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Una llamada a la ciudadanía extremeña, en tiempos de cambios

Pau Perez, cooperante catalán con antecedentes extremeños, que murió en el atentado de Cambrils

José Manuel Rodríguez Pizarro, AECOS para la Coordinadora Extremeña de ONGD

A nadie se le escapa que, en los países enriquecidos, vivimos en la era de la aceleración y el desbordamiento ecológico, en la que parece que no tenemos tiempo para casi nada y nos dejamos llevar por inercias y rutinas, en muchos casos poco saludables para nosotras mismas y para nuestro planeta. Frente a eso, hay alternativas aunque para ello sea necesario cambiar las gafas con las que miramos el mundo, que nos permitan iniciar un trabajo de revisión crítica de las creencias y los valores en ámbitos como el político, el sociocultural o el ecológico.

Ante este cambio de época, de encrucijadas, de retos y de desafíos constantes a nivel global, las organizaciones y los movimientos sociales ofrecen resistencias, formas de lucha y diversas acciones para construir alternativas. En este punto, supone algo fundamental la activación de la ciudadanía. Ha llegado el tiempo del llamamiento articulado y común a la ciudadanía global con el fin de abordar profundas transformaciones que exigen justicia y dignidad, si de verdad queremos un futuro mejor para toda la humanidad y un mundo a salvo.

No sólo el sector de la cooperación internacional para el desarrollo, que celebra el 8 de septiembre el día del cooperante, se repiensa, lo hacen del mismo modo todas las luchas ciudadanas, como la ecologista, que nos advierte de cómo hemos sobrepasado los límites ambientales y los niveles de producción y consumo. De hecho, los geólogos ya nos avisan: hemos entrado en el Antropoceno puesto que, por primera vez, la actividad humana es la causante de cambios críticos en los ecosistemas. Por su parte, los movimientos feministas nos alertan de la reofensiva patriarcal y del recrudecimiento de las violencias y las discriminaciones por razón de género.

Un panorama así solo se responde desde la unión de diversas fuerzas. Así, desde la Coordinadora Española de ONGD (CONGDE) ha surgido Quorum Global, un proceso de articulación, mediante el encuentro, la cercanía y el diálogo, para construir una nueva narrativa colectiva para que el cambio de paradigma que se avecina sea del poder ciudadano, no sólo de las ONGD, sino también de otros actores y colectivos (como organizaciones defensoras de derechos humanos, ecologistas, de comunicación, sindicales o de economía social y solidaria), para que vayamos de la mano, para que estemos interconectadas, e incidamos conjuntamente en ese nuevo paradigma emplazado en la dignidad humana y universal, al alcance de todas las personas y respetuoso con el medio ambiente. Las amenazas actuales son muchas y no nos permiten relativizar: desbordamiento ecológico y (neo)negacionismo del cambio climático, crecimiento de la desigualdad, el colapso –tan estudiado por Carlos Taibo–, o el rebrote de planteamientos machistas, fascistas, racistas, xenófobos y homófobo-tránsfobos.

Quizá sea la degradación ambiental, el agotamiento de los recursos naturales y los efectos del cambio climático uno de los retos más urgentes, que han de ir a la par de los ya citados, pues, como dice Liliane Spendeler, directora de la asociación ecologista Amigos de la Tierra, “quienes más contaminan son los que menos sufren los impactos del cambio climático, que afecta a territorios de África, América Latina y Asia, fundamentalmente, donde están más conectados con la madre tierra”. El actual modelo económico, capitalista, neoliberal, centrado en el crecimiento económico y, en muchos casos, en grandes empresas multinacionales, es una anomalía ya que tiene un objetivo directo: la extracción salvaje de recursos del planeta. Se hace necesario, por tanto, continúa Spendeler, “repensar nuestra manera de vivir en función de los recursos disponibles para que todo el mundo pueda vivir dignamente”, y eso supone cambiar hábitos de consumo en zonas enriquecidas, como Europa o Estados Unidos.

La perspectiva de quien es cooperante ha variado mucho, afortunadamente, en los últimos tiempos, y la vemos alejada de esa visión romántica y asistencialista, aferrada a la caridad y a la beneficencia, para verla reflejada en un anclaje de derechos humanos, feminista y de sostenibilidad. Las personas que nos dedicamos a la cooperación para el desarrollo, y a la educación para la ciudadanía global, hemos de cambiar esa vieja cultura de la cooperación y abrirnos a nuevos actores, antes excluidos, y establecer firmes alianzas y sinergias. Agentes como estudiantes, sindicatos, trabajadoras y trabajadores, asociaciones de diversa índole, mareas, plataformas ciudadanas, medios de comunicación…

En Extremadura estamos también en un periodo de reflexión y revisión de la política de cooperación, en este caso ante la que se hace desde el gobierno regional, y en estos momentos nos encontramos en una fase de investigación y de realización de propuestas para esa nueva política de desarrollo en Extremadura, en el marco global de la Agenda 2030 de Naciones Unidas, es decir, de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), aprobados por la ONU el 25 de septiembre de 2015 y destinados, a grandes rasgos, a hacer ver a todos los países qué tienen que hacer para acabar con la pobreza, con la desigualdad y para luchar contra el cambio climático, pues debemos asumir que es algo que también nos afecta directamente a nosotras.

Para Extremadura supone un avance muy positivo el que se abra este proceso de lo que queremos en cuanto a nuestra política de cooperación, que “ha de ser entendida no como una política pública partidista y de serie b sino con la misma consistencia que la educativa y la sanitaria”, explica Raffaela Galante, parte de la coordinación colegiada de AIETI, una de las organizaciones, junto al Colectivo La Mundial, encargada de pilotar este proceso. “El gran paso, a juicio de Galante, es hacer entender a la ciudadanía la importancia de la política de cooperación y eso solo se conseguirá si la gente comprende que esta política no solo beneficia a los países que reciben el dinero”.

Las ONGD extremeñas tenemos que abrirnos a otras entidades de la sociedad civil, en procesos como el que está en marcha ahora en Extremadura, promovido desde la Agencia Extremeña de Cooperación, o en Quorum Global, impulsado desde la CONGDE. Son formas de repensar, de dar voz y voto a otros actores políticos y sociales pues, tal y como se ha hecho hasta ahora, no se ha logrado el gran objetivo común: acabar con el hambre, la pobreza y las desigualdades en el mundo, salvaguardando el medio ambiente. En palabras de Raffela Galante, “para cambiar el mundo, nuestro modelo de cooperación no ha servido, por lo que tenemos que cambiarlo y abrirlo a otras organizaciones. Acabar con el hambre es una tarea tan complicada e importante que no se puede dejar solo en manos de las ONGD”.

Y es que hemos de concienciar a la ciudadanía de que los problemas de los países empobrecidos no son sólo suyos, poseen un carácter global, y nos afectan aquí también, en Europa. La degradación ecológica, el empeoramiento de las condiciones de vida de las mujeres, los recortes en derechos sociales y económicos o la criminalización de las luchas son algunos ejemplos.

Los tiempos de cambio son una ventana de oportunidad para una mayor participación ciudadana y ahora existe un contexto favorable para iniciar procesos de encuentro con múltiples actores. Y la verdadera transformación social, la de calado, solo será posible si todas las personas estamos unidas y reclamamos nuestro derecho a ser soberanas de nuestro futuro, más allá de identidades, cosmovisiones y fronteras políticas.

 

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