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¿Es posible el altruismo en la gestación subrogada?

Una mujer embarazada.

Violeta Assiego

No existe el derecho a tener hijos por mucho que alguien desee cumplir el sueño de ser padre o de ser madre. Sí existe, en cambio, el derecho de la mujer a controlar su propia sexualidad, a decidir libre y responsablemente sobre su cuerpo y a hacerlo de manera informada y autónoma, sin coacción, discriminación ni violencia. Por eso, para hablar de regular la gestación subrogada en España es necesario aceptar y respetar estas premisas. De lo contrario estaremos abriendo la puerta al lado oscuro de esa realidad, el de los vientres de alquiler.

La mayor presencia de realidades familiares protagonizadas por hombres gais ha sacado del armario una práctica transfronteriza que se venía realizando al margen de la ley desde hace décadas. Sus protagonistas eran (y son) principalmente personas heterosexuales, sin embargo, la caída del tabú de la homoparentalidad masculina ha abierto la caja de Pandora, y esta actividad se está imponiendo por la vía de los hechos, sin vigilancia alguna hacia las empresas y clínicas privadas que se lucran porque la gestación subrogada altruista, tachada de mito, no está legalmente reconocida.

Llegados a este punto, es necesario controlar una realidad que está dejando de ser un fenómeno social para empezar a convertirse en asunto de orden público. Pero, ¿cómo hacerlo? Reconociendo y garantizando la autonomía, la integridad y la seguridad sexual y reproductiva de la mujer gestante. Poniendo en primer plano su libertad de decidir, incluida la posibilidad de que en cualquier momento se quiera echar atrás. Esta no es precisamente la idea que se desprende de la propuesta de Ciudadanos que se centra en ver cómo materializar el deseo legítimo, que no legal, de tener un hijo.

Otros aspectos determinantes serían que la gestación subrogada tenga lugar en España, que no se realice sin supervisión pública, que se suprima el papel de los intermediarios y, ante todo, que se haga en un marco de solidaridad. Es decir, que la gestación subrogada sea altruista. Pero, ¿por qué tendría que ser altruista? Porque si el objetivo final de la mujer –al renunciar a su maternidad biológica– es entregar un bebé a quienes sí constituirán la filiación biológica, desde un enfoque de derechos del niño, ese acto tiene que estar exento de cualquier tipo de contraprestación económica. Y, ¿es posible o es un mito?

“Una buena amiga me ha dicho que, de poder hacerse la gestación subrogada en España, ella lo haría por mí, porque sabe cómo soy y que podría darle a ese niño una vida muy feliz y plena. No podría haber un niño más fruto del amor que ese, más deseado y querido, si bien no nacería de una relación sexual (que no necesariamente tiene que ir acompañada de amor, como sabemos), nacería de un profundo deseo de su padre y de un amor enorme de esta amiga por mí. Ni que decir tiene que el niño sabría de dónde viene con total sinceridad para que estuviera orgulloso de sí mismo y sus orígenes. Llevo muchos años informándome sobre el tema y la realidad (en los países desarrollados) no tiene nada que ver con lo que se cuenta. Me frustra no poder vivirlo con mi amiga, en mi país, queriendo los dos”.

Este es solo uno de los testimonios reales de quienes tienen una amiga, una hermana, una prima, una mujer cercana… que gestaría para ellos un bebé usando su propio material genético. Sin embargo, en España maternidad y mujer están legalmente blindadas, no se pueden separar. Alguien que quiera entregar un bebé a otra persona solo puede hacerlo vía adopción, y al tratarse esta de una figura de protección de la infancia, es necesario que la entidad pública sea quien asigne el bebé a una de las familias que están en las largas listas de espera. Es decir, la buena fe y el acuerdo afectivo al que se podría llegar es legalmente imposible. El altruismo en este caso es ilegal.

Obviamente, no todo se puede reducir a un acto de buena voluntad porque la puerta a que se cometan excesos y abusos está siendo precisamente no regular la gestación subrogada altruista. Hacerlo implicaría que la gestante pudiera retractarse en cualquier momento de su decisión; que el vínculo existente entre maternidad y mujer deje legalmente de existir; que se incorpore esta técnica de reproducción asistida a las ya existentes y se definan las vías de acceso; que se prohíba definitivamente el turismo procreacional y que, ya puestos, se revise a fondo, tal y como sugiere la tesis doctoral de la investigadora Sara Lafuente Funes, el mercado económico que está organizado en nuestro país por parte de las clínicas privadas en torno a las técnicas de reproducción asistida de todo tipo.

Sea como sea, garantizar los derechos reproductivos de las mujeres gestantes y el altruismo para velar por el interés superior del menor son premisas innegociables a la hora de hablar de una regulación de la gestación por subrogación.

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