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La 'europeización': ¿elegir entre dos derechas?

Mariano Rajoy y Albert Rivera en su tercer encuentro en el Congreso / Foto: Ciudadanos

Manuel Monereo

Dejémoslo claro desde el principio. La especificidad española era tan evidente que, con mucha frecuencia, no la hemos tenido en cuenta. Aquí, en nuestro país, era el único lugar –o casi- donde la izquierda crecía y se desarrollaba. Alcanzar más de un 20% del voto era una singularidad que tenía que ver con un 15M extremadamente potente y una conciencia democrática elevada de las nuevas generaciones. Desde sus inicios, este movimiento de democratización político social fue combatido con fiereza y a Unidos Podemos se le ha negado el derecho a ser una fuerza de gobierno en un país que mutaba para peor.

La naturaleza de Ciudadanos fue conocida y reconocida desde el principio: una fuerza creada por los poderes fácticos para neutralizar por el centro a Podemos y complementar al Partido Popular por la derecha. La llamada cuestión catalana ha cambiado muchas cosas y ha lanzado a Ciudadanos como la fuerza que mejor podía interpretar la reacción nacional-española que el independentismo catalán ha provocado. Por primera vez, el PP tiene un serio rival en su derecha, Ciudadanos está imponiendo su agenda política y el PSOE, sin norte y sin impulso, apenas si es capaz de oponerse a un movimiento que afecta directamente a su centralidad política. Unidos Podemos ha sufrido un serio desgaste e intenta recomponerse ante una situación política que cambia aceleradamente.

Lo he señalado y lo repito: el independentismo catalán ha obtenido una victoria que puede ser pírrica y ha entrado en un proceso de desgaste que nadie sabe realmente hacia donde le llevará. Para decirlo de otra forma, el independentismo ha hecho emerger la otra Catalunya, ha roto la comunidad y ha hecho emerger en todas partes el nacionalismo español. Aquí había que hilar fino también y no equivocarse demasiado: el nacionalismo español no es mayoritario en el conjunto del Estado y la mejor prueba de ello es que lo recoge y lo interpreta Ciudadanos.

La ciudadanía vive su condición de española con mucha normalidad, razonablemente escéptica ante las grandes palabras, serenamente orgullosa de los progresos del país y molesta ante tanta descalificación sobre personas y lugares de las que se sienten parte. El desprecio a los sentimientos de las gentes, la incapacidad para entenderlas y, lo que es peor, su rechazo global, abren una sima entre intelectuales y sociedad que solo la derecha extrema o la extrema derecha pueden salvar. Lo que está en juego es esta especificidad española, entendida como un movimiento de democratización general del poder político y económico que, en muchos sentidos, sigue representando Unidos Podemos.

Las encuestas dicen algo que no deberíamos eludir: el PP y Ciudadanos, en su competencia y cooperación, se están convirtiendo en la fuerza mayoritaria y, lo que es más grave, están polarizando a la opinión pública en torno a ella. ¿Qué es lo que desaparece? La izquierda, es decir, PSOE y Unidos Podemos como alternativa. Insisto, se empiezan a dar las condiciones en España para que ocurra como en otros países europeos: la única opción política es elegir entre varias derechas y la desaparición de la socialdemocracia como fuerza de gobierno en el marco de una involución autoritaria de la sociedad.

Es la venganza de las naciones y pueblos a la deriva tecnocrática, neoliberal y antidemocrática de unas instituciones de la Unión Europea al servicio de los poderes económicos fuertes. En todas partes, el mismo fenómeno: una izquierda sin proyecto autónomo propio que renuncia a un reformismo real y que, una y otra vez, acepta el chantaje de una plutocracia que cree llegado su momento para poner fin a la historia de la otra Europa, la que ha representado históricamente la izquierda política y social. El europeísmo en este caso –es la verdadera orientación- se torna en norteamericanización, en Estado mínimo, en la producción social de hombres y mujeres que hacen suyos los postulados neoliberales, que conviven con ellos y los convierten en el horizonte insuperable de sus relaciones sociales.

Se podría decir que exagero, que tiendo al catastrofismo y a una alarma no justificada en la realidad, pero lo que viene ahora es bastante previsible: una lucha dura – a veces será durísima- entre Ciudadanos y el PP, un PSOE desnortado que sueña con reducir política y electoralmente a Unidos Podemos con la esperanza de convencer a unos y a otros de que la verdadera anomalía es la existencia de esta organización. Al final volvemos al principio, la especificidad de una España marcada por el movimiento de los indignados y una fuerza alternativa que sigue teniendo grandes dimensiones electorales, sociales y políticas. Se puede decir que los próximos meses serán decisivos para las clases populares, para los jóvenes y para todas las personas que siguen pensando que otra España es posible.

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