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Galletas para incluir a desfavorecidos

El Rosal promueve el empleo para personas con discapacidad

Isaac Altable

¿Quién se resiste, al pasar por delante de una pastelería, a zamparse una galleta? Puede que ahí resida parte del éxito de aunar fuerzas entre lo dulce y lo social para empujar un proyecto y negocio viable como es El Rosal. Un ejemplo de sinergia entre el comercio y la integración laboral de grupos con menos oportunidades.

El obrador nació, según cuentan ellos mismos, en 1920. Seguro que nunca pensaron que sus piezas y sus galletas se convertirían en un motor para mejorar la sociedad al tiempo que deleitaban paladares en la provincia de Lleida. En esos inicios de hace casi un siglo, Josep Serra “consiguió gran popularidad para sus galletas por su receta -guardada celosamente-, su elaboración y productos de calidad”. Eso, aseguran, se mantiene en la base del negocio. Tras cerrarse en 2001 por la jubilación del hijo del fundador, surgió en 2003 la posibilidad de recuperar la fórmula de éxito comercial para aplicarse a un emprendimiento social. La idea surgió de la asociación Alba para dar empleo a personas con discapacidad. Ese tipo de tareas manuales, minuciosas, con mimo y atención han probado ser un campo perfecto para esta simbiosis. Y así fue.

“Cada galleta se prepara una por una, minuciosamente y a mano”, presumen en el obrador. “Es un proceso lento y que garantiza la excelencia”. Luego se distribuyen al por menor en más de cuarenta tiendas ya diseminadas por las cuatro provincias catalanas. El Rosal, como negocio de carácter transformador, está ahora en el proceso de crecimiento por el que acuden las iniciativas a Momentum Project (impulsado por BBVA y Esade). “Desde 2010 se comenzó un proceso de renovación de la marca y de impulso internacional”.

Con esa dinámica de crecimiento, explican, tratan de prepararse para seguir ofertando a personas con diversidad funcional o algún problema psicológico un vía de entrada e independencia social. Como centro de trabajo, 20 empleados amasan las galletas “de los que siete conviven con alguna discapacidad”, cuentan. “Hemos comenzado a realizar las primeras exportaciones a Finlandia, Alemania y Rusia siempre con la base de una filosofía de compromiso con la calidad, el territorio y las personas”.

Un emprendimiento social de base local y arraigo minorista. Quizá no de dimensión gigantesca pero que ofrece el beneficio para aportar soluciones. Y que se hace viable gracias a su independencia económica, conseguida con el éxito popular de su esfuerzo: dulces que endulzan la vida en varios sentidos.

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