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Sobre este blog

Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Ajuste de cuentas

Marcos Díez

Sonó el timbre. Rodolfo Martín, novelista de éxito, abrió la puerta y al otro lado de la puerta estaba el cartero y en la mano del cartero un burofax. Rodolfo quiso cerrar la puerta muy rápido, hacer como que no había visto al cartero ni lo que el cartero llevaba en la mano y sentarse a esperar a que ese señor y la mala noticia que portaba, porque tras un burofax solo puede haber una mala noticia, se fuera. Se imaginó sentado en el sofá mientras el cartero llamaba insistentemente a la puerta. Ábrame, que le he visto, diría el cartero. Y él respondería: Váyase, que no estoy. Pero al final Rodolfo recogió el burofax y, un poco apesadumbrado, se sentó con él en el sofá como el que se sienta con una persona que va a contarle a uno algo que uno no quiere escuchar.

El burofax y Rodolfo estuvieron así un rato, intimando pero sin llegar a conocerse del todo. Antes de abrirlo repasó mentalmente qué desgracia podría esconderse en ese sobre: una multa de tráfico, una notificación de Hacienda, un informe médico inesperado… Lo que Rodolfo no imaginaba era una demanda presentada por el mismísimo Jacinto Manrique,  protagonista de tres de sus novelas. Aquello le descolocó por completo. Jacinto Manrique le demandaba a él, Rodolfo Martín, su creador, por plagio y robo de propiedad intelectual. En la demanda se detallaba que en la novela El cielo invertido su protagonista esbozaba las ideas de varios cuentos que no llegaba a escribir. Jacinto Manrique había entrado en cólera al conocer que esos cuentos habían sido finalmente desarrollados, escritos, publicados y firmados sin su consentimiento por Rodolfo Martín, algo que consideraba intolerable.

Las ideas originales de los cuentos, se argumentaba en la demanda, son propiedad del personaje de la novela y no del autor de la misma. Rodolfo Martín, molesto con su personaje por su deslealtad y desagradecimiento, pensó en tirar el burofax a la basura pero prefirió ser prudente y llamar  a su abogado. El abogado no las tenía todas consigo. Hay, le explicó, jurisprudencia. Al parecer, la Audiencia Nacional ha dado la razón a un personaje de una novela de Arturo Pérez Reverte que ha solicitado un suicidio asistido para que su autor no vuelva a hablar de él. Lo mejor, sentenció, es que lleguemos a un acuerdo con tu personaje.

Rodolfo le dijo a su abogado que se lo pensaría. ¿Por qué iba a tener que llegar a un acuerdo? Al fin y al cabo si él era el creador de Jacinto Manrique podía hacer con Jacinto Manrique y con las ideas de Jacinto Manrique, que al final eran las suyas, lo que le viniese en gana. Sin consultar a su abogado y en un acceso de ira, Rodolfo Martín se sentó delante del ordenador y comenzó a escribir una nueva novela con Jacinto Manrique nuevamente como protagonista. En el primer capítulo le hizo padecer un accidente de coche, una urticaria, un despido, un desengaño amoroso y la amenaza de una grave enfermedad.

Rodolfo Martín escribía como el que golpea. Te vas a enterar, pensaba, como te pases de listo te dejo sin piernas, o te mando a la cárcel, o te mato, te juro que te mato. Y entonces volvía atrás, corregía el párrafo anterior y le daba al coche en el que viajaba Jacinto Manrique no una sino cinco vueltas de campana y le mandaba a la Unidad de Cuidados Intensivos después. Al término del capítulo el personaje estaba en estado crítico y peleaba por su vida.

A la mañana siguiente sonó el timbre de nuevo. Al otro lado el cartero otra vez. Y en su mano otro burofax. Esta vez Rodolfo Martín no se sorprendió. Antes de abrir el sobre llamó a su abogado, que leyó con preocupación el contenido de la segunda demanda. Esto pinta cada vez peor, le respondió con gravedad, esta vez va por lo penal. Pide diez años de cárcel por intento de homicidio, daños y perjuicios. ¿Y si escribo un segundo capítulo ahora mismo, hago que se recupere milagrosamente y le busco una amante finlandesa? Propuso Rodolfo un tanto apurado. Demasiado tarde, respondió el abogado. No podremos evitar la vista oral.

El día del juicio Rodolfo Martín estaba muy nervioso. Lo que dictaminase el juez era lo de menos. Al otro lado de las puertas de roble del juzgado le esperaba Jacinto Manrique. Por primera vez, su personaje y él iban a verse las caras.

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