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The Guardian en español

La nueva “civilización ecológica” nacerá en China, según el mejor abogado ambientalista

La contaminación mata a miles de personas en China cada año.

Jane Gleeson-White

La especialidad de James Thornton es demandar a gobiernos y corporaciones en nombre de su único cliente: el planeta Tierra. Y Thornton es muy bueno en su trabajo. En cuatro décadas de práctica legal en tres continentes, nunca ha perdido un caso.

En reconocimiento, la revista New Statesman lo nombró en 2009 como una de las diez personas con posibilidades de cambiar el mundo. ClientEarth, el bufete de abogados ambientalistas de interés público que Thornton fundó en Londres en 2007, tiene ya 106 empleados.

Thornton visitó Australia para hablar de su trabajo y su nuevo libro, Client Earth, escrito junto a su socio Martin Goodman. Cuando me reuní con ellos en Sidney, Thornton estaba dispuesto a hablar de su insólita aventura en China. Goodman, por lo general un británico reservado, estaba entusiasmado con el inesperado rayo de esperanza que encontró mientras escribía Client Earth.

A Thornton lo invitaron por primera vez a Pekín en 2014 para ayudar a implementar en China una nueva ley que, por primera vez, permitía a las ONG demandar a las empresas contaminantes. Allí pudo ver la seriedad con que el país más contaminante del mundo trata sus problemas ambientales. Según Thornton, el concepto chino de “civilización ecológica” es la mejor formulación hasta ahora del nuevo relato medioambiental que debemos contar.

“Viendo el daño hecho a su medioambiente, los chinos estudiaron detenidamente su constitución y la modificaron. Este importante documento ahora pide la construcción de una civilización ecológica”, dice Thornton. “Construimos una civilización agrícola, luego una industrial y ahora debemos construir una civilización ecológica”.

“No soy cínico acerca de si los chinos tienen la intención de hacerlo o no. Mi trabajo consiste en intentar limpiar el medioambiente para las futuras generaciones. Y  en China realmente lo quieren hacer”. Una tarea aparentemente imposible para Occidente es posible en China gracias a un gobierno centralizado con 2500 años de tradición.

“Dijeron que tenían una visión a largo plazo, que querían permanecer en la Tierra otros 2000 años y que eso solo ocurriría si limpiaban el medioambiente. Así que decidieron resolver sus problemas ambientales y hacerlo de una manera muy minuciosa”.

Según Thornton, también ayuda que la mayoría de los miembros del politburó (el máximo organismo de toma de decisiones del Partido Comunista chino) sean ingenieros, en lugar de científicos, políticos, abogados o economistas, como ocurre en Occidente. “Cuando en verdad determinan que hay un problema, y se necesitan pruebas reales para que lleguen a esa conclusión, los chinos definen el problema y lo próximo que se preguntan es: ¿Cuál es la solución? ¿Cómo podemos pagarla? ¿Cuán rápido podemos hacerlo? ¿Y cómo podemos dirigir a todas las fuerzas de la sociedad para cumplir nuestro objetivo?”

Al principio, Thornton pensó que solo eran preguntas retóricas. “Luego me di cuenta de que no era así. Así que para cuando ya teníamos las negociaciones muy avanzadas y escuché por primera vez el concepto de civilización ecológica, pregunté a varios funcionarios importantes: ‘¿Esto es en serio?’. ‘Sí, absolutamente en serio’, fue la respuesta. Hace varios años que es una de sus principales políticas”.

Con un grupo de expertos chinos y cinco colaboradores occidentales, Thornton pasó 18 meses analizando cómo crear las estructuras legales para desarrollar una civilización ecológica. Luego todos dieron sus recomendaciones para armar un Estado de Derecho capaz de lograr esa meta. “Es una muestra perfecta de lo que están haciendo. Han puesto a cientos de sus mejores pensadores para diseñar el cuerpo teórico en cada pieza de la arquitectura de la civilización ecológica”. Eso incluye políticas económicas, industriales y agrícolas para una civilización ecológica.

Thornton dice que antes de su primer viaje a China solo sabía del país lo que decían los medios occidentales. Especialmente en temas como democracia y derechos humanos, tenía las mismas ideas con que ahora lo enfrentan a él cuando habla de China. “Comprendo de dónde vienen esas preocupaciones. Pero también sé que las democracias occidentales que tanto alabamos no están haciendo las cosas bien con respecto al medioambiente. En Estados Unidos, votamos a alguien que parece realmente dedicado a la idea de menospreciar al medioambiente”.

En Occidente, las campañas para abordar los problemas ambientales están incompletas o les falta financiación. “Mientras que en China”, dice Thornton, “de repente mandan una directiva desde la cúpula hacia los niveles más bajos preguntando a toda esa gente importante sobre las próximas décadas: ¿Qué cambios hay que hacer para lograr nuestro objetivo?”.

Thornton además es un sacerdote budista zen. Eso le ayuda a ver los intrincados problemas ambientales con una imponente claridad y precisión, así como a abordarlos con un pragmatismo, paciencia, tenacidad y estrategia de largo plazo admirables. “Las leyes se convierten en algo para salvar a la civilización”, dice. “Las leyes son la respuesta a la pregunta que me hacen a menudo: ¿Qué puedo hacer con los problemas mundiales?”.

La historia de los increíbles obstáculos que superó Thornton para llevar el litigio ambiental a Europa es una de los muchos relatos inspiradores escritos por Goodman en el libro Client Earth. “Las primeras acciones de James fueron drásticas”, dice Goodman. “En el Reino Unido se propuso cambiar los costes judiciales. En Alemania y en el ámbito de la UE, el asunto era de base: conceder derechos a los ciudadanos para que lleven importantes problemas medioambientales ante los tribunales”.

Thornton cambió el sistema legal y ClientEarth prosperó. En 2016, el diario The Financial Times incluyó a este pequeño bufete sin fines de lucro entre los 50 despachos de abogados más importantes del mundo. Además, ClientEarth ha ganado el premio al bufete de abogados más innovador y Thornton ha ganado un premio por sus logros particulares.

Fue entonces cuando Goodman entendió que la de ClientEarth era la historia del Patito Feo: “Un grupo benéfico de derecho ambiental con pocas relaciones que de repente se ve en medio de los cisnes de los bufetes de abogados internacionales más importantes”.

El libro Client Earth es una combinación rara: una historia esperanzadora acerca del medio ambiente por un lado y un apasionante libro sobre abogados por el otro. Goodman es profesor de escritura creativa en la Universidad de Hull y un vivaz narrador. Sus capítulos relatan la vida y el trabajo de Thornton. Los de Thornton son reflexiones sobre la dimensión moral de la ley.

Thornton y Goodman trabajan juntos desde hace 25 años. Su conversación oscila entre las historias urgentes de Thornton sobre un cambio de sistema y los relatos esperanzadores de Goodman. A pesar de haber vivido con ClientEarth durante toda una década, no fue hasta que Goodman escribió la historia del bufete que empezó a comprender lo poderoso que era su trabajo legal.

“Creo que es lo más importante que se está haciendo”, dice Goodman. “El medioambiente ya no parece un problema imposible de resolver. Necesitamos abogados, ellos nos dan esperanza, ellos pueden ayudar”.

Traducido por Francisco de Zarate

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