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“El miedo alimenta el mercado de la sanidad y la población es el combustible”

Los doctores, Mercedes Pérez-Fernández y Juan Gervás.

Raúl Rejón

Cuando el sistema sanitario deriva hacia un mercado sanitario, la población se convierte cada vez más en el “combustible del sistema” que necesita ser alimentado. La medicina mercantilizada multiplica pruebas, tratamientos y medicación para mantener el negocio en marcha. Los doctores Juan Gervás y Mercedes Pérez-Fernández defienden que esto es lo que está ocurriendo en España y que se hace a costa de (o precisamente por) “expropiar la salud” de las personas a las que se observa como un puro organismo. Pagando un precio: “Causar mucho daño”, sostienen.

En su libro La expropiación de la salud (Los Libros del Lince, 2015), ambos médicos –relacionados con la asociación científica Equipo Cesca– ponen el foco en de qué manera se sobrediagnostican enfermedades, se utiliza –y vende– tecnología sanitaria, muchas veces, inútil y se convierte, en definitiva, a ciudadanos sanos en enfermos a base de “inyectar miedo”.

Un sistema sanitario que, cuentan, cumple rigurosamente con la máxima de que quienes más cuidados necesitan sean, sistemáticamente, quienes menos asistencia reciban. “Y tanto más, cuanto más se orienta hacia lo privado”, advierten.

Mercantilizar la medicina convierte a los ciudadanos en clientes, ¿eso es expropiar la salud?

Claro que sí. En la privada se manda como un 225% más de resonancias magnéticas nucleares. Pero es que donde el sistema público funciona bien, como el País Vasco, hay la tercera parte de resonancias que, por ejemplo, en Madrid. Y una vez que se hacen, se diagnostican muchas cosas que no tienen importancia pero que dirigen a una intervención. Y de ahí se puede pasar a un minusvalía. O a la muerte, ojo, ¿eh? Que se producen.

Pero el paciente está contento porque le atienden mucho.

La satisfacción del paciente se asocia a un aumento del 26% de la mortalidad. Se hizo un estudio en todo EEUU siguiendo a pacientes. Se midió su satisfacción, luego su consumo de hospitalización, su consumo de recursos, su mortalidad... Los más satisfechos eran el grupo de los que morían más. Es un criterio que utilizan mucho los políticos, la satisfacción del usuario, pero es que emplean muchas falacias.

Es decir, ustedes defienden que más medicina no implica más salud.

Lo indican los datos. Al año se hacen en España diez millones de citologías a mujeres. ¡Diez millones! Sin embargo, de cada cinco mujeres que mueren de cáncer de cuello de útero, a cuatro no se le había hecho una citología. ¿Dónde están esas citologías? Muchas a quienes no las necesitaban. Y haciendo daño porque detrás vienen los resultados irregulares, la cronificación, la intervención. Y si te descuidas, la extirpación del útero.

Para muchos médicos, obtener un diagnóstico es un estándar de calidad. Y un bonus económico.

Hay que tener mucho cuidado con los sistemas de incentivos para los médicos en los sistemas públicos. Son perversos cuando se basan, y la mayoría de las veces así se hace, en guías verticales: los protocolos. El protocolo de la osteoporosis, el cardiovascular, el de la hipertensión. Lo que se tiene en cuenta es la tabla de riesgos cardiovasculares: si eres varón, si tienes 35 años... todo biológico. Con lo que se está reproduciendo el tipo de pensamiento mercantil. Aunque estés en Atención Primaria en el sistema público. Los incentivos en lo público no contemplan consideraciones socioeconómicas. La atención de los que están en paro, de los que son analfabetos, de los que viven en chabolas. Esas cosas no importan.

¿Creen que los procesos de privatización de centros sanitarios públicos actúan en ese sentido?

No deja de potenciar una ideología que lleva a la expropiación de la salud. Una de las consecuencias de la expropiación es considerar a la persona como un cuerpo. No se le pide que fomente sus capacidades intelectuales, que fomentes las redes sociales, que vayas más al teatro. No. Es todo puro cuerpo y biología: tus pulsaciones, tu peso... si privatizas hospitales, si privatizas y excluyes de la atención a grupos, los que más necesitan menos reciben. Y la gente se muere de tuberculosis. El caso de los inmigrantes en España es paradigmático.

Aseguran que el consumo sanitario depende de la capacidad de pago, pero ¿cómo se entiende eso en la sanidad pública?

¿Cómo te pago si no es con dinero? Con reconocimiento, con agrado... así me haces lo que no le haces a una vieja, drogadicta y sin dientes. Eso lleva incluso, como ha demostrado la profesora María Sol Rodríguez en Barcelona, a que a los especialistas se les envía más a personas de clase alta, universitarios, aunque no lo necesiten. Hay un ejemplo sangrante: la silla de ruedas es un factor de riesgo para morir de cáncer de mama.

¿Cómo?

No es que la silla emita radiación. Simplemente, a veces ni puede accederse bien a la consulta. Pero, además, puede que ni te vayan a explorar exhaustivamente. Porque es más incómodo, porque si soy una tía con las tetas bien puestas me exploras. Pero si soy una vieja metida en la silla de ruedas...Y las cifras lo demuestran. Hay problemas de equidad en las propias consultas. Está más que demostrado que las personas de clase alta reciben mejor atención dentro del sistema público. Continuamente.

