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Abstenerse

Ruth Toledano

Madrid —

Crecí oyendo decir que abstenerse de votar en las elecciones solo beneficiaba a la derecha, que era regalarles el voto, que no era una postura responsable. Que una buena ciudadana no debe abstenerse. Lo decía, sobre todo, la gente del PSOE y sus afines. En realidad, querían decir que, si eras de izquierdas y no encontrabas alternativa a tu voto, porque ninguna candidatura te convencía, era mejor votar a una pseudoizquierda como la suya (es decir, lo que empezó siendo socialdemocracia y acabó siendo Tercera Vía). Mejor ellos que un partido pequeño; eso era tirar el voto, alertaban. Mejor ellos que la abstención, que consideraban peor que nada. Lo llamaban voto útil. Fui abstencionista con esa cierta carga de culpabilidad, pues no lo era por dejadez sino por un afán de coherencia que ellos tachaban de falta de pragmatismo. Hasta que, sin culpa alguna, empecé a votar a partidos pequeños; desde su fundación, al PACMA.

Solo una vez en la vida voté al PSOE, en las elecciones generales de 2008. Fue el cumplimiento, agradecido, de una promesa que hice ante el televisor el día que vi a José Luis Rodríguez Zapatero en su discurso, en el Congreso, de aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo. Me pareció de tal importancia aquella reforma de la ley que pensé que debía dejar a un lado las diferencias y premiar con mi apoyo a los políticos que habían luchado por llevarla adelante y habían cambiado la Historia para mejor. Aplaudí lo que es la quintaesencia de la política y debiera ser su pan de cada día: el trabajo por el bien común. Pero antes fui una de esas abstencionistas a conciencia a las que tan concienzudamente criticaban los del PSOE y que tantos votos útiles les granjeó.

El martes pasado, sin embargo, los diputados del PSOE se abstuvieron. Se votaba en el Congreso la admisión a trámite de la ILP para considerar las corridas de toros Bien de Interés Cultural a nivel nacional y los del PSOE se abstuvieron. Se trataba de una votación muy importante, porque votar sí o votar no significaba que te ponías a favor o en contra de maltratar animales hasta la muerte. Y los del PSOE se abstuvieron. Era una votación trascendente, porque apelaba a la ética personal y a la ética social, a la altura o bajeza moral de nuestro país, a la posibilidad de cambiar la Historia para mejor. Y los del PSOE se abstuvieron. Ellos, que tanto han acusado a los abstencionistas de beneficiar a la derecha, con su abstención beneficiaron a toreros que matan, a ganaderos que crían para matar, a empresarios que fomentan la matanza y a la derecha que los defiende y los representa.

Los diputados del PSOE se abstuvieron de declarar que las corridas son un espectáculo sanguinario y cruel. Los diputados del PSOE se abstuvieron de denunciar que las escuelas taurinas son una aberración para los becerros mortificados y para los chavales que se adiestran en la violencia. Los diputados del PSOE se abstuvieron de considerar una vergüenza que si se aprueba el BIC las distintas administraciones tengan que destinar dinero público para el fomento de la tauromaquia. Los diputados del PSOE se abstuvieron de calificar de barbaridad que en los colegios y universidades se llegue a enseñar tauromaquia. Los diputados del PSOE se abstuvieron de pronunciarse sobre una actividad que rechaza la inmensa mayoría de la sociedad. Ni siquiera tuvieron la valentía, los diputados del PSOE, de aparcar la disciplina de voto, la valentía de ejercer la libertad de conciencia. No tuvieron la valentía de dar la cara y atreverse a votar a favor de la tortura y de la muerte. Los diputados del PSOE escondieron la cobardía en su tan denostada abstención.

Se ha publicado que el PSOE se abstuvo por la presión que Luis María Gibert, promotor de la ILP taurina, ejerció sobre los diputados con quienes había mantenido conversaciones previas y le habían prometido su apoyo, que eran los de Andalucía, Extremadura y las dos Castillas, quienes a su vez, muy enfadados, advirtieron a Rubalcaba: “Si decimos no a los toros, nos cuelgan en nuestros pueblos”. Y Rubalcaba cambió por la abstención su no inicial. No pretendía proteger a los animales, pues cabe recordar que traspasó las competencias taurinas a Cultura cuando era ministro del Interior, sino resaltar su postura frente a los desahucios. Pero resulta que en casi ocho años de gobierno el PSOE se abstuvo de cambiar una coma de la Ley de Desahucios y, según denuncia la PAH, desde que se destapó la gran estafa que llaman crisis se ha opuesto sistemáticamente, de la manita del PP, a las distintas alternativas ofrecidas por la Plataforma para parar ese drama.

Se supone que a los diputados los colgarían en sus pueblos en sentido figurado y que lo que sus señorías querían decir es que perderían un puñado de votos, por lo que queda en evidencia la altura moral de esos políticos. Pero también su altura de miras, pues esos que en su pueblo los quieren colgar son muy brutos, desde luego, pero mucho menos numerosos que los que en todo el territorio del Estado están en contra de la tauromaquia. Así que, por proteger sus sanguinolentos escaños, perjudican a todo el partido. Y el PSOE se abstiene de pensar en ello.

Esta abstención significa que el PSOE no tiene proyecto político (es imposible tenerlo sin aspiraciones éticas), no tiene rumbo, no tiene visión de futuro. “Los toros no están en la agenda política del partido”, me dijo hace poco una de sus diputadas. Cómo van a estar, mujer, si el partido, por no tener, no tiene ni agenda. Lo que tiene es unos principios pero, si no nos gustan, tiene otros. Lo que tiene es un problema. Porque lo que consigue el PSOE no es que quieran colgar a los diputados en su pueblo sino que en Madrid abucheen en una manifestación a Beatriz Talegón, la secretaria general de la Unión Internacional de Juventudes Socialistas. Lo que consigue el PSOE es que, solo porque viene de sus filas, cuestionemos la voz de esta chica, que objetivamente merecería la pena oír. Lo que consigue el PSOE es que cunda la sospecha de que su aparición en escena solo sea un intento a la desesperada de renovar su imagen en la calle y de acercar al 15M a un partido que recela de ese movimiento y que durante mucho tiempo se ha abstenido de darle legitimidad solo porque atentaba contra sus intereses de statu quo.

Se ha producido estos días una interesante coincidencia: a Ada Colau la echaron del Congreso y a Beatriz Talegón la echaron de la calle. No me gusta ni lo uno ni lo otro: rechazo que a personas justamente indignadas las levanten a la fuerza de la cámara de representación política y rechazo el linchamiento personal, aunque sea solo de carácter verbal. Pero veo que entre estos dos actos existe una correspondencia que hay que tener en cuenta. Quizás demuestra que es demasiado tarde para ciertas cosas. Y que el PSOE, que se abstiene de juzgar la crueldad (la de los toros ahora y antes la de los bancos), no debiera abstenerse de pensar en las consecuencias de sus abstenciones.

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