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Tarea de verano para hombres feministas

Isabel Mastrodoménico

Directora de la Agencia Comunicación y Género —

Cuando una mujer famosa, normalmente por desconocimiento, se define como “no feminista”, se monta un gran revuelo. Es como si se esperase que por el mero hecho de ser mujeres la conciencia de género viniese “de serie”, sin entender que requiere un proceso de reflexión profunda y continuada.

No ocurre lo mismo, sin embargo, cuando un hombre famoso lo dice, salvo que sea un político. En ese caso se le suele recriminar, normalmente con afán partidista, por unos días, archivándose el caso hasta que convenga sacarlo de nuevo.

Cantantes, actores, presentadores de programas de radio y televisión, cómicos, investigadores, escritores y otras tantas figuras públicas han salido con afirmaciones tan –y no es porque no se hayan aclarado los conceptos– erróneas como “ni machismo ni feminismo, yo prefiero igualdad”. O cuando se trata de activistas o políticos, sus tan sonados “es que tenéis que ser X o Y para que entendamos vuestra lucha” (sustituir X o Y por cualquier definición sobre lo que ellos entienden que debemos ser las mujeres). O el cansino “yo soy súper feminista. Si es que estoy siempre rodeado de mujeres”. En esos casos la polémica se limita a un TT o un breve artículo señalándolos.

El asunto es que se les critica, se les señala, pero poco más; en cambio, cuando son mujeres, se multiplican los artículos y referencias sobre lo que dijeron. Se incide en por qué como mujeres dicen esto o lo otro, lo que hacen o no en pro del feminismo y, peor aún, se les martillea con “consejos” sobre lo que deberían o no, decir.

Pero lo más fastidioso de todo este asunto es la monótona abundancia de voces de señores que, una vez más y de tantas maneras, nos vienen a decir: cómo, cuándo, dónde y por qué. Señores que escriben desde 140 caracteres hasta abultados documentos sobre lo que las mujeres debemos decir y hacer. Señores que nos “explican” cómo defender nuestro derecho a vivir nuestras vidas, donde ser mujer no sea motivo para vivir con miedo, o ser discriminada, marginada, menos valorada o cosificada.

Tengo grandes amigos, hombres muy cercanos, que se definen como feministas y que entienden la importancia de trabajar en clave de igualdad para conseguir los cambios sociales por los que trabajamos y, así, conseguir erradicar la violencia machista de nuestras vidas y aplaudo sus labores, en cada uno de sus ámbitos.

Pero el problema de fondo es que se sigue entendiendo que las desigualdades solo nos afectan a las mujeres y –aunque principalmente es así– es necesario entender que se trata de un fallo en el sistema que afecta a toda la sociedad. Solo bajo esa premisa conseguiremos cambiar el panorama.

Con esta situación, echo de menos más hombres –de esos que pretenden darnos lecciones– con voces que se amplifican tanto por su posición mediática, que se cuestionen su papel en un sistema que sigue perpetuando las diferencias por géneros y luego empiecen a hablar, escribir y reflexionar sobre ello.

Y ya que estamos en verano y es la época en la que solemos abordar aquellas lecturas que teníamos pendientes, me gustaría proponer una serie de “tareas” para que podamos empezar juntas un curso fructífero en septiembre:

1. Repasarse los conceptos básicos. Que no es lo mismo machismo que feminismo, que la igualdad no hace daño, todo lo contrario, nos beneficia por igual. Que hay estupendos diccionarios y artículos muy sencillos para trabajar estos temas. El Segundo Sexo de Simone de Beauvoir y Sexo y Filosofía de mi querida Amelia Valcárcel los dejamos para el próximo verano, pero este año sería estupendo arrancar con Nuria Varela y su Feminismo Para Principiantes; os dará muchas y muy buenas luces.

2. Declararse feminista no te convierte en mutante. Que si entienden que una sociedad en igualdad es el modelo más óptimo y justo para vivir, sí, son feministas. Que se dejen de líos. Chimamanda Ngozi Adichie tiene un estupendo libro que es leído en los institutos del mundo por adolescentes, se llama Todos Deberíamos ser Feministas, y además es muy entretenido de leer.

3. Los estereotipos están caducados. Es fundamental romper con los estereotipos y los tópicos erróneos que banalizan el trabajo que se hace desde el feminismo. Vamos a ver, ya no vale el desconocimiento de figuras mediáticas actuales que tienen un claro posicionamiento feminista y rompen los marcos de lo que el machismo ha denominado como “las feministas”. ¿Empezamos una lista? Ellen Page, Emma Watson, Ellen DeGeneres, Leticia Dolera… y seguimos.

4. Mírense su ombligo. Que trabajarse en su entorno más cercano forma parte de esto, pero ojo, trabajarse a sí mismos, que nosotras ya estamos con lo nuestro y las reticencias del sistema son muchas, así que, si ustedes se ocupan de su parte, vamos avanzando en este trabajo.

Y una última sugerencia, que, ya que les escuchan tantos, no está mal que usen su voz para hacer reflexionar a otros hombres si hablan de la igualdad desde una reflexión real y consciente. Que esto no puede ser postureo, pues nos estamos jugando mucho. Amplifiquen, pero con sentido común.

Siempre insisto en la idea de que, si hay algo que es verdaderamente global, es el machismo y está presente en todos los ámbitos de nuestras vidas. Macros o micros están allí y las respuestas deberán estar en su misma dimensión.

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