¿Cómo puede ser que haya más retraso en el diagnóstico del cáncer orofaríngeo que en el de colon? Tú miras la boca y ves ese tumor. ¿Hay programas de detección temprana del cáncer de boca? No. Porque los que tienen esa enfermedad son normalmente varones, fumadores y bebedores, asquerosos, que no se lavan, que huelen mal. ¡Bah! ¡Qué más da!, ¿no?

Esto es a lo que se refieren al hablar de la Ley de Cuidados Inversos.

Exactamente. Recibe menos el que más necesita, y eso ocurre más cuando más se orienta el sistema hacia lo privado. Cuanto más privatices, más se exacerba esta lógica. Un sistema sanitario debe buscar la equidad: recibe más el que más necesita y lo que están en la misma situación reciben lo mismo. Expropiar la salud va en contra porque cuanta más salud tengas hay más miedo a perderla y más se consume.

Se va buscando enfermedades.

El miedo alimenta el mercado de la sanidad. La población es el combustible. Se mete caña con la prevención con los cribados. El paciente sano va buscando enfermedades. El caso de la alarma con la gripe A: el mayor problema no ha sido tirar vacunas o comprar antivirales sino que que ahora cuando hay temporada de gripe las salas de urgencias están llenas. Ese es el éxito del miedo. Pero los daños externos son que si llego con un infarto puedo morirme esperando. A mi consulta llegó una chica que quería abortar ¡para evitar que su bebé naciera mal por la gripe A!

¿Se hacen muchas cosas que no harían falta?

Por ejemplo, los cribados de cáncer generalizados a toda la población. Habría que suspenderlos. El de colon o el de mama. El de útero debería focalizarse en grupos como las drogadictas, las mendigos... No se ha disminuido la mortalidad pero sí ha crecido el número de casos. Se sobrediagnostica. Y conlleva riesgo. Ahora mismo se han multiplicado las perforaciones de colon. Se da una de cada 1.500 exploraciones. Es muchísimo pero como hay que meter el tubito... El Instituto Max Planck publicó que las supervivencia en los cánceres que se detectan en cribados nada tienen que ver con la mortalidad. Pedía que no se usaran esas estadísticas para hablar del éxito de los cribados: ni se añade más años ni más vida. Pero hay muchos intereses. Se gasta 13.000 millones en tratamientos innecesarios.

¿Y quién se beneficia?

Hay una amalgama de intereses. ¿La industria farmacéutica, la tecnológica? Sí. Pero también los profesionales, los políticos, los académicos. Incluso la población. Lo último que estamos viendo es un estudio sobre enfermos terminales en Huesca que están muriendo en el traslado de ambulancia: la familia se quita el problema de encima porque no fallece en casa. Hay que mirarse en el espejo y ver que de ese reflejo horrible una parte es de cada uno.

¿Cómo se reparte la responsabilidad?

La industria saca un producto para la diabetes pero ¿por qué se convierte en número uno de ventas? Porque lo mandan los médicos. El problema no es el precio de los medicamentos, sino si sirven. Porque si no sirven, el precio es brutal. Con el sistema sanitario pasa igual. Ahora parece que cuesta mucho, ¿no? Los políticos nos venden como propaganda electoral un sistema que están hundiendo. Es pura hipocresía.

Ustedes piden mirada crítica con las vacunas.

Se ha perdido el norte científico. No hay ninguna vacuna que no tenga algún problema pero las hay que otorgan más beneficios que perjuicios. Pero de ahí a no poder criticarlas... es muy peligroso el movimiento provacuna irracional porque menoscaba la confianza en las vacunas eficaces. ¿Qué tienen para no poder ser cuestionadas como cualquier otro medicamento?

¿Qué consideran ustedes que tienen?

Con las vacunas se ha elegido un campo en el que se produce mucho bien para convertirlo en sagrado y extenderlo sin límite. Hay vacunas que son indiscutibles, como la del sarampión, pero hay que informar. Esta vacuna produce un caso de encefalitis por millón de niños. Es muy poco pero a alguien le toca. La enfermedad provoca un caso por cada mil con lo que la vacuna, socialmente, compensa. Pero se necesita un consentimiento informado y un sistema de compensación: un bebé de cada millón tendrá encefalitis para que la sociedad esté más protegida con lo que debería resarcirse.

¿Quitarían alguna vacuna?

La del neumococo. No está indicada en la situación actual de España. Es un ejemplo de falsa solución. Se ha detectado más neumococo y más agresivos. Sin duda, pero es que utilizamos mal los antibióticos. Hemos creado patógenos resistentes. Pero se contesta que ese es un problema muy complicado así que... vacuna. ¡No, hombre, no! Emplee bien los antibióticos y se resolverá no solo el neumococo sino otras patologías. España es la campeona en la resistencia de las bacterias a las medicinas.

También llaman expropiación a los denominados 'alimentos funcionales'

Son un problema de salud pública. No es únicamente que no sirvan para nada sino que el mercado parece una farmacia: bajo en colesterol, rico en calcio, potasio, magnesio y cuestan el doble de caro. Es que te expropian el bolsillo además de la salud. Muchos pensionistas no tienen para comprarse lentejas porque se compran el bioyogur.

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