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Por qué El País quiere irse más a la derecha

Iñigo Sáenz de Ugarte

Hay pocos textos más reveladores sobre la crisis de los grandes medios que el informe escrito por el futuro director de El País Antonio Caño sobre los problemas que afronta el periódico y las soluciones que ofrece. Es un texto destinado al presidente de Prisa, Juan Luis Cebrián, pero que envió por error a otras personas, y que ha trascendido desde entonces. Infolibre lo dio a conocer en la mañana del martes y eldiario.es tuvo acceso después a su contenido.

Lo llamativo es que el informe es arrogante y humilde al mismo tiempo, cauteloso y arriesgado, en definitiva, un buen reflejo de la confusión de unos directivos que nunca pensaron que serían testigos de tal hemorragia de ingresos publicitarios y ejemplares vendidos. Es una crisis de credibilidad, que Caño reconoce, pero ante la que la respuesta es ser más abiertos en las formas, pero sin adoptar cambios espectaculares. Es decir, no hay que buscar nuevos lectores o esforzarse en mantener los actuales. Si sabemos quiénes somos y qué tenemos que hacer, los lectores vendrán por sí solos, dice en su informe. Es un acto de fe algo inocente o que denota una cierta arrogancia o excesiva confianza en el poder de la marca.

Es indudable que Caño –hasta ahora director de la edición americana de El País desde Washington– admite que nada es como antes en el periódico: pérdida de credibilidad, falta de motivación en la redacción, liderazgo inexistente por parte de sus jefes, confusión a la hora de establecer prioridades en la elección de la agenda informativa, pérdida de la capacidad de conectar con la sociedad... En ese sentido, el análisis alcanza un nivel de autocrítica nada habitual en los grandes medios de comunicación españoles, ni siquiera en los informes internos que se redactan para consumo interno.

Por otro lado, algunas de las reflexiones del periodista hacen pensar que Caño pretende emplear esta mala situación profesional para llevar a cabo un giro ideológico a la derecha (algunos dirían que para consolidarlo). Sostiene que El País ha sido “arrinconado en un lado del espectro ideológico” –hay que suponer que en la izquierda o el centroizquierda– por culpa de la “agresividad de la prensa de derechas”. El propio periódico ha acentuado ese “encasillamiento” por su “falta de imaginación”.

La realidad es que desde los años 80 el periódico ha adoptado una posición socialdemócrata y ha sido el medio de comunicación más cercano al PSOE y a sus líderes, desde González a Rubalcaba pasando por Almunia y Zapatero. Ninguna tendencia política de sus rivales condicionó esa posición bien conocida, hasta que empezó a cambiar bajo la dirección de Javier Moreno, no en la dirección que indica Caño, sino en la contraria. Muchos de los lectores de siempre fueron pronto conscientes del giro, que se produjo en paralelo a los crecientes problemas económicos de Prisa, obligada a negociar en posición vulnerable con los grandes bancos del país para renegociar una deuda inmensa.

Aparentemente, la tendencia se va a acentuar con el nuevo director. Quizá sea una coincidencia, pero la imagen con la que El País resume la primera jornada del debate del estado de la nación es la foto de un Rajoy haciendo el signo de la victoria.

Según Caño, esa supuesta y difícil de detectar deriva ideológica equivocada ha hecho que el periódico pierda su conexión con una generación más joven, “cansada de partidismo y sectarismo”.

En realidad, el diario Público arrebató entre 2007 y 2012 un cierto número de lectores al periódico de Prisa, precisamente por la percepción extendida de que este había moderado sus puntos de vista. Eso se ha acentuado en los dos últimos años cuando sus editoriales han elogiado algunas de las reformas económicas del Gobierno de Rajoy.

El veredicto de Caño es especialmente crítico con la actuación del staff directivo del periódico en el que no tiene mucha confianza. Reclama una renovación profunda de esos cargos internos, su sustitución por otros más jóvenes y con mayor presencia de mujeres (que obviamente serán nombrados por él y que serán de su estricta confianza), e incluso buscarlos fuera del periódico.

El futuro director busca una renovación generacional que le haga más fácil la aplicación de sus criterios ideológicos y profesionales.

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