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El robot que llevará al zoo a los niños hospitalizados gracias a las Oculus Rift

Inmoov, el robot de código abierto que se convertirá en los ojos de los niños hospitalizados

Cristina Sánchez

Próximamente, los pingüinos londinenses contemplarán a un peculiar visitante amarillo con un esqueleto de cables, servos y placas de Arduino. El humanoide se paseará sobre dos ruedas por el zoo de Londres con el loable propósito de convertirse en los ojos y las piernas de los que no pueden acercarse hasta allí: los niños del hospital infantil Great Ormond Street de Londres disfrutarán de la experiencia con ayuda de unas Oculus Rift.

Richard Hulskes, cofundador de Wevolver, una plataforma de proyectos de 'hardware' de código abierto, desde prótesis biónicas a drones o escáneres láser, lleva meses trabajando para conseguir que esa excursión se haga realidad. “Nos encantan los avances tecnológicos que crean impacto, nuestra misión es hacer la tecnología accesible para todo el mundo”, cuenta Hulskes a HojaDeRouter.com.

Aunque él ha sido el promotor de que un robot impreso en 3D se convierta en un autómata solidario, en realidad el proyecto pertenece a toda una comunidad de creadores a los que no solo les gusta 'cacharrear', sino también compartir sus invenciones. Hace dos años, este apasionado de la tecnología 'open source' conoció a Gael Langevin, un escultor y modelista francés que hizo su incursión en la impresión 3D creando sus propios muñecos de Yoda. Al tiempo, había diseñado una mano robótica e incluso su propio robot antropomórfico, Inmoov, capaz de responder a las órdenes por voz de su dueño con sus mecánicos movimientos.

Este Gepetto del siglo XXI optó desde un primer momento por compartir su sabiduría: publicó en su blog los planos y esquemas eléctricos para que cualquiera pudiera fabricar su Inmoov con una impresora 3D, maña y paciencia. Según este creador, más de 600 personas de todo el planeta se animaron a seguir sus indicaciones.

El estadounidense Kevin Watters fue uno de esos entusiastas. Decidió que su robot Inmoov se modernizara adaptándose a la realidad virtual y presentó su propia versión en la Maker Faire de Nueva York. Hulskes, impresionado al ver cómo un robot casero era capaz de girar la cabeza siguiendo los movimientos de un mortal con unas Oculus Rift, se obsesionó con impulsar un proyecto basado en un humanoide similar con alma solidaria.

Un compañero le habló sobre el colegio del Great Ormond Street Hospital y decidió contactar con el centro sanitario. “Hablé con un trabajador del hospital y me dijo que había muchos niños aburridos porque llevaban mucho tiempo allí”, nos cuenta el confundador de Wevolver. “Pensamos que sería genial que pudieran visitar el zoo usando el robot y así nació la idea: había que construir el robot, conectarlo a las Oculus Rift y dejarle ir al zoo”.

Eso sí, lo de dejar marchar al autómata era inviable en esos momentos: el diseñado por Langevin carece de extremidades inferiores, un problema que Hulskes decidió resolver para crear su bondadoso álter ego acoplándole unas ruedas Open Wheels creadas por el italiano Boris Landoni e inspiradas en los vehículos eléctricos Segway.

UNA COMUNIDAD DE 'CACHARREROS' VOLUNTARIOS

Hulskes se puso a trabajar en la fabricación del primer prototipo de su robot multiétnico hace unos meses. Visitó a los niños hospitalizados para enseñarles la mano y la cabeza de Inmoov y explicarles su idea, y al mismo tiempo, decidió crear Inmoov Robots for Good para reunir a una comunidad de 'cacharreros' que le ayudaran a cumplir su propósito.

“Lanzamos la web para enseñar a la gente nuestra idea, y para inspirarlos hicimos un pequeño vídeo. Desde ese momento hemos tenido un montón de voluntarios que han venido a ayudarnos. La mayoría son ingenieros expertos en 'software' o de 'hardware'”, cuenta entusiasmado el cofundador de Wevolver.

Durante casi dos meses, el equipo de voluntarios ha desarrollado el 'software' necesario, ha impreso las piezas del robot en 3D y conectado el organismo del robot en un espacio de trabajo del centro cultural Somerset House londinense. Una decena de personas reunidas para pasar un buen rato, aprender y a la vez hacer algo por los demás.

Construir el robot cuesta unos 2.000 dólares (unos 1.800 euros), un precio muy económico para tratarse de un humanoide, aunque Hulskes ha conseguido rebajar el precio con el apoyo de compañías como Ultimaker, que le ha prestado seis impresoras 3D, o de Faberdashery, que ha donado los filamentos de plástico necesarios.

El propio Gael Langevin, gratamente sorprendido por su idea, ayudó a mejorar el primer prototipo ayudándoles a conseguir unas manos más fuertes y compactas. Por el momento, ya han conseguido conectar los ojos del robot (un par de cámaras) con las Oculus Rift (aunque no descartan conectarlas también con las Google Cardboard) y han construido el torso del robot. Según Hulskes, todavía les falta conseguir “el mayor reto” del proyecto: que se desplace sobre sus dos ruedas, un trabajo que continuarán en el London Hackspace.

El creador de Robots for Good espera que un pequeño grupo de niños de entre 8 y 12 años puedan viajar virtualmente a algunas zonas específicas del zoo, como la piscina de pájaros bobos, para la fiesta de Pascua del año que viene. Sin embargo, lo realmente importante para este defensor de la tecnología de código abierto es contagiar a otras comunidades de todo el mundo.

“Nuestra idea era arrancar Inmoov for Good, lanzar el proyecto e inspirar a otra gente a hacer también cosas buenas, para que la gente de otros países pueda construir sus robots y conectar a los niños que estén en hospitales o en otros lugares”, defiende Hulskes.

Seguramente, el primer Inmoov Explorer será algo torpe al principio y habrá tardado mucho en nacer, pero cuando finalmente atraviese la verja del zoo y circule según los deseos de esos pequeños, otro Richard Hulskes bien podría observar la escena y tomar la determinación de inventar, con la imaginación y con la ayuda de sus manos, un nuevo autómata con el que divertirse y con el que lograr que otras personas se diviertan.

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Las imágenes de este artículo son propiedad del proyecto Inmoov Robots for Good

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