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The Guardian en español

El nuevo “hogar del pueblo”: la lucha de Suecia contra la desigualdad

Gotemburgo, la ciudad igualitaria // web: http://goteborg.se

David Crouch

Gothenburg —

La de Karl Möller es una imagen atípica en la lucha contra la desigualdad. Entre doce mujeres, cada una con un bebé en los brazos, él es el único varón. “No estoy acostumbrado pero me gusta la experiencia, muy diferente a los despachos de ingeniería, predominantemente masculinos, a los que sí estoy acostumbrado”, dice.

Möller (45) forma parte de un programa que abarca a toda la ciudad de Gotemburgo para mezclar clases sociales, géneros y etnias con el objetivo de convertir a la segunda mayor ciudad de Suecia en un lugar con más igualdad. Inaugurados en marzo, estos recientemente integrados “centros de familia” aspiran a apoyar a las familias que más lo necesitan. “Para nosotros, es importante estar en áreas donde hay diversidad para crear más igualdad”, dice Helen Antonson, encargada del proyecto.

En Gotemburgo y en toda Suecia el tema de la igualdad es muy importante. Primera entre los 152 países del Índice de Compromiso con la Reducción de la Desigualdad de Oxfam, Suecia ha sido considerada durante mucho tiempo un ejemplo mundial de equidad.

En el poder durante 81 de los últimos 100 años, el centro-izquierda se ha esforzado por ser “el hogar del pueblo” (folkhemmet), con el Estado socialdemócrata comportándose como una familia, preocupado por todos y sin dejar a nadie atrás. Suecia se ha convertido en uno de los países con mayor igualdad social del mundo.

Pero a pesar de su reputación, en las últimas décadas hasta Suecia ha tenido que reconocer su propio problema de desigualdad. Según Per Molander, exasesor del FMI y autor de un reciente libro sobre la desigualdad, “lo cierto es que el crecimiento de la desigualdad [en Suecia] desde los años 80 ha sido uno de los más grandes en todos los países de la OCDE”. “Hay un gran consenso en la retórica sobre la igualdad: muy pocos políticos dirán que están en contra, porque tenemos una gran tradición de equidad en nuestro país, pero la brecha entre la retórica y los hechos es muy grande”, dice.

De acuerdo con una encuesta de 2016, en Suecia hay actualmente 178 personas con fortunas valoradas en miles de millones de coronas suecas, 22 personas más que en 2015. En conjunto, su riqueza acumulada representa más de dos veces el presupuesto anual del Estado sueco. La cantidad de personas con fortunas valoradas en millones de dólares también está creciendo a toda velocidad.

Botellas de champán y pandillas callejeras

Una moda entre la juventud dorada de Estocolmo es el vaskning, el ostentoso “vaciado” de botellas de champán en el desagüe. Mientras tanto, en el tristemente célebre barrio Rosengård de Malmö viven los inmigrantes pobres en una atmósfera propicia para la proliferación de pandillas violentas.

Unicef, el programa de la ONU para la infancia, informó el año pasado que Suecia estaba “en declive” en lo relativo a las oportunidades para los niños más pobres, con un número creciente en una situación “de mucha desventaja”. Según el ministerio de Salud Pública, la esperanza de vida de un sueco que sólo haya recibido educación básica es cinco años menor que la de uno con estudios universitarios.

Según Molander, el origen del cambio hay que buscarlo en la década de los 80, cuando los socialdemócratas empezaron a experimentar con políticas de libre mercado y desregularizaron el mercado de créditos. Pero el cambio se aceleró tras la profunda crisis económica de principios de los 90. “Después de la crisis, se generó una especie de desesperanza, una pérdida del control: ya no había capital político para defender las clásicas medidas socialdemócratas”, dice Molander.

La centroizquierda sueca siguió adelante con la desregularización y la privatización de infraestructuras: el correo, la electricidad, las telecomunicaciones y los trenes. Al mismo tiempo se presentaron las “escuelas libres”, públicas aunque de gestión privada, que en el Reino Unido sirvieron de modelo a los conservadores de David Cameron para sus reformas educativas de 2010.

Los conservadores suecos se mantuvieron en el poder entre 2006 y 2014, un período en el que recortaron los impuestos sobre la renta y sobre las propiedades, rechazaron un impuesto sobre el patrimonio y lanzaron un paquete de recortes impositivos para las pequeñas empresas. El ingreso de capital proveniente de la venta de propiedades y acciones se disparó gracias a la bolsa de valores y a un mercado de inmuebles en pleno auge. Según el economista de LO (la mayor central sindical de Suecia) Thomas Carlén, los ingresos de los directores ejecutivos se “despegaron” de los del resto. “Se puede ver la creciente desigualdad que hay entre las empresas del país”.

La creación de una ciudad igualitaria

A pesar de las tres décadas de mercados desregularizados, recortes de impuestos y reducción de prestaciones sociales, Suecia todavía posee algunas de las políticas impositivas y de gasto público más progresistas del mundo según Oxfam. Además, su defensa de la mujer en el lugar de trabajo es ejemplar. Para el informe de la ONG, lo más destacable es el redoblado esfuerzo para reducir la brecha entre ricos y pobres en Suecia.

Las cosas empezaron a cambiar en el año 2014 con la elección de una coalición de centroizquierda formada por el Partido Social Demócrata y el Partido Verde, que se propusieron revertir “los recortes impositivos irresponsables”. Ayudada por una economía en crecimiento, la coalición aumentó las prestaciones para los desempleados, los enfermos y las familias con hijos. También incrementó el impuesto sobre la renta para los que más tienen y trató de aumentar los impuestos a bancos, aerolíneas y accionistas. La coalición estableció además una Comisión para la Igualdad en Salud y declaró que “las brechas en atención sanitaria evitables debían cerrarse en una generación”.

