperialismo económico trajo a algún presidente norteamericano la tentación de liquidar los espacios internacionales de negociación diplomática con la coartada de que había llegado el fin de la historia. Así lo manifestó, entre otros, G.W. Bush con palabras y con hechos. Pero dos siglos después de Jefferson y del congreso de Viena, las palabras, las ideas y los gestos del sheriff de Queens son un insulto a la inteligencia, a la democracia y a los derechos humanos. Vientos de Antiguo Régimen que remiten a tiempos oscuros, que sustituyen los argumentos por la fuerza bruta. Efectivamente, las raíces mas profundas de la cultura política occidental, la democracia y la modernidad están amenazadas en varios frentes, mientras la diplomacia es vilipendiada por la barbarie. Vivimos tiempos de acción, mientras la política y la inteligencia duermen en sus cuarteles de invierno.

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