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El sueño de una agencia de calificación europea se diluye por falta de dinero y apoyos políticos

Sede de la agencia de calificación Fitch en Nueva York. EFE

Pilar Blázquez

Madrid —

El miércoles, los periódicos de todo el planeta podrían abrir con una gran noticia: Europa crea, por fin, su propia agencia de rating (calificación). Esa es la decisión que podría salir de la reunión que la Comisión Europea tiene este martes por la tarde y en la que el tema es uno de los puntos del orden del día. Pero no conviene apostar mucho, más bien nada, porque eso sea así. El diputado alemán Wolf Klinz, que ha liderado la necesidad de que Europa cuente con su propia agencia de rating para acabar con el abuso de mercado y los conflictos de intereses que actualmente tienen las tres grandes (Moody's, Fitch y Standard & Poor's), ha conseguido colar el tema en el orden del día.

Más allá de esto, ni siquiera sus allegados tienen esperanzas de que la iniciativa pueda salir adelante. “La situación es complicada. Aunque se diga lo contrario, crear una agencia de calificación europea no es una prioridad. Este proyecto todavía tardará mucho”, aseguran fuentes de la Comisión Europea.

Será la enésima vez desde el comienzo de la crisis financiera que Europa propone públicamente la necesidad de crear una agencia de rating para luego meter el proyecto en un cajón durante un buen puñado de meses. Desde el estallido de la burbuja de las hipotecas subprime, una de las pocas cosas en las que todo el mundo parece estar de acuerdo es que las agencias, especialmente las tres grandes (que controlan el 95% del mercado mundial de calificaciones) fueron unas de las principales culpables al calificar como seguros y fiables muchos de los productos financieros que luego acabaron conociéndose como hipotecas basura. El congreso de EEUU ha probado el conflicto de intereses por la emisión de los ratings a entidades de las que dependían sus propios ingresos.

Pero nunca antes se ha dado un crimen tan perfecto, ya que después de todo apenas ha cambiado nada y cinco años después siguen operando en las mismas condiciones. Eso sí, el sentimiento de culpa ante su laxitud ha hecho que le den la vuelta a la tortilla y que durante la crisis de deuda en Europa se hayan convertido en el azote de los países con más problemas aplicando bajadas de rating en momentos clave, en lo que se ha dado en llamar la profecía autocumplida. Es decir, si un país tiene problemas para financiarse en los mercados y recibe una bajada en la calificación de su deuda, los problemas se agudizan. En Italia, España e incluso en Alemania se han abierto procesos judiciales en denuncia de estos procedimientos, pero de momento, ninguno ha pasado de la simple denuncia.

El dinero privado también se resiste

En el lado privado, las cosas no están mucho mejor. En la segunda mitad de 2011, cuando las agencias estadounidenses acosaban a los países de la periferia de Europa con continuas bajadas de rating en momentos económicos delicados, la consultora alemana Roland Berger decidió liderar el lanzamiento de una agencia de rating privada que tendría sede en Frankfurt.

2012 debía ser el año del lanzamiento, pero ya estrenado 2013 al proyecto todavía le queda por completar su principal reto: captar los 300 millones de euros que, según su principal impulsor, Markus Krall, necesita para empezar a funcionar. En los casi dos años que lleva la iniciativa apenas ha conseguido captar 100 millones y eso que hace tiempo que la búsqueda de inversores se realiza por todo el mundo, con independencia de su origen.

La agencia será europea, no por sus inversores, sino porque tendrá su sede central en Frankfurt, desde donde se harán los ratings soberanos (los que se hacen a los países), y delegaciones en París y Londres para ejecutar los corporativos y financieros, respectivamente.

El único avance de esta iniciativa ha sido el organizativo. Markus Krall, el socio de Rolland Berger que lideró el proyecto, se ha desvinculado de su antigua empresa para formar una fundación y una empresa privada que será la que, en el futuro, realice las calificaciones. “Esto era necesario para cumplir con la nueva legislación europea y evitar el conflicto de intereses”, explica el directivo germano.

Con él ya trabajan seis personas, de las 1.000 con las que espera contar el proyecto, en la elaboración de la metodología, que será pública y con precios al menos un 50% más baratos que los ofrecidos por las tres grandes. Mientras, continúa la ardua búsqueda de financiación que como reconoce el propio Krall “está costando más de lo que se esperaba y es lo que retrasa el proyecto, no los intereses políticos”. En sus nuevas previsiones espera tener suficiente capital para mediados de 2013, y comenzar con las calificaciones soberanas en el segundo semestre.

La burocracia se impone

La empresa española Axesor es otra de las entidades que se ha sumado al reto de crear una agencia de rating europea y a la que las cosas tampoco le han salido tan rápido como estimaba. Al menos, esta compañía de análisis de riesgos ha conseguido por parte del regulador de los mercados europeos, ESMA, una autorización para ser agencia de rating y lleva unos meses emitiendo calificaciones a empresas, requisito indispensable para conseguir sumarse al proyecto europeo liderado por la Asociación Europea de Agencias de Rating Europea (EACRA).

Sin embargo, la idea anunciada a finales de 2011 de unirse a otras agencias europeas organizadas va mucho más despacio de lo que se esperaba. Países tan importantes como Francia se apearon del proyecto y ahora sólo Alemania, España, Italia y algunos del países del este están en el proyecto. “La legislación es complicada y esto está llevando mucho más tiempo del esperado. Pero al menos la intención continúa”, aseguran fuentes de Axesor.

En definitiva, ya sea por política, dinero o burocracia lo cierto es cinco años después de ser identificadas como las principales culpables de la crisis parece que no hay fuerza suficiente para acabar con la dictadura de las agencias de rating tradicionales.

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