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The Guardian en español

Asilo denegado por... tener estudios universitarios

Turquía ha denegado la salida a miles de sirios por tener estudios superiores.

Patrick Kingsley

A más de 1.000 refugiados sirios en Turquía se les ha negado un reasentamiento en EEUU y en otros países por tener estudios universitarios. Los refugiados ya tenían aprobados sus permisos de reasentamiento en Estados Unidos, pero las autoridades turcas se los bloquearon, en algunos casos unos días antes de la fecha de partida.

La noticia complica aún más la muy promocionada cumbre de la ONU sobre refugiados en Nueva York, en la que se les pedirá a los países desarrollados que reciban a más refugiados, 86% de los cuales viven en países en vías de desarrollo. 

Países como Turquía, que alberga a más refugiados que ningún otro país, intentarán que sus aliados occidentales compartan la responsabilidad. Pero las últimas noticias sugieren que tampoco quieren que países como Estados Unidos escojan recibir a los refugiados con mayor nivel de estudios y dejen al resto detrás.

“Creemos que los refugiados en situación más vulnerable deben recibir ayuda antes que los demás”, declaró esta semana a The Guardian un funcionario turco.

Sin embargo, algunos de los afectados han cuestionado que el nivel de vulnerabilidad pueda ser establecido en relación al nivel de estudios. 

Loreen y Shero, una pareja siria kurda cuyo hogar en Alepo quedó destruido, pidieron el reasentamiento en EEUU en abril de 2004 junto con sus tres hijos. El proceso llevó casi dos años e implicó varias inspecciones de seguridad y entrevistas con funcionarios de Estados Unidos, de la Agencia para los Refugiados de la ONU, y de la Comisión Católica Internacional de Migraciones (ICMC, por sus siglas en inglés), una organización benéfica que se encarga de procesar muchos de los pedidos de reasentamiento en EEUU. 

Desesperanzados y frustrados por la larga espera, en dos ocasiones la familia se preparó para intentar llegar a Europa en patera, pero los detuvieron llamadas a tiempo de la Agencia para los Refugiados de la ONU asegurándoles que habían pasado a la siguiente etapa del proceso, lo que les devolvía la fe en que lograrían completar el camino formal de reasentamiento.

En febrero de 2016, Estados Unidos finalmente aceptó el pedido de la familia y la Organización Internacional para las Migraciones pagó los billetes de avión con destino a Chicago para el 31 de mayo. La familia vendió sus muebles, dejaron el piso que alquilaban a buen precio y se mudaron a uno mucho más caro para pasar las últimas semanas en Turquía. 

Pero cuatro días antes de la fecha de partida, Shero fue a confirmar los permisos de salida del país con las autoridades turcas, y se los denegaron.

Al principio, nadie del gobierno turco, ni de la IOM, ni de la ONU, ni de la ICMC pudo explicar la demora. “Su caso no está procesado aún,” decía un mensaje en el sitio de internet. “Por favor inténtelo más tarde.”

Finalmente, tras una serie de llamados a la ONU, un funcionario admitió que Turquía les había bloqueado la salida porque Loreen había ido a la uiversidad. 

Para Shero y Loreen, esto ha significado un desastre. Están en un piso que no pueden pagar por mucho tiempo, mientras sus hijos están perdiendo otro año escolar.

Sin posibilidad de trabajar

A pesar de algunos cambios legislativos recientes, la mayoría de los refugiados en Turquía, incluidos Shero y Loreen no tiene permiso legal para trabajar, en contravención con la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951. En consecuencia, los dos hacen trabajo manual ilegal por la mitad del salario mínimo. Con los padres fuera trabajando todo el día, los niños deben arreglárselas solos, lo cual llevó a que su hija mayor Soleen ya sufriera dos supuestos intentos de secuestro.

“Un día estaba caminando por la calle y una furgoneta se detuvo a su lado”, relata Shero. “Los hombres que estaban dentro de la furgoneta le dijeron: ‘Eres siria, necesitas dinero, ven con nosotros.” Ella escapó corriendo. Dos días más tarde, los niños estaban jugando en la calle y otra vez pasaron los mismos hombres. Esta vez caminando, sin fugoneta, y le gritaron: ‘Ven con nosotros, te daremos dinero.’ Ella reconoció a uno de ellos porque lo había visto en la furgoneta.“

Otras familias entrevistadas por The Guardian están en una situación similar de vulnerabilidad. Heba, una trabajadora social de 34 años, fue informada en julio de que su pedido de reasentamiento, junto con el de su marido y su pequeña hija, había sido denegado porque estudió literatura inglesa en la Universidad de Alepo.

“No sabemos qué hacer,” dice Heba antes de explicar cómo la situación de los refugiados en Turquía no cumple en casi nada con la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951. “No somos felices en Turquía, no tenemos ningún derecho. No podemos irnos. Mi esposo no tiene permiso de trabajo. Mi hija estuvo enferma, tenía mucha fiebre, fuimos al hospital local y no la quisieron atender. Hace un tiempo también fuimos al hospital porque yo me encontraba muy mareada y tampoco me recibieron ni dejaron que un médico me vea”.

A Fatima, una estudiante de ingeniería eléctrica de 25 años, le aprobaron el pedido de reasentamiento en marzo, junto con su hermano, su hermana y sus padres. Les dijeron que los enviarían a Chicago, pero antes de que les compraran los billetes, les cancelaron repentinamente el pedido porque uno de ellos tiene un título universitario. 

Fatima habla cuatro idiomas y quiere desarrollar dispositivos eléctricos. Pero, igual que los otros entrevistados, cuestionó que sus estudios hagan que ella y su familia sean menos vulnerables en Turquía.

“En Turquía nunca tuvimos un contrato de trabajo ni permiso legal para trabajar”, afirma Fatima. “Tenemos que trabajar 13 horas diarias sólo para tener dinero para comer. Por eso la gente prefiere escapar por el mar que quedarse aquí. No tenemos derechos, no podemos siquiera decidir si nos quedamos o nos vamos. ¿Por qué nos tenemos que quedar aquí? ¿Por qué nos obligan a quedarnos? ¿Cómo pueden hacernos esto?”.

Violación de leyes internacionales

Becca Heller, directora y co-fundadora del Proyecto Internacional de Asistencia a los Refugiados, del Centro de Justicia Urbana, señala: “Trabajamos con cientos de refugiados que esperan durante años en circunstancias extremas que se les apruebe el pedido de reasentamiento. Quitarles esa oportunidad de seguridad en el último minuto del proceso es inhumano y una grosera violación de las leyes internacionales.”

Los entrevistados afirmaron que funcionarios de la ONU les habían dicho que unos 5.000 sirios están en esta misma situación, pero ningún funcionario turco, ni de EEUU, ni la ONU ni la ICMC confirmó esa cifra oficialmente. The Guardian se reunió con un grupo de refugiados afectados que representan a más de 1.000 personas con permisos de reasentamiento bloqueados. Algunos tenían como destino Canadá o Europa.

Si la situación no se resuelve, algunos de los afectados aseguran que intentarán llegar a Occidente en patera, subrayando cómo la falta de medios formales de reasentamiento lleva a los refugiados a buscar formas de migración alternativas.

“Si no podemos viajar a EEUU, iremos en bote a cualquier sitio,” afirma Fatima. “Pero definitivamente no podemos quedarnos aquí”. 

Información adicional de Eiad Abdulatif.

Los nombres de los refugiados han sido modificados por su seguridad.

Traducción de Lucía Balducci

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