Hasta ahora, las medidas apenas han tenido efecto en cuanto a la redistribución de riqueza hacia los más necesitados, pero la oposición política que generan es feroz. Según Anna Kinberg Batra, la líder conservadora, “los grandes aumentos de impuestos amenazan las fuentes de trabajo y el crecimiento”.

En Gotemburgo, la capital industrial de Suecia, la nueva alcaldesa ha convertido a la lucha contra la desigualdad en su principal objetivo. “Para un político socialdemócrata, no hay mayor ambición que una sociedad igualitaria”, dice Ann-Sofie Hermansson (52), que antes de gobernar la ciudad trabajó como operaria de montacargas en Volvo. “Se trata de decencia, pero también es bueno para la economía… Si aumentamos la igualdad, conseguimos más confianza y un crecimiento más sólido: es bueno para todos”.

De acuerdo con una encuesta del ayuntamiento de Gotemburgo, la brecha entre ricos y pobres en la ciudad se ha multiplicado por cuatro en los últimos veinte años. Lo más impactante de la encuesta fue descubrir que los habitantes de las áreas más ricas vivían nueve años más en promedio que los de las zonas pobres.

Desigualdades abismales

Cuando los periodistas compararon los ingresos de los habitantes de una manzana de mansiones privadas sobre la costa con los de los residentes de unos complejos de apartamentos del otro lado de la ciudad, superpoblados y habitados en su mayoría por inmigrantes desempleados, descubrieron que la diferencia era abismal: más de medio millón de coronas suecas (56.000 euros).

El programa insignia de la alcaldesa, Gotemburgo Equitativa, promete inversiones de largo plazo para crear una ciudad más igualitaria. “Durante muchos años hemos tenido programas para solucionar la desigualdad”, dice la alcaldesa. “Tomamos algo de dinero, llevamos a cabo un proyecto en la periferia de la ciudad y luego el dinero se acaba y el proyecto se detiene. La idea detrás de Gotemburgo Equitativa es no limitarnos a pequeños proyectos: tenemos que pensar en la igualdad todo el tiempo cuando planificamos”.

No se escuchan voces contra el programa. Aunque en un momento en el que escasean los puestos de trabajo algunas personas cuestionen la meta de la igualdad por la igualdad misma, los conservadores dentro del ayuntamiento dirigen sus críticas más hacia los métodos que hacia los motivos. “Nosotros y los partidos de izquierda tenemos el mismo objetivo: hacer de Gotemburgo una ciudad cohesionada. Pero tenemos diferentes formas de llegar a esa meta”, dice David Lega, líder del Partido Demócrata Cristiano de la ciudad. “Debemos poner mucho esfuerzo en mejorar el ambiente para las pequeñas empresas, responsables de 9 de cada 10 puestos de trabajos nuevos”.

La centroizquierda tiene el control del ayuntamiento de Gotemburgo desde hace 23 años, señala Lega, los mismos en los que la desigualdad se salió de control. “Para crear una ciudad igualitaria, este no puede ser solo un proyecto secundario, tiene que estar establecido en el presupuesto”, dice. “Debemos centrarnos en los efectos a largo plazo y no en las soluciones rápidas”.

La alcaldesa cree que es de gran ayuda que “todos los principales protagonistas” del debate se muestren preocupados por el tema de la desigualdad.

¿La desigualdad obstaculiza el crecimiento económico?

Aunque en la década de los noventa la OCDE celebraba los recortes a los salarios y a las prestaciones sociales, ahora sus investigaciones demuestran que la desigualdad daña al crecimiento económico. En su momento un acérrimo defensor del neoliberalismo, el FMI ha establecido la lucha contra la desigualdad como parte de su mandato para ayudar a los países a mejorar el desempeño económico.

Según Michael Ivarsson, director de Gotemburgo Equitativa, “es un problema muy grande y hay muchas cuestiones políticas”: “Hay que ser muy modesto”.

En noviembre, Gotemburgo será el centro de atención cuando los líderes de la Unión Europea se reúnan en la ciudad para una cumbre social especial en favor del empleo justo y el crecimiento.

“Suecia parecería estar relativamente bien en términos de salud y desigualdad, pero nuestra hipótesis y la de muchos otros colegas suecos, es que se pueden hacer muchas más cosas”, dice el profesor Michael Marmot, líder de la comisión que redactó el influyente informe de la Organización Mundial de la Salud en el que se argumenta que las desigualdades en materia de salud podrían erradicarse en una sola generación. “Con eso debemos empezar: podemos hacer mucho más, podemos hacer la diferencia”.

Oxfam está de acuerdo y sugiere que incluso los países que encabezan su lista tienen margen para mejorar. De acuerdo con el informe, más de dos tercios de los países incluidos en el índice de Oxfam está haciendo menos de la mitad de lo que podría para reducir la desigualdad.

Mucha gente en Suecia también cree que la creciente brecha entre ricos y pobres no es algo inevitable. Según Olle Lundberg, director de la Comisión por la Igualdad en Salud de Suecia, “con frecuencia se reduce a los recursos: muy pocos maestros, enfermeros y otros profesionales. Y si se quiere solucionar eso, costará mucho dinero”. “Pero ha habido un cambio en el clima político de Suecia. Ahora, todos los partidos hablan de la desigualdad”.

Traducido por Francisco de Zárate

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