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La casa creativa

Uno de los espacios que alquila La Manual.

María Muñoz

En el madrileño barrio de Malasaña, donde existen varios espacios de coworking, uno de ellos llama la atención sobre el resto. En él, lo menos habitual es ver a gente sentada en una mesa frente a un ordenador y lo más probable es encontrarse a alguien puliendo una joya, a otra persona inclinada sobre una máquina de coser o a otra trabajando la lana. Es La Manual, un espacio donde artesanos, diseñadores y artistas pueden alquilar un espacio de trabajo, pero donde también es posible acudir a talleres en los que aprender a coser un botón, reciclar ropa o saber las nociones básicas de jardinería.

“Queríamos aunar dos proyectos, por un lado, dar mayor visibilidad a Altrapo Lab, el proyecto de mi compañera que trata de concienciar sobre el consumo responsable de la ropa y enseñar a su reciclaje, con la creación de un espacio común para todos aquellos artesanos que crean con sus manos”, explica Sandra Soler, impulsora de La Manual junto a Zaloa Basaldua. “Veía desde hace tiempo que faltaba ese lugar en los que los creadores tuvieran su espacio para 'guarrear', que al entrar se mezclaran diferentes olores y donde hay un ruido diferente de otros espacios”, señala Soler.

Tras dos años en marcha, el local tiene ya coworkers que trabajan la lana, estampan, elaboran joyas de forma artesanal, complementos en cuero, pintan o restauran y recuperan muebles. Todos ellos forman parte también de la asociación que lleva el mismo nombre que el espacio y que se trata de una entidad sin ánimo de lucro. “Nuestra filosofía no es de empresa sino dignificar de alguna manera el medio en el que trabajan los artesanos y los diseñadores que trabajan con las manos, que suele ser muy precario y estar poco valorado”, explica una Soler. “La idea”, prosigue, “era echar un cable y ofrecer un espacio en el que se pudieran sentir a gusto creando”. A los tres meses de funcionamiento ya eran capaces de cubrir los gastos del local, “aunque no cubrimos de momento el tiempo que dedicamos a la gestión”, puntualiza.

Además de un espacio para trabajar, La Manual realiza de forma periódica jornadas de puertas abiertas “como forma para dar a conocer el espacio y todo el trabajo que se realiza en él”, explica. Durante esos días es posible ver y comprar lo que los creadores producen y ver, sobre todo, cómo lo hacen. “Puedes ver a la joyera cómo pule las piezas o cómo enfieltran la lana”, cuenta Soler. El hecho de que sea un espacio pequeño, de no más de 10 coworkers, “hace que los trabajos colaborativos y las sinergias se den de manera más espontánea y por ejemplo los chicos del cuero han hecho ahora unas asas para los bolsos de fieltro”, explica.

Promoción de la producción local

Todos los proyectos comparten la filosofía común de la asociación que es la apuesta por la promoción de la producción local o la búsqueda de materias primas que sean más ecológicas y sostenibles con el medio ambiente. Precisamente una de las líneas de trabajo de Altrapo Lab, el proyecto que desde hace años lleva a cabo la otra impulsora de La Manual, es la concienciación de dónde y de qué manera adquirimos la ropa que llevamos puesta. “En estos talleres de formación, que imparten en muchos centros juveniles, tratan de que la gente sea consciente de cómo se ha producido la ropa que compran, qué materias primas se han usado o en qué condiciones de trabajo está la gente que la ha elaborado”, señala Soler, quien subraya, que también de lo que se trata es de ofrecer alternativas.

Y una de esas alternativas es “alentar que la gente transforme su ropa” a través de los talleres de costura y reciclaje textil abiertos en La Manual a quien quiera aprender a darle un segundo uso a unos pantalones que ya no se pone o una falda que se ha quedado pequeña. También es posible aprender a coser un botón, un bajo de unos pantalones o remendar un bolsillo, en el taller que denominan las 3 Bs- Básicos de la costura. Además de los talleres de costura, también es posible asistir a clases de jardinería, cerámica, punto o encuadernación.

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