Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

La cabeza de Federico Trillo

Cospedal pide comparecer en el Congreso para hablar del Yak 42

Antón Losada

Si en el PSOE dejaran de tirarse la legalidad y el reglamento a la cabeza un momento y en Podemos detuvieran la guerra de bandas, a lo West Side Story, por otro momento, verían lo mismo que María Dolores de Cospedal, la más lista de una clase que la menosprecia por puro machismo, y que ha intuido con claridad: Federico Trillo es el hombre a batir.

“La verdad nunca puede hacer daño” dijo mientras anunciaba que se reuniría con la familias de la victimas y comparecería en el Congreso, al día siguiente de que lo solicitara la oposición, para explicar el Dictamen del Consejo de Estado sobre el accidente; casualmente hecho público el mismo día que conocíamos los negocios de su marido, Ignacio López del Hierro, y Pujol Jr.

Federico Trillo, el embajador de la vergüenza, no puede incorporarse al Consejo de Estado. Por Justicia, por decencia, por solidaridad con las victimas, por respeto a las instituciones del Estado y también por razones de pura oportunidad política. La ministra de defensa ya lo está utilizando para su particular carrera sucesoria, pero también para ajustar cuentas con la vieja guardia del PP, los colegachos de Trillo, que tanto le hicieron padecer como secretaria general del partido. Los demás, además de dar ruedas de prensa y estallar de indignación, deberían tomar nota de su pragmatismo.

La excusa de que sólo estamos ante un funcionario que reclama su plaza no se sostiene. Lo mismo nos dijeron cuando el nombramiento del exministro Soria para el Banco Mundial y al final supimos que era otra mentira. Trillo puede jubilarse mañana mismo y su plaza es la de letrado, no la de miembro de la comisión permanente del Consejo. Todos sabemos que si Mariano Rajoy quisiera, en su infinito poder e inmensa sabiduría, Federico Trillo se iría mañana a su casa sin rechistar. Seguramente tiene mucha información desagradable sobre el Partido Popular, pero casi seguro que Rajoy tiene más y más desagradable sobre él.

Si la oposición pretende que se la tomen en serio debería querer la cabeza de Federico Trillo, pero como en la película de Sam Peckinpah sobre la cabeza de Alfredo García: quererla de verdad y cueste lo que cueste. Si el PSOE aspira a demostrar que no hay gran coalición de facto, el final de Trillo debería estar sobre la mesa antes siquiera de sentarse a comentar los presupuestos o lo que toque. Si Ciudadanos espera que nos creamos su llamadas a la regeneración, que Trillo ni se acerque al Consejo de Estado debería ser una condición inexcusable para mantener su acuerdo con Rajoy. Si Podemos necesita acreditar que sigue en activo y no se ha desconectado de la acción política para su guerra interna, no debería dar descanso ni a unos ni a otros; menos hablar a los troncos y más utilizarlos para hacer oposición.

Forzar al PP y a Rajoy a dejar caer a Trillo no representa solo un acto de justicia y de decencia democrática, constituye una lección sobre qué significa gobernar en minoría que nadie en la oposición debería dejar de impartir.

Etiquetas
